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Bajaron a las 10 de la noche exactas, la cena ya se había efectuado, pero ambos, Christine y Raoul concordaban que no tenían apetito, más que algunos bocadillos que dejaban a elección en una barra en la recepción donde a esta hora, se efectuaba un baile, que, podría apostar al ser un Hotel privado, pasaría de la media noche.

Para este momento no fue especialmente difícil conseguir una mesa que apartar, ya que, al estar la música era una gran oportunidad para bailar. La pista, estaba en una cantidad favorable, ambos, se podían mover libremente, pero aunque se encontraban bailando, Raoul sentía que lo estaba haciendo por si sólo, ya que aún tenía en su mente y pecho una cálida sensación que no le hacía más que pensar en lo hermosa que era Christine deseando ser merecedor de su amor, podría sentirse capaz de matar o cometer otra falta con tal de probar su fidelidad a ella.

Pero lo que más acaparaba la atención visual de Raoul era el cabello rojizo que poco a poco comenzaba a salir de su lugar de trenzado, para recorrer su camino con total libertad, terminando con varios mechones hasta el otro hombro de Christine. Era una combinación perfecta, parecía un panquesito de vainilla, con crema de fresa encima.

Creía que no estaba siendo muy consiente de las veces que le miraba a Daaé, dejando en evidencia una cara de estar totalmente perdido por su amor, ella debía estar más que enterada.

Podrían ser los nervios o las ansias, Raoul no notó como el vino lo comenzó a beber un poco más rápido de lo normal cada que ambos se tomaban un respiro, aunque querría creer que fuera por el calor de la noche. Poco a poco los comentarios entre ellos dos comenzaron a sonar más divertidos y a compartir risitas cómplices, eran una de las parejas más jóvenes que se mantenían en la sala con el pasar de la hora, así que sólo sus carcajadas eran cubiertas por la música.

-Raoul creo que deberíamos dejar el vino por este pequeño momento-afirmó Christine apenas se sentaron y notó sus copas vacías, sabía que no tardaría en que él sirviera más.

-claro, la última vuelta sentí que el suelo salió un poco de su lugar-alzó Raoul en una risita.

-sí lo noté, tuve que tomarte fuerte del hombro-afirmó Daaé en una sonrisa, ella también había tomado vino, pero casi una copa y media menos lento que él.

-lo lamento, es la sed, pero ¡Ya tomaré agua! ¡lo juro!-alzó en una amplia sonrisa, mientras con la mirada comenzó su búsqueda de un mesero, pero al no lograr percibir uno, optó por levantarse, el tambaleo que dejó ver al estar de pie, hizo reaccionar a Christine, para que lo tomara por los brazos.

-¡yo iré por una copa de agua por ti, Raoul! Siéntate, por favor- exclamó logrando que volviera a su asiento, Daaé se apresuró a llegar a la barra no muy lejos, que, cuando se encontraba a la espera de la copa de agua, un suave toque llegó a su espalda, algo nerviosa que fuera alguien más giró con cautela...encontrándose con una mirada azulada casi somnolienta, se trataba de Raoul.

-no me dejes así Christine...- su voz suave y algo más ronca, llegó a sus oídos, recibiéndolo algo más cerca de ella, pero el aroma dulce del vino llegó a sus sentidos, casi sintiéndose en medio de un viñedo.

-¡Raoul! Ya estaba por regresar a la mesa- alzó sonriente, era divertido verle algo confundido, pensando que ella había tomado la decisión de alejarse. -Vine a buscar la copa de agua que querías...

Apenas pudo dar una explicación, la mano de Raoul que descansaba en su cintura comenzó a hacer un camino para rodearle por completo para llegar al otro extremo, siendo a su vez, como se comenzaba a inclinarse ante sí, sintiendo como sus dedos en su cintura le empujaban, haciéndole obvio el camino que quería que tomase Christine, a él...

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora