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-¡yo sabía que esa mocosa no tendría la suficiente madera para este papel!

La potente voz de Madame Giudicelli resonó en todo el escenario, ¿la razón? La mayoría se encontraba en sus puestos, esperando a comenzar el ensayo y Daaé, no se veía por los alrededores.

Meg giraba ansiosa por los laterales del pasillo, con la esperanza de observar a su amiga.

-¡es una incompetente!

Alzó Madame Giudicelli.

-ténganle paciencia, tal vez tuvo algún percance- defendió Meg.

Y fue ahí, dónde al volver a divisar los pasillos próximos observó a Christine acercándose rápido, mientras iba sujetándose el cabello en una coleta como lo exigía su papel.

-¡Christine!

Ella apareció sonriente, algo apenada, su razón de la demora fue el echo que cuando venían de camino a la Ópera, después de dejar a Ebony el pequeño felino con Pierre en su tienda, Erik llevó a Christine a un pequeño callejón para ocultarse de la vista, la vista de los proveedores que estaban descargando suministros para dejarlos en la bodega, casualmente la entrada secreta a los subterráneos, era a solo 3 metros de la entrada trasera del comedor, los iban a ver, así que tocó esperar.

Más al entrar, tal vez perdieron algunos 7 minutos besándose justo al borde del marco del gran espejo en la habitación de Christine, bueno, tal vez fueron 15 minutos.

Sumado al tiempo que Daaé disponía para tomar una ducha, ya nadie se encontraba en los baños, terminaba e iba corriendo a los vestidores para tomar sus prendas.

Que no tuvo el suficiente tiempo para tratar de secarse un poco más el cabello, casi lo sentía escurrir.

-lo lamento tanto, no sé porque se me hizo tarde, lo lamento lo lamento.

Trataba de hablar en lo que sus compañeros se ponían en sus respectivos lugares para no tardar en dar inicio al ensayo.

-y decías que tuvo algún percance.

Madame Giudicelli miró con una mueca de desaprobatoria a Meg, dándole a entender que no le creía nada, que hasta mutuamente las jóvenes se podían estar cubriendo.

-Sus faldas Mademoiselle Daaé

Alzó un compañero suyo, al darse cuenta que solo contaba con los pantalones que su papel requería, una ayudante de vestuario corrió a ella mientras amarraba a su cintura la gran falda de mucama que necesitaba.

No demoraron en comenzar, transcurriendo sin problema alguno, mientras Messieurs Firmin y André veían como el número se estaba llevando casi a concluir, pero en ese momento, sin previo aviso Madame Giudicelli cayó al suelo, rezongando exigió ser levantada.

Su esposo Monsieur Piangi, fue el primero en tomarla en brazos.

-¿que es esto?

Alzó en completo descontrol, mientras que otra persona cerca de ella tocó el suelo, encontrando el origen del percance.

-es agua

-¿por qué carajos hay agua en el suelo?

Exclamó Madame Giudicelli, mientras distinguía en los tablones, gotas del cristalino líquido, siguiendo un patrón, mejor dicho un camino, al seguirlo con la mirada, llegó a Christine.

-¡tú!

Gritoneo caminando fuertemente a ella, y al estar frente a frente, sabía que culparla por haber estropeado su personaje no tenía mucho sentido, la joven de pie, con mirada confundida y hasta algo incómoda por la situación, no era más que una cara bonita.

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora