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15 de Julio, días más desde la última vez que Irina observó a Madame Giudicelli y al no oír nada más sobre ella, más de lo que le había mencionado al joven Raoul de —querer hablar con Messieurs Firmin y André— para al día siguiente lograrlo y haberse perdido casi medio día en sus oficinas, sólo esperaba algo, pero no había oído ni una palabra, ni mucho menos del Vizconde, ya que este último se mantenía en constante compañía de la joven Daaé.
Además, cada que el ensayo concluía, Irina se apresuraba a regresaba a su oficina, con la esperanza de encontrar aquella bruma oscura del otro lado de su puerta, para que se transformara en unos bellos destellos dorados...
Algo de todos los días, amaba su oficina, era privada, y la decoración era agradable, pero el agobio cada vez que se encontraba sola con un silencio envolvente, su corazón solo se hundía un poco más dentro de su pecho, podía sentir la garganta seca inhibiendo sus palabras...
Se vio obligada a ir de nuevo por un té que era específicamente para los nervios, porque las preguntas sobre —cierto individuo desaparecido, le estaban comenzando a inundar la cabeza desde hace una semana aproximadamente.
De camino a su oficina, por la ventana, pudo observar varios carruajes irse, era fin de semana, algunos iban a los bares a tomar alguna cerveza, otros a ver a sus amantes y entre ellos...observó cierta cabellera castaña, sumamente larga volando en hermosas ondas, se mecía de la misma manera que sus faldas en un brillante color, iba de la mano de una figura más alta.
Se trataban de Raoul y Christine, estaban yendo al carruaje del Vizconde, para subirse, no pasando demasiados segundos para que emprendieran camino, a quien sabe donde...
Giry no era mucho de salir, no le gustaba tanto ruido de los bares y su música exuberante a la vez que ruidosa, mejor dicho, nunca lo había intentado, pero no era como que la idea le llamara.
Así que continuó su camino a paso ligero, pero al abrir su puerta saltó en su lugar, una figura estaba del otro lado, rápidamente su cerebro captó un color, color verde como una colina, no azabache, no un color oscuro casi como la media noche, junto a una amplia cabellera pelirroja, se trataba de Madame Giudicelli.
-¿Por qué te escondes demasiado? ¿Me estas evitando acaso? bel viso
Giry llegó a su escritorio, algo de incomodidad se generaba en su pecho al esperar levantar su vista y ver a la sirvienta de Carlotta en la esquina de la habitación, pero para su sorpresa, esta no se encontraba, ahora el sentimiento que sustituyó a la incomodidad en su pecho, fueron los nervios, unos nervios que ya conocía, creía ya haberlos sentido antes, en cierta situación.
-no la evito Madame Giudicelli, sólo debo ocuparme aquí- algo en ella se debía de excusar ¿por qué lo había hecho? Pero para verse más creíble, con una mano libre señaló un par de papeles sobre su escritorio, que recordara no eran de vital importancia, pero la mujer pelirroja no se enteraba.
Carlotta hizo un sonido como de estar analizando o pensando algo y cuando Giry levantó la mirada al tomar asiento, la mujer delante suyo estaba mirando como estaba se encontraba dejando su taza humeante en la superficie, ¿por qué hacía algo así? Se veía casi inocente.
-escucha, Irina, debo pedirte algo, desde el fondo de mi corazón- por fin se dignó a hablar, esto se temía desde hace días. -creo suponer que sabes que si fui a hablar con Messieurs Firmin y André, pero...ellos de verdad no colaboran con nada.
Carlotta se había llevado sus manos en su pecho, casi demostrando una expresión de sentirse abrumada, la tensión en sus labios podría pasar por un puchero, genuinamente. Con ese encanto, cualquier hombre caería ante sus deseos...
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Historische Romane• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...