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La Grande Plage se encontraba a unos pasos del Hotel, así que no fue complicado bajar y fácilmente encontrar a sus familiares, siendo recibido por uno de sus primos más mayores. Caspar.
-¡Raoul! ¡meses que no te veo!-estrujó a el más joven. -¡oh! ¿Christine?
Se adelantó el hombre, reconociéndole.
-¿acaso la recuerdas?-cuestionó Raoul.
-¡claro! Yo era un adolescente las veces que Christine junto a Monsieur Gustave, y Madame Lauren iban a casa de la abuela Bianca, como olvidarlo-alzó Caspar.
-woah, yo sólo recuerdo a los niños que jugaban conmigo-decía Christine entre risitas.
-¡miren es Daaé, Christine Daaé!
Exclamó Caspar a algunos primos suyos que estaban a unos metros de distancia, de inmediato captando su atención, todos reconociendo de quien se trataba, así que se acercaron a saludar, presentando a la vez a sus respectivas esposas y señalando a sus hijos a la lejanía mientras los mismos jugaban en la arena u orilla del mar.
Raoul notó de inmediato que su uno de sus únicos primos solteros, al menos aquí presente, Timothée, fue quien se quedó a charlar un poco más al final de todos, contando algunas memorias que también tenía bastante presentes, ¿la razón? Raoul sabía que, si no fue a la mayoría de primos, fue a todos, que gustaron de Christine aquellos tiempos que todos eran unos niños y jugaban en aquellos enormes jardines, pero actualmente se encontraban con familia.
Algo bueno había salido de esos matrimonios, no tenía que competir, pero Timothée estaba sobre Christine, le escuchaba decirle que se pusiera cómoda y que pidiera lo que necesitara, se notaba en la forma que le miraba mientras ella agradecía la hospitalidad, que, estaban brotando de nuevo aquellos sentimientos, Raoul dio medio paso más para notarse en la conversación, haciendo que el mismo terminara su charla con Daaé.
-siéntense, nos han traído jarabe de menta y granadina, escojan- anunció una joven mujer con una barriga de embarazo mientras dejaba en una mesa cercana una bandeja con jarrones encima.
-¡cielo! ¡no hagas esfuerzo!- alzó al parecer su esposo, mientras se inclinaba a ella y le tocaba el vientre.
-¿qué deseas Christine?- preguntó Raoul alado de ella, mientras le decía las opciones, Daaé, optó por beber jarabe de menta y agua con gas, harto hielo para combatir los aproximadamente 30° que se sentían.
Raoul le entregó su vaso a Christine mientras se sentaba alado suyo en el amplio camastro sobre la arena y una sombrilla encima.
Mientras lo hacía, le dejó un ligero toque desde la espalda, fue simple, cerca de sus omóplatos, muy respetuoso, pero fue lo suficiente para hacer reacción en ella ya que su espalda estaba descubierta, dulce caricia a su piel. Sentados, las esposas de sus primos en los camastros de a sus lados le comenzaron a hablar, mientras la platica entre ellas comenzaba a ser fluida, una, era amante del teatro y fue testigo de su debut, en Hannibal.
Christine suspiró asombrada, no le habían dicho algo similar, aunque se encontraba ya apenada, agradeció sus buenas palabras. Ahí, Raoul se quedó pensante, ¿acaso tal vez si ella permaneciera en esa Ópera podría estar inhibiendo su progreso?
Todos eran testigos del talento que poseía, pero ninguno de aquellos hombres, Firmin y André le habían hablado sobre tal vez impulsar a Daaé para que se presentara fuera de París, todo se limitaba a la casa Ópera Garnier, aunque era el único lugar tan famoso, en Francia, Daaé no salía para hacer un recorrido por las diferentes ciudades...
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Ficção Histórica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...