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Después de adquirir el vestido de escote recto color verde esmeralda, pasaron a la sastrería para conseguir un esmoquin azabache, y el accesorio fue un pañuelo a la par de mancornas que estaban conformados por plata fina con una incrustación de un par de esmeraldas.
Christine estaba conmovida por la determinación de Raoul en que el color fuera exacto, tanto, que pidió la presencia del vestido. Cuando el traje llegó a sus manos, se lo probó, dejando en evidencia lo bien que le quedaban los colores oscuros, el azabache resaltaba como si fueran dos soles su azulada mirada, los topacios por ojos brillaban más que nunca.
La diferencia con su color de cabello, podrían hacer que se viera más rubio, aunque él no lo fuera, la tonalidad era leonado, pero por el color tan oscuro del traje, era casi una ilusión, Raoul se veía como un príncipe de algún cuento, sabía vestirse bien, lo observaba dialogar con el sastre activamente, se veía tan apuesto en un esmoquin formal, en contraste con el día de ayer, que lo pudo presenciar tan fresco en la tarde de playa, el viento despeinándole, el agua iluminando su piel, era tan nuevo y le llamaba a su corazón.
-¿te gusta Christine?-cuestionó Raoul haciéndola regresar sobre si, al sofá en el cual estaba sentada, a unos cuantos metros de la plataforma que le rodeaban espejos para quien estuviera encima se viera a si mismo en diferentes ángulos.
-claro, te queda excelente-suspiró, tenía que controlar su voz, no quería sonar como una adolescente, aunque deseaba ser abrazada una vez más por él. Christine llevó sus manos a sus hombros en un reflejo al pensar en el calor que le brindaría hundirse en el pecho de Raoul cálidamente. Ahí, recordó lo de hace rato en la Maison Worth Estilo Exclusivo, tenía una pequeña marca en su hombro donde ayer por la noche fue besada.
Un escalofrío le recorrió la espina, esos recuerdos eran muy gratos y las sensaciones tan placenteras, pero creía que no volvería a pasar, lo habían hablado, porque esta situación pasional, podría descontrolarse drásticamente, si recuerda que en ese momento sentía una enorme necesidad de subir su pierna a la estantería, sólo dejando una posición más comprometedora.
En ese momento lo creía buena idea, pero ahora, no lo sería.
Christine se levantó del sofá cuando Raoul salió de su respectivo pasillo después de cambiar sus prendas, para finalizar la compra y regresar al carruaje.
-¿a que hora es la recepción?-cuestionó sonriente cuando Raoul subió después de agradecer a los empleados de la sastrería.
-intuyo que será para la hora de la cena, tal vez 9pm y finalice como siempre a media noche-respondió, mientras suspiraba más pesado por todo el ajetreo, hasta su cabello salió un poco de línea, cayendo libremente mechones por su frente o cien, apenas y tocando su pómulo o puente de nariz.
-de todas maneras hay que salir con tiempo y buscar...ya sabes, la peluquería para el maquillaje- Daaé, alzó levemente su hombro, en una señal de recordarle cierto pequeño inconveniente.
-claro, y...Christine-llamó Raoul, -lo lamento, no me di cuenta cuando yo...
Apenado, pasó nerviosamente su mano en un intento burdo de peinar su cabello, sólo devolviéndoles por encima de su rostro. Daaé, le observó, su mirada baja dejaba en evidencia que de verdad lo sentía, le causó ternura, así que en una risita alzó su mano para alcanzarle un mechón de castaño cabello y llevarlo a una lateral.
-no tienes que disculparte, ambos estábamos, ya sabes...en situación- suspiró en respuesta, captando por completo su atención, Raoul no podía con verla tan hermosa cerca suyo, diciendo esas cosas, de un tema que ambos decidieron dejar de lado.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Historical Fiction• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...