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Christine entró a su habitación por mediante un largo pasillo ¿había acaso una puerta secreta aquí?
Giró en busca de Erik, pero solo la recibió su reflejo, susurró su nombre tocando con la yema de sus dedos aquella superficie reflectante, no fue un sueño, no fue un sueño, no fue un sueño, ¿verdad?
Esos ojos dorados, le hacían sentir que vivió una fantasía y ese canto, un hechizo, casi como si se tratase de magia, fue cuando delante de sus ojos, aquel brilloso objeto carmesí destelló.
Al ver su mano, se trataba de un anillo, un anillo con un rubí por piedra, se veía que era una reliquia, se veía algo que te regalase la corona al formar parte de la nobleza, ¿de verdad Erik se lo había dado?
Recordaba un destello carmesí antes de desmayarse ¿fue está joya?
El sonoro campanear del reloj de el pasillo próximo le hizo saber que iba a dar el medio día, así que cambió sus ropas y salió en busca de Meg, tenía que corroborar si fue cierto lo que Erik dijo, que se había ausentado un día y medio.
Buscaba entre las bailarinas que corrían enérgicas por el largo pasillo a una melena rubia, cuando su nombre fue dicho detrás de ella.
-¿Pero dónde te habías metido Christine? ¡todo un día sin saber de ti!-exclamó la joven menor, con ello, Daaé pudo confirmar su pequeña e inesperada ausencia, vaya, realmente todo aquello ocurrió.
-¡Meg! ¡Oh Meg, tengo que contarte algo!
La más joven suspiró de asombro, por la emoción dibujada en el rostro de su amiga sabía que había cosas de chicas de que hablar.
-Pero vamos a comer algo, sentadas me cuentas.
Aclaró la rubia guiando a Daaé con las demás que también se dirigían al comedor. Al llegar y recoger sus alimentos, para después poder escoger una mesa rápidamente, la mayor habló.
-¡Meg no creerás lo que me pasó!
Pero antes de que su amiga contestara, unos susurros llegaron a sus oídos.
-mírala ahí está...
Christine giró levemente a dónde provenían esas palabras, topándose con una mesa que tenía a algunas bailarinas de rango superior, murmurando entre ellas y mirándole por el rabillo de los ojos.
-es la zorra que se fue de la Ópera...
Christine no podía concebir lo que alcanzaba a oírles.
-¡apenas lo conoció se fue con él! ¡que zorra!
-...de seguro fue por dinero- fueron los diálogos de las mujeres.
Trataban de murmurar, pero sus risas eran notorias, en Christine subió un escalofrío, ¿a qué se referían? Podrían estar hablando entre ellas, pero cuando decían ese insulto, la miraba, ¿porqué le decían así?
-¿zorra?- esa fue Meg, que cuando se dio cuenta, ella se estaba dirigiendo a esas mujeres. -¡tú eres la zorra porque bien que Monsieur André te lo presentó pude ver tus intenciones de bajarte las bragas a kilómetros!
Eso fue atrevido, sin entender más, Meg le tomó de la mano a Daaé para levantarse de su asiento, yéndose del lugar. Dejando atrás a la mesa con las bailarinas que se mantenían susurrando cosas entre ellas, siguiendo con la mirada al par.
-¿Meg, que fue eso?- cuestionó la mayor, al momento de ingresar por un largo pasillo curvo, su amiga pareciera no tener intenciones de detener su andar.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Historical Fiction• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...