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Tal vez no fue evidente cuando Raoul decidió correr el tocador, por una penosa situación, pero Christine al pensar en esa posibilidad mejor decidió ayudarle y dejar el tema. Más porque cuando él regresó, insistió el hacerle probar de nuevo aquella fruta que habían comido más temprano, por nombre lichi, era muy curioso su nombre, pero su sabor dulce y fresco le habían encantado a Daaé.
Raoul le pidió retomar la plática que ella estaba dando sobre como se estaba sintiendo por este viaje, aunque, al distraerse por lo ocurrido con él, Christine ya no podía recordar donde se había quedado en hablar...pero eso no era un problema, tenía algo más que decir.
-Raoul, habíamos dicho que nos quedaríamos el día de hoy, por lo de esta recepción en el Casino, ¿ahora? ¿Nos seguiremos quedando?-cuestionó, mientras dejaba la cascara con pequeños pinchos de este fruto rojo pero blanco en su interior.
-podríamos quedarnos los días que desees...-suspiró Raoul con una sonrisa un poco nerviosa.
-me gustaría mucho, pero...no sé cuanto tiempo podrían estar en la Ópera sin retomar la obra, recuerda que nos fuimos en medio de ensayos- respondió Christine, genuinamente el pensar en París, había pasado a segundo plano durante estos dos días, había disfrutado esta estadía.
-entiendo...-alzó Raoul desviando la mirada. -Podríamos quedarnos el día de mañana y pasado mañana estaríamos de camino por la tarde, ¿te parece?
Daaé, le sonrió en una respuesta afirmativa, algo en ella amaba el viaje de hoy día, eran actividades tan nuevas que en su vida habría hecho, odiaría pensar que una oportunidad como esta no se volviera a presentar hasta el verano del próximo año, pero si tanto ella como Raoul ya no se separarían de nuevo, creería que esto es sólo el inicio de una vida llena de paisajes por ver...¿de verdad esto era el inicio de una vida?
Su corazón pegó un brinco en nervios legítimos, ansias por pensar en una unión, Raoul era un hombre maravilloso, que podría sentir culpa de no poder darle una respuesta concreta, pero a la vez, no podía controlar la forma en la que su corazón se siente, lo miraría en su puño y este le dolería, lastimado se encontraba desde...que el silencio dominó en su habitación en la Ópera, y el canto celestial de un ángel, se apagó, sin ninguna explicación.
-¿Christine? ¿Ocurre algo?- la voz de Raoul le devolvió a estar sentada en el suelo acolchonado, apenas hicieron contacto visual, él le alcanzó el rostro con su mano, algo curiosa por esa cercanía, no se esperó que el pulgar de Raoul limpiara una lagrima apenas en la comisura de uno de sus ojos.
-¿dije algo que te molestara?-cuestionó, la preocupación se reflejó en su azulada mirada.
Christine suspiró algo nerviosa, no tenía la menor idea que sobrepensaría ciertas circunstancias donde su corazón es débil y a cada segundo sus sentimientos serían palpables como para reflejarlo en lágrimas.
-todo...esta bien-suspiró nerviosa, pero sabía que algo como esto, Raoul no lo creería y efectivamente así fue, él tensó los labios, mientras volvía a pasar su dedo por la comisura de uno de sus ojos, quitando el exceso.
Al volver a suspirar su nombre, Daaé sintió como si su voz fuera una lanza clavándose profundo en su pecho, en su par de ojos se leía amor legítimo, Raoul estaba más que enamorado de ella, pero...Christine no siente la misma intensidad de amor, no podría engañarse que si misma, para cumplirle el sueño de Raoul sobre tomarla en matrimonio...
Cuando algunas lágrimas cayeron sobre sus mejillas, sólo incrementó un poco la angustia de Raoul, suspirando el nombre de su amada mientras buscaba su mirada.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Historical Fiction• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...