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Christine y Raoul, después de quedarse un día más, para el 29 de Junio ya se encontraban ingresando de nueva cuenta en París, pasado el mediodía. Al llegar, para Monsieur Firmin fue como descender a un ángel del cielo, no se detenía al decir —¡Qué bueno que han regresado!
A Raoul honestamente le hubiera venido bien quedarse toda una semana en Biarritz con Christine mínimo, pero ella mostró su preocupación a la Ópera, tenía un punto, así que, aquí estaban, aunque el hombre Richard Firmin, se veía bastante aliviado, pareciera que le hubieran quitado un peso de encima, podría ser los nervios por que la prima donna se ausentó tres días y medio, pensaba que era una exageración, pero cuando observó a Monsieur André hasta preocupado, Raoul sólo pudo pensar que los había asustado de muerte por la discusión que habían llevado a cabo hace algunos días y que pensaran que Christine, ya no volvería a la Ópera.
Pero la atención de Raoul se la robó al ver a Daaé tan entusiasmada por retomar el ensayo, argumentando que había descansado de la mejor manera. Fue por cuenta propia el permanecer en la Ópera, el resto de la tarde y los próximos días, sólo recibiendo de Christine miradas cómplices, esto le estaba llenando el corazón junto a unas ansias recorrerle las extremidades cada segundo que la veía en el escenario...
De acuerdo, amaba tenerla para él, convivir, comer algo juntos, besarla, pero...verla en el escenario, haciendo lo que su mayor talento le permite hacer que es bailar y cantar, le hacía verla brillar con luz propia, se veía deslumbrante haciendo lo que más ella adoraba con el alma, esta era una de las muchas razones por las cuales la amaba...
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— 4 Julio 1891, París-Francia. Ópera Garnier.
Media tarde y los ensayos de —Coque licot de feu, seguían efectuándose, una de las ultimas escenas del último acto, con la enorme estructura del dragón por la obra, junto a la larga cola de sirena con enormes tiras de seda brillosa, adornando a una linda mujer. Y Christine brillando como sólo ella lo sabía hacer.
Raoul se encontraba en las butacas justo atrás del Maestro Reyer, estaba ocupando el lugar de Messieurs Firmin y André, ya que estos anunciaron que estarían fuera, por asuntos de negocios, Raoul, al notar como ambos hombres se miraban mientras dialogaban, podría apostar que tendrían otros planes, pero para dejar ya el tema de lado decidió tomar el mando de hoy en la Ópera.
Irina Giry casi podría estar furiosa por el hecho de que los ineptos de esos viejos hayan elegido a Monsieur De Chagny como segundo al mando, pero salió del joven pedirle que se quedara junto a él y el Maestro Reyer para llevar la supervisión como debía de ser, logrando que la furia de Giry desapareciera.
Estaban extasiados por la puesta en escena que habían retomado, los atuendos eran hermosos, y la escenografía estaba por completo lista, hasta que desde las puertas principales de la casa Ópera, se escucharon varios estruendos, hasta que poco a poco una detonante voz se acercaba rápidamente a ellos, se dieron cuenta que se trataba un tono femenino.
Y por las puertas principales del acceso público, la figura de Madame Carlotta Giudicelli se presentó.
-¡Esigo di parlare con Firmin e André! ¡Exijo hablar con ellos! ¡Firmin y André!- alzó con su potente voz desde los pasillos, logrando ser escuchada por todos en el escenario.
-Signora Carlotta- alzó anonadado el Maestro Reyer.
-¿Dove sono loro? ¿Dónde? ¿Dónde?- alzaba Carlotta mientras buscaba con su mirada por todo el lugar.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Historical Fiction• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...