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Giry había subido al carruaje de Carlotta para ir a su hogar, no sin antes revisar que su hija Meg estuviera dormida, dejando en su escritorio una nota, para ella, si se despertaba antes de que volviera, —Fui al mercado, muy temprano, no me demoro en volver, Mamá.

Esa nota la habría dejado con la intención de que fuera un plan B, pero si Giry regresaba a casa antes de que su hija se despertara, quitaría la nota y fingiría que no habría ido a ningún lugar la noche anterior.

A unos 20 minutos en carruaje, entraron a Batignolles al noroeste de aquí en París, Irina observaba la arquitectura típica parisina en estas calles adoquinadas, edificios de estilo haussmanniano y varias encantadoras plazas. Muchas de las construcciones eran residenciales, con elegantes fachadas y balcones ornamentados. Al detenerse frente a una amplia mansión, amplios laterales con apostaría verdes pastizales, quizá ahora mismo no lo podría distinguir, ya que la noche y su velo oscuro lo dejaba caer abrazando la enorme casa.

-vamos vamos-escuchó a Carlotta mientras bajaba del carruaje, Giry nerviosamente abría su puerta y bajaba del mismo, observó como la pelirroja llegaba a ella, le tomaba por la mano para hacerla seguirle el paso.

Al entrar, fueron recibidos por varios sirvientes, los cuales no le miraban a los ojos, a primera instancia podría verlo extraño, ¿por qué tanto misterio? Irina estaba siendo guiada activamente por Carlotta entre pasillos, hasta llegar a una zona, donde en el ambiente, leves canticos eróticos fueron audibles, resonando a la lejanía.

-mi esposo y yo somos organizadores de orgías- Giudicelli se vio en la necesidad de explicar, al momento en que la atención de Giry fue captada por esos sonidos de fondo. Se encontraba algo asombrada, no había conocido o sabido algo del tema con alguien, era totalmente nuevo.

-¿ah entonces tu esposo está de acuerdo con...esto? 

Cuestionó al momento de llegar a una habitación, con ventanas dejando pasar la luz lunar, al oírle decir orgías, suponía que tal vez se habría metido con alguien que gustaba amarrar, azotar entre otras cosas que sólo en literatura había visto. Pensaba que el cuarto habría sido acomedido para esas necesidades, pero sólo se encontró con una habitación normal, amplía, sumamente decorada que hablaba en elegancia y poder, varias mesas, sillones, lo único diferente, era que la cama era excesivamente grande, con amplias columnas levantando un techo envuelto en finas telas de lila color.

-¿mi esposo? No, sólo habíamos acordado tener orgías si eran en nuestra casa y con la aprobación de ambos, a la vez que ambos participáramos, pero...

La respuesta de Carlotta parecía coherente, hasta su última palabra.

-hace años, Ubaldo me confesó que me había sido infiel, yo aún era virgen, bueno...casi, ni siquiera habíamos tenido sexo por primera vez, fingí que le perdoné y que todo estaba olvidado, hasta ofrecí que si deseaba a mas mujeres, dejarlo en una cuenta clara y que sólo fuera sexual, sin sentimientos, él me asegura que se arrepiente de su infidelidad y que todo lo que hará será bajo mi conocimiento, le creo, aunque...

Era una fuerte declaración, pero Irina podría ser comprensible con las decisiones del matrimonio, pero lo que trataba de explicar, con esa última palabra...era obvio que había más.

-yo no perdono, mi ego fue dañado a solo medio año de habernos casado, yo lo amaba, pero mi orgullo es más grande, así que desde ese tiempo para acá, le he sido infiel, con múltiples amantes que no están dentro de lo que se acordó, y de cierto momento...

Giry había avanzado hasta la orilla de la cama, esa superficie se veía tan suave, envuelta en una brillante tela morada, que, al tomar con su mano una columna, Carlota había dejado todas sus joyas en las repisas próximas, mientras explicaba la historia de su matrimonio, hasta ahora, que la pelirroja giró a Irina comenzando a acercarse en caminata lenta, casi depredatoria.

The Phantom of the Opera||El canto del ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora