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—24 Agosto 1891, París- Francia. Ópera Garnier.
Gilles André el más viejo, se encontraba escéptico a que cierto joven se presentara a la Ópera, todo porque Richard, su colega, le había mencionado que contrató a un cartero personal para entregar la carta directamente en el domicilio de Jean Santiago, en Troyes, al parecer este hombre habría de efectuar una búsqueda exhaustiva ya que consiguió una zona más asertiva y con ello, le pidió al cartero que doblegara esfuerzos en Les Noës-près, que pidiera informes donde vivía un varón por nombre Jean Santiago. Eso fue hace 9 días.
La vivienda que logró encontrar Richard fue porque en los primeros años de vida de esta casa ópera, estuvo estrechamente enlazada con la Academia Leclair, ya que algunos alumnos, obviamente con mayoría de edad, pudieron trabajar en las instalaciones si así lo gustaban. Monsieur Santiago tuvo una educación en dicha academia, así que fue un golpe de suerte que La Maison Leclair, aquí en París. le proporcionara que justo en el año 1877, haya actualizado su estadía todo porque antes de irse, sacó su titulo de estudios.
Hasta hace algunos meses Gilles pudo enterarse de la influencia y reconocimiento que se cargaba la Academia Leclair, una reconocida casa de estudios fundada hace más de 60 años, para niños prodigio en cualquier rama de las bellas artes. No le sorprendía que Monsieur Santiago con esa "mágica voz" concluyera ahí sus estudios y si la memoria no le falla, la maestra de las bailarinas aquí en la Ópera es Madame Giry, también graduada de ahí. Vaya, el mundo es un pañuelo.
No pudo constatar cuanto tiempo estuvo sentado sumido en sus pensamientos, hasta que el ruido de pasos y ligera música le devolvieron a su silla, ahora mismo no se estaba efectuando ningún ensayo aunque pudo dar indicaciones de comenzar pero Richard le insistió esperar en su oficina desde las 10 de la mañana, antes de salir apresuradamente por la puerta. Hasta que, fuera, del mismo pasillo, unas vividas voces y el azote mismo en la madera refinada resonó con su animado colega ingresando, su notoria sonrisa le hacía creer que tenía buenas noticias.
-¡Jean Santiago! ¡Te presento a mi colega Gilles André!-exclamó, dejando pasar a un hombre en una apariencia jovial, no poseía arrugas, mas que quizá algunas líneas de expresión, pero su larga cabellera hasta sus hombros le hacían verse por mucho más joven. Se saludaron cordialmente, podría encontrarse impresionado, pero Richard estaba fuera de si, como si hubiera encontrado el tesoro perdido de un alma en pena.
-¡tome asiento por favor!- Firmin mantenía la sonrisa en su rostro, no pareciera que fuera a desaparecer, caminó a él, para comenzar a hablar ante dos calmados hombres. -Cité a Monsieur Santiago en la plaza Vendôme y...¡aquí esta!
-muchas gracias Monsieur Firmin, no sé que hice para tener tal recibimiento- alzó sonriente el joven Jean.
-nosotros parecemos bendecidos por el Señor, créame, pensamos que no lo volveríamos a encontrar- exclamó André, ya creyendo que ante él estaba Jean Santiago, el mismo que había leído en aquella ficha.
-verá Monsieur Santiago, lo que queremos es brindarle una oferta, ¿esta usted trabajando en estos instantes?- cuestionó Richard.
-claro, tengo tres hijos que mantener, hago manufactura de abrigos de piel en Troyes, pero también pertenezco a un cuarteto y tocamos en la ciudad, nos va bien- alzó Jean, confiado, sonriente.
-¡ah! ¿se sigue dedicando al canto?-cuestionó André. Recibiendo del más joven de la sala una respuesta afirmativa con su cabeza.
-nunca lo dejé desde que tenía 18 años, siempre estaré agradecido con la Ópera por brindarme una oportunidad de oro- respondió.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Historical Fiction• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...