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Cuando el botones llegó a la habitación de Christine y Raoul, les dejó una canasta con todo lo que había pedido el Vizconde en la recepción. Al agradecerle y volverse a ella, ambos se encontraban acomodando una alcoba improvisada en la sala principal, se sentían como un par de niños colocando en el suelo sobre la alfombra, sabanas, cobertores y almohadas para acostarse ante el balcón que dejaba la luna en su punto menguante, iluminando parcialmente el interior de la habitación.
Las puertas de par en par, dejaban entrar una brisa deliciosa, se encontraban cómodos con ropa ligera y algunos bocadillos frescos que traía la canasta. Brochetas de fruta parcialmente congeladas, junto a los sándwiches de pepino con mantequilla.
Después de comer un poco de los canapés de salmón ahumado y acompañarlo con coñac, mientras hablaban sobre las horas que habían pasado en la playa jugando con los más jóvenes. Ahí, Daaé, recordó el tema que habían dialogado con Lady Anneliese, en resumen, sobre que Raoul se mantenía en constante trabajo con el extranjero, pero de cierto tiempo hacía acá, se mantuvo en Francia, específicamente en París, eso...¿por ella? Era obvio ¿no?
-Raoul...-susurró, dudosa, habían dejado el tema anterior en risas cómplices, cuando rememoraron que uno de los sobrinos más chicos por nombre Ozias, su pie cayó en un pequeño pozo en la arena cuando comenzó a correr hacía Raoul con intenciones que lo alzará al aire, cayendo de cara contra la arena mojada.
Christine y Raoul preocupados obviamente lo levantaron esperando un llanto desmesurado, pero ¿cuál fue su sorpresa al ver que Ozzie sólo se levantó con arena por todo su rostro, pero un ataque de risa llegó a él? Que ahora, ambos recordaban ese momento con gracia.
-¿sí?-cuestionó Raoul, dejando su copa en una de las bases de madera para sostener líquidos.
-¿de verdad te quedaste en París por mi?-cuestionó sin más, sólo provocando en él un notorio sonrojo para comenzar a exclamar letras sin mucho orden, por nervios.
-sé que lo que dije pudo hacerlo dar a entender, pero...también tenía asuntos pendientes con demás personas...-comenzó a dar una excusa, intento, que se veía muy forzado, cuando Raoul levantó la mirada a Christine que tenía un poco tensos los labios en una seña, tal vez, de evitar soltar una risita.
-...bueno, no es cierto eso...-susurró mostrando un poco sus dientes en una mueca divertida de estar apenado, mientras su mano cubría su nuca. -la verdad es lo que tú dijiste, me moví y me quedé en París...por ti.
Completó con una sonrisa bastante nerviosa, el sonrojo de sus mejillas seguía visible, así que, ahora estaba diciendo la verdad.
-espera...dijiste ¿mover?-cuestionó Daaé, llamando la atención de Raoul, el cual, no podría sonrojarse más, ya que a su memoria llegó el recuerdo inexistente de que le habría dicho a Christine sobre su mudanza.
-eh, no...bueno, en realidad si...- Raoul no creía que podría quedar más en evidencia, pero no servía decir que su casa en París ya la poseía desde hace tiempo. -Recuerda que mi familia es de Rennes, pero cuando te encontré, me mudé cerca...
Raoul bajó la mirada todavía en la misma situación, nervioso y sonrojado, se estaba exponiendo a todo lo que había hecho apenas se dio cuenta que Christine vivía en París.
-sólo por ti...-susurró de último, vaya si ya estaba diciendo la verdad tendría que decirlo todo.
Christine, no pudo evitar sentir el calor acumularse en sus mejillas, ¿sería muy notorio su sonrojo?
-vaya, de un momento a otro siento mucho calor- alzó en una nerviosa risa Raoul, mientras movía su camiseta de algodón sobre su cuerpo para hacer correr el aire a presión sobre su torso.
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The Phantom of the Opera||El canto del Ángel
Narrativa Storica• 1890, París Francia Christine Daaé vive en la Ópera Garnier como una bailarina estrella, pero cuando el antiguo director anuncia su retiro, ella recibe una oportunidad de mostrar su talento, sin contar que llamaría la atención de su ángel personal...