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Namjoon siempre se había negado a instalar una chimenea en su casa, decía que la ceniza pesaba sobre las hojas de sus queridas plantas y ennegrecía el barniz de los cuadros. Pero debía reconocer que en ese momento, acurrucado en el sillón, sintiendo las caricias del fuego que crepitaba, estaba bastante a gusto.

Las sombras de las llamas danzarinas saltaban tras los objetos y correteaban por las paredes rosa palo, tiñiéndolas de su anaranjado fulgor. Con sus soplos cálidos calentaban las mantas y cojines esparcidos por el salón, y traían consigo un acogedor olor a polvo y azúcar. Namjoon se removió gozoso.

Lo único que disturbaba la idílica calidez era la parlanchina caja tonta frente a él.

Las preparaciones del solsticio de invierno ocupaban todas las noticias, en todos los canales. El telediario parecía más bien una revista de corazón. Se especulaba con quién pasarían los líderes y famosos esa noche de pasión, si ya les tocaría engendrar nueva descendencia y con cuales otros altos cargos serían más compatibles.

Los líderes de la manada Nunbola, al norte de Península 4, habían roto su enlace unos meses atrás y ahora circulaba el rumor de que se les había vuelto a ver juntos. Era el hot topic del momento. Sus nombres estaban en todos lados: plagando los feeds de las redes sociales, siendo el gancho en la portada de los diarios, revoloteando de boca en boca. Y aunque Namjoon intentaba con todas sus fuerzas no meterse en aquellos temas, no había podido evitar enterarse de algunas cosas sobre la pareja. La presentadora hablaba con una emoción poco imparcial sobre la unión.

Namjoon hizo una mueca de desagrado.

Se fueron a anuncios por treinta segundos. El programa regresó para hablar sobre las poses sexuales de moda, los nuevos inhibidores y los líderes más deseados. Escuchó su propio nombre. Soltó un gran bufido y apagó la televisión.

-Oye, no actúes como si esta fuera tu casa. -le recriminó una voz chillona- Prende la televisión.

Namjoon se crujió el cuello, respiró hondo y le dio de nuevo al control remoto. Cuando la imagen volvió a iluminar la pantalla, silenció el telediario de inmediato.

-¿Qué te pasa, Namjoonie?

El alfa se volteó para poder hablar mejor con su amigo, que se sentó sobre uno de los reposabrazos del sillón.

Kim Seokjin era su mano derecha, beta de nacimiento y de buena familia. Aunque se conocían desde niños, no se habían hablado demasiado hasta el día en que Namjoon sucedió a su padre en el liderazgo de la manada, y Jin empezó a trabajar para él. En el último año el beta se había convertido en su mejor confidente. Jin era inteligente y un espléndido estratega, pero a la vez tenía esa aura hogareña que tanto sosegaba los nervios del alfa.

-Está en todos lados. -se quejó Namjoon, refiriéndose al solsticio.

-Es normal, este año el solsticio coincide con la Luna llena. La gente está tan alterada como sus lobos.

-¿Tú no? -sintió curiosidad el líder, buscando algo que le guiase a crear una opinión propia.

Jin se rascó la cabeza. ¿Él? Él era un simple beta de poca monta que rara vez en su vida había conectado con su lobo. Las únicas fechas que le importaban eran las deadlines de entrega de sus informes. Confiaba en la organización de su manada para llevar a cabo el solsticio sin incidentes. Le devolvió la pregunta al líder, que rumió alargando un gruñido.

-Ya sabes que suelo ser bastante escéptico en cuanto a la histeria social pero... No sé si puedo desprenderme de toda preocupación. ¿Una Luna llena y un solsticio? Es inaudito. Hacía años que no nos enfrentábamos a algo así... A pesar de que ya tenemos las preparaciones de la manada casi listas... Saber que mi lobo dará por culo en unos días, me da algo de respeto, para ser sincero.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora