Los viernes son días laborales en la manada de Geum. Y aquel viernes era uno como cualquier otro pasado. Por eso Wonpil y Sungjin se despertaron con la misma alarma de cada mañana y compartieron su misma rutina matutina, se turnaron la ducha y se despidieron con un beso bajo el dintel de la puerta.
Sin embargo, aquel viernes, Jeon Sungjin conduciría muchos kilómetros más al este de su empresa, y dejaría a su jefe patidifuso con un justificante de las oficinas que excusaba al trabajador de su jornada.
Las ruedas de la furgoneta fregaban el asfalto caliente de la carretera. El equipo de música vibraba a todo volumen. Jeon Sungjin berreaba desafinado haciendo los coros de una canción, y su primo Jeon Jungkook convertía sus dedos en baquetas sobre la guantera o en púas de guitarra por el cinturón. El viento rugía por las ventanillas bajadas y les alborotaba el pelo haciéndoles sentir como estrellas de rock. Para rematar su apariencia sensacional se habían puesto gafas de sol. A pesar de su actuación macarra, Sungjin conducía responsablemente por el carril más lento. Al adelantarle, los otros coches se reían al verlos y se unían a la fiesta por unos segundos.
Su salvaje concierto de dos se detuvo a la hora de comer. Pararon en una estación de servicio donde había una franquicia de hamburguesas y se llenaron el estómago de carne barata y patatas grasientas. Jungkook odió tener que maltratar su cuerpo con aquella comida basura pero había sido la solución más rápida a su apetito de mediodía. En menos de media hora ya habían acabado de comer.
Mientras Sungjin repostaba, Jungkook dio una vuelta por la tienda de la gasolinera. En el apartado de desayunos había un pequeño bar con una máquina de café y una vitrina llena de pastas y fruta troceada. Su tripa no le guió hasta allí, suficiente llena estaba ya, sino sus ojos divertidos con un adorable símil. Puestos en dos hileras había pastelitos de arroz rellenos de pasta de judía. Jungkook los vio y le hizo gracia, pues parecían ser de la misma textura que los mofletes de Park Jimin.
Aunque no tenía hambre, ni tampoco debían ser los pastelitos de mejor calidad, los compró todos.
La chica tras la caja, que no aparentaba más de dieciséis años, los envolvió con mimo y los colocó en una bolsita de papel. Después le cobró y le deseó un buen día; todo a la vez que el sonrojo de sus mejillas se iba encendiendo.
"Es la primera vez que conoce un doble alfa", observó Jungkook. Como se sentía más confiado de lo habitual, le dio las gracias con una sonrisa encantadora que acabó de agitar a la muchacha.
Se reencontró con su primo y volvieron a su aventura sobre ruedas.
Pero ya no regresaron a su épico escenario imaginario. La radio se apagó en cuanto los castaños empezaron a aparecer, las ventanas se subieron y Jungkook se cubrió con una gorra y una mascarilla, además de las gafas de sol.
Sungjin detuvo la furgoneta a la entrada de la urbanización; ya habían decidido que Jungkook haría los últimos metros hasta la casa a pie. El alfa se cargó su mochila y con el escáner bajo el brazo se bajó del auto y agradeció a su primo por el viaje.
La urbanización de calles con nombre de pájaro era tan inquietantemente silenciosa que parecía querer emular un paraje fantasmal, abandonado y olvidado por todos salvo por su vegetación. Caminar hasta la plaza de los Jilgueros sería la manera más discreta de llegar allí sin desvelar su presencia a los escasos vecinos con el motor de una furgoneta.
Sabía que había gente viviendo en aquellas casas, había basura en sus contenedores y persianas subidas, pero debía ser gente muy reservada pues no se topó con nadie en todo el camino, y eso que se desorientó y dio un par de vueltas de más.

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EL OLOR DE LOS JILGUEROS
Fanfic+18 - BTS - OMEGAVERSE - KOOKMIN / NAMJIN / SOPE El origen del conflicto entre las opuestas manadas de Geum y Cheonsa se remonta a siglos atrás, pero las recientes heridas abiertas entre las familias líderes de ambos territorios tienen a todos sus h...