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Jimin contempló la palma de su mano. Un pegote de jabón, blanco y aguado, se escurría entre las hendiduras de sus dedos. Ese potingue mezcla de gel y champú, de calidad y aroma baratos, limpiaría la tierra marrón y verde incrustada entre sus uñas, los enredos en su cabello sudado y el polvo de barro pegado a él.

Pero, por más que frotase con ímpetu hasta hacer churros grises de piel muerta o se escaldase bajo el agua humeante, nada podría llevarse el olor de Jeon Jungkook. Éste se había quedado impregnado en una capa más profunda bajo su epidermis, afianzándose a ella con garras y colmillos para saciar los instintos más salvajes y primitivos de ambos lobos. Al omega le encantaba oler al alfa en su propia piel, igual que le encantaba olerse a sí mismo en el cuerpo de su amante. Era casi, casi, como si en medio de tantos conflictos y disputas por territorios, hubiesen puesto la mano en el cuerpo del otro y hubiesen proclamado: esta es mi tierra.

-...min. Jimin. -Taehyung interrumpió los pensamientos melosos que ruborizaban sus mofletes.

-¡Me aclaro rápido y bajo a comer! -respondió el otro con prisas, escupiendo el agua enjabonada que le entraba por la boca, creyendo que se había columpiado un poco debajo del agradable chorro y por eso el beta le iba a buscar.

-Antes de eso. ¿Podemos hablar?

Jimin estaba en cueros, pero un amigo de la infancia tiene ciertos pudores que se puede ahorrar. Taehyung se quedó asomando la cabeza a las duchas comunitarias, esperando su respuesta.

"Vaya", pensó Jimin, rememorando los gritos que aquella mañana habían sacudido la casa en todas sus plantas, y temiendo que ahora fuese su turno de participar en una discusión incómoda, "Hoy todo el mundo tiene mucho que decir".

-¿Jimin? -insistió el otro.

El agua seguía cayendo, hirviendo, sobre sus cabellos lisos y rosados.

La verdad es que no tenía ganas de hablar con Kim Taehyung. La lengua le sabía a ceniza sólo de dirigirse a él. Sin embargo, bien sabía que la batalla entre apego y reproche debía acabar algún día. Decantarse por uno: volver a amarle o cruzarle para siempre. Supuso que, si iba a tomar tal decisión, por los años a su lado le debía al menos un espacio para explicarse.

El omega apagó la ducha y le lanzó una esponja al espía azul. Al cazarla, la espuma de perfume barato explotó en todas direcciones.

-Frótame la espalda. -le pidió. Y Tae se le aproximó, corriendo de puntillas. Jimin suspiró- Puedo hacerme una idea de por qué quieres hablar conmigo. Cuéntamelo todo, no te dejes nada, que si hubiera una verdad la haya oído de tus labios. -y suspiró otra vez. No quería ponerse emocional, pero el corazón le pesaba. Tae acarició las burbujas que se acumulaban sobre sus cejas- Estoy cansado. -confesó- No me gusta no poder confiar en ti. Así que hazlo bien, ¿Sí? Explícamelo todo.

Los bordes peluditos de sus zapatillas y las mangas del pijama pesaban empapadas con el agua que abandonaba la esponja a cada frote. Taehyung paseó delicadamente por la piel de su amigo, muchas más veces de lo que hubiese sido necesario en el pretexto de higiene, murmurando la historia que le venía a contar.

Sólo calló cuando el aterido omega exigió una toalla para cubrirse.

Para entonces, a su manera, ya se habían entendido y empezado a perdonar. Por supuesto que las heridas tardarían en sanar, pero ambos juraron estar dispuestos a lamerlas y curarse. Y así lo sellaron con un abrazo fraternal (y mojado).


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EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora