#6

41 4 1
                                    

El despacho de Seokjin se llenaba con la luz difusa de un fosforescente, que había empezado muy tenue, pero ganaba intensidad con el paso de los minutos. La calefacción llevaba poco tiempo encendida por lo que todavía hacía frío. Jungkook jugueteó con los puños de la camisa que le había prestado su primo.

Sungjin se las había apañado para llevar a Jungkook a su destino antes de que empezase su turno en el trabajo, allá por las nueve menos cuarto. Ya eran las nueve y media, pasada con creces la hora a la que Seokjin había citado al alfa.

Jungkook miró al techo. Aburrido, se entretuvo tarareando la melodía de una canción que había escuchado aquella misma mañana en la radio. Sungjin la había encendido a medio camino, cuando el silencio de ambos alfa adormilados se le había hecho pesado. Al llegar a las oficinas, y para mostrar su agradecimiento por el viaje y la hospitalidad, Jungkook prometió ir a visitarlos más a menudo. Una vez el solsticio pasase, las feromonas de Wonpil no le afectarían tanto y podría disfrutar con calma de la pareja feliz. Sungjin, que tanto cariño le tenía a su primo pequeño, había subido la radio para celebrar, y ahí había escuchado Jungkook la canción. No le había dado tiempo de escucharla entera antes de bajarse de la furgoneta, pero tenía la intro enganchada.

-Mm, mmm, mm, mm...

Seokjin llegó a eso de las diez, entró resoplando al despacho y le dedicó una reverencia al alfa antes de excusarse:

-¡Lo siento! Tuve que atender un imprevisto.

-No pasa nada. –dijo Jungkook, levantándose para devolverle la reverencia- Me alegro de verte de nuevo.

Jin y Jungkook se miraron en silencio por unos segundos. Antes de que el beta hubiese recuperado del todo el aliento, Jungkook lo envolvió en un abrazo. Jin apoyó su barbilla en el hombro del alfa y sonrió. Se echaban un poquito de menos.

Jin se sentó en su silla tras el escritorio y pidió que esperase a que el ordenador se encendiera. Jungkook asintió, a la vez que caía en el aspecto desmejorado de su compañero. Jin iba algo despeinado, con el nudo de la corbata sin acabar de apretar. Dos disimuladas bolsas pesaban bajo sus ojos cuando miraba hacia abajo y tenía la nariz hinchada. Jungkook se preguntó si su amigo se había enfermado.

-Vale, lamento tener que ir tan a saco, pero hay mucho de qué hablar y ya vamos fuera de horario -culpa mía, por supuesto-. No es todos los días que me haces encubrir algo tan ilegal como un secuestro; así que vayamos al grano y resolvamos todo esto, ¿OK?

Seokjin fue fiel a sus palabras y enseguida atacó con un alud de preguntas básicas sobre el omega rehén: su nombre, edad, oficio...

Jungkook se vio sorprendido por la cantidad de cuestiones que no sabía responder, y se dio cuenta de que era mejor explicar directamente lo que sabía -o al menos lo que quería contar-.

El alfa había tenido tiempo de sobra para acabar de construir su relato. Habló lento y cuidadoso, escogiendo sus palabras y sin dejar que los nervios le trabaran la lengua. Su mayor objetivo era no desvelar que había conocido -y ayudado por error- a Park Jimin.

Pero Jin no se lo puso fácil; apenas había mencionado el motivo del viaje que el beta le robó las riendas de la conversación..

-Ese amigo tuyo en Daia, necesito nombre y apellidos. ¿Sabes cómo se llama la calle donde vive? ¿Complejo o casa? –le interrumpió Jin. Quería saber la identidad de Taehyung. Jungkook se removió en la silla.

-Preferiría no meterle en esto. Mi amigo no pertenece a la manada Cheonsa y no es conocido directo del omega.

-¿Por qué ser tan precavido conmigo? No le pasará nada, es por ubicarlo.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora