#71 parte 1

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¿HE VUELTO? :D) YA ME TIRO LOS TOMATES YO SOLAAAAA

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Recordatorio de dónde lo dejamos en el capítulo anterior: El señor Kim, padre de Namjoon, ha sido asesinado.

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Kim Seokjin se partió una uña y la carne tierna rozó contra los tochos. Del susto, los pies que apuntalaban su escalada por la pared resbalaron y aterrizaron de nuevo en el suelo. Acariciándose las rodillas cascadas, dio gracias a que lo roto no era un hueso, que bien podría haberlo sido.

Ni especialmente atlético ni temerario, la hazaña de subirse aquel tejado era de lo más peligroso que el pequeño Seokjin había osado hacer durante su infancia de algodón.

"Ah, mierda, claro", pensó el Jin adulto del presente, chocando el puño contra la palma de la otra mano. Ya no era el crío cuyo lobo dormitaba en aparente inexistencia. Podía usar a su ventaja las cualidades perrunas, si es que se figuraba cómo.

Deformar sus manos, ver crecer por ellas el vello negro a la vez que se le afilaban las garras, fue una sensación espeluznante. Se dio un poco de grima a sí mismo pero, extrañamente, tampoco pudo dejar de mirar sus antebrazos mientras sucedía la mutación. La repugnancia iba ligada a un poquito de curiosidad, a un poquito de "mente abierta", quizá, a aceptar esa nueva parte de él.

Tal y como había previsto, los apéndices animales le fueron muy útiles para trepar por la pared hasta el tejado. Llegó arriba en un periquete y sin volver a caer. Aunque sudar, sudó igual.

Tampoco había cambiado de sus expediciones pasadas lo que iba a buscar.

Kim Namjoon estaba sentado, con los pies inquietos colgando al borde del tejado inclinado. Las corvas de las rodillas se le enrojecían de frotarse repetidamente contra el canto de las tejas. Las luces nocturnas se reflejaban en sus pestañas mojadas y palidecían su tez morena.

Seokjin se le acercó por la espalda, pisando con fuerza para anunciarse.

De todas maneras, ni el crujir de sus pasos exagerados ni el distintivo aroma a coco convencieron al alfa de que había llegado. Namjoon maldijo lo que creyó una serie de falsas ilusiones hasta que sintió un tacto indiscutiblemente real. Eran los dedos finos de Jin, apoyándose suavemente sobre su hombro; un gesto sencillo de consuelo que le había acompañado durante su niñez y que, por desgracia, muchos años después se volvía a necesitar.

Se trataba de una desgracia, sí. El señor Kim, su padre, había sido asesinado. Por la misma manada, la misma gente desalmada, que se había llevado a su madre. A su mamá. Y ahora a su papá. Con aquel mismo duelo en sus lágrimas, aquella mano en su hombro, Namjoon sintió que llevaba años congelado en el tiempo. Todo el mundo había seguido adelante y él seguía ahí, en el mismo sitio. No se había movido de aquel tejado.

Jin retiró su mano cálida y se sentó a su lado. Había aprendido (más bien por las malas) que, cuando Namjoon estaba irascible o sensiblero, lo mejor era esperar a que fuera él quien dictase la primera palabra. De no ser así, el comentario probablemente vago de su acompañante, condenado a pesar de sus buenas intenciones, sería tergiversado y juzgado duramente antes de ser respondido con acritud.

Esta vez, Seokjin no sabía cuánto iba a tardar en dirigirse a él, ni siquiera si lo haría. Empezó a contar las estrellas del firmamento pero llegadas a las cincuenta se descontó. Los destellos de un avión le habían engañado.

No tenía derecho a impacientarse, pero el silencio de Namjoon estaba siendo más largo de lo habitual. Quizás al alfa le estuviera costando asimilar su presencia (tan improbable que tal vez le resultase increíble, o ingrata). Por no querer creer que sería ignorado eternamente, eso concluía Jin, observando la Luna que se vaciaba. Recordó entonces uno de esos datos tontos de los que Namjoon estaba lleno, y que de vez en cuando le regalaba. Algo de que el satélite de los amantes se separaba irremediablemente de ellos. Y como el alfa había convertido algo tan triste en los latidos de su corazón agasajado.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora