Dandelion subía las escaleras tan veloz que cuando llegó al último escalón, el eco de sus pasos todavía andaba unos pisos más abajo. No era cuestión de prisa, sino de un hábito que le había quedado grabado entre los tendones de las piernas. Tras el servicio militar, ya por inercia siempre se movía en un ritmo marcado y firme.
En la mano cargaba una bolsa grasienta que emanaba olor a frito. Las hamburguesas eran la comida favorita de Quinque. Las había comprado como muestra de la buena fe en su visita sorpresa.
Después de sus últimos desacuerdos y todo un registro de llamadas ignoradas, Dandelion no estaba dispuesto a que la tensión y la distancia malbaratasen su fraternidad con el beta de otra sangre. Dadas las circunstancias, debía empezar aquel reencuentro no concertado con buen pie.
Con el gesto no pretendía aparentar un parecer cambiado; seguía viendo a Quinque como un lobo débil y de comportamientos frustrantes, y seguía creyendo que la culpa de sus fracasos como equipo recaía exclusiva y radicalmente sobre él. Pero, si juntos liderarían las tierras de Saeda, cuán poco precavido sería arrastrar rencores desde tan temprano.
A pesar de sus buenas intenciones, cuando Dandelion giró las llaves en la cerradura y nadie acudió a darle la bienvenida, el pelo de su nuca se erizó, sospechando de inmediato.
Anduvo con los pies de plomo, en verdad sin motivo, hasta encontrarse completamente solo en mitad del salón. El aire estaba enrarecido, anormalmente frío y pesado, como si ningún cuerpo vivo lo hubiese removido en días.
"Bueno, siempre ha hecho un frío del copón en este puto piso", se engañó, rechazando la posible ausencia de su compañero pues le dolía malpensar de él.
Ah, pero Quinque ciertamente no estaba en el apartamento. Dandelion salió al balcón y decidió encenderse un cigarrillo mientras esperaba. El viento soplaba con fuerza y, como volviéndose adicto al humo que se parecía a sus nubes grises, consumió todo un paquete con avidez. Se desprendió el último cacho de ceniza y la boquilla ennegrecida se unió a sus iguales pisadas en el suelo. El otro beta todavía no regresaba.
Las conclusiones de Dandelion, aunque decepcionándole profundamente, no tuvieron la paciencia de seguir salvando a su amigo. ¿Qué otra cosa podía significar su desaparición? Quinque le había abandonado.
Dandelion mugió con la puñalada de la traición abriendo sus carnes y lanzó la bolsa de comida rápida contra la mampara del balcón. Los ingredientes pringosos de las hamburguesas ya frías resbalaron lentamente por el vidrio hasta tocar el suelo.
Inspiró y exhaló lenta y sonoramente, como una bestia con todas las costillas rotas. Y es que eso mismo era, un lobo herido con un enorme agujero en el alma.
Dandelion se desfiguró en una forma licántropa fea y hostil, con el pelaje en punta, afiladas uñas cobrizas y unos ojos sin ápice de humanidad.
Las garras de su lobo hicieron trizas la nota que el otro beta había dejado sobre la mesa para él, incapaz de creer nada de lo que decía la tinta.
Excusas y promesas de volver en unas horas, todo lo escrito eran mentiras. De un mordisco rabioso astilló una pata de la mesa para calmar el ansia de despedazar un cuello humano. Coja, la mesa volcó sacudiendo el suelo con el estrépito de una explosión.
Dandelion, o lo que quedaba de él en el amasijo de cólera monstruoso, se dirigió hacia la cocina, donde arrancó de un portazo la puerta de la nevera. Las bisagras de ésta rebotaron alrededor de sus zapatos desgarrados por las zarpas.
Dentro del frigorífico, cuya luz parpadeaba sintiendo el dolor tras la amputación de su parte, tan sólo encontró una fiambrera mal cerrada que ya criaba moho.
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EL OLOR DE LOS JILGUEROS
Fanfiction+18 - BTS - OMEGAVERSE - KOOKMIN / NAMJIN / SOPE El origen del conflicto entre las opuestas manadas de Geum y Cheonsa se remonta a siglos atrás, pero las recientes heridas abiertas entre las familias líderes de ambos territorios tienen a todos sus h...