Los lobos resollaban excitados. Cada huella que dejaban impresa, cada increíble brinco que daban de roca en roca, eran impulsados por la valentía más bestial. La boca seca de tanto correr se les llenaba de bichos muertos y las hojas más bajas de los arbustos del camino: helechos, genista, arraclán... Hundían sus zarpas, desgarraban y levantaban sin piedad la tierra compacta de musgo verde y briznas de castaña. El pelaje de sus lomos había sido atusado por el peine del sudor y el viento.
A la cima de la cuesta, Minatozaki Sana se paró, volvió la vista atrás y contó las cabezas de los lobos que capitaneaba. En una fila india algo anárquica, desde arriba parecían una línea temblorosa de puntos de colores.
En su ruta por el vasto bosque que besaba la urbanización donde se escondían, algunos tramos del sendero habían sido angostos y resbaladizos, otros pocos escarpados, algunos con agradecida sombra, otros bañados por el gigante abrasador. Aquel último tramo era ancho, las raíces y las rocas se podían esquivar fácilmente, pero endemoniadamente empinado. Justo después llegaría la esperada bajada final.
Sana se deslizó cuesta abajo y los demás, a medida que encumbraron el cerro, ídem.
En las mañanas de menos pereza y las tardes vacías, los jilgueros se reunían para entrenar. Ya fuera en forma de lobo o en sus cuerpos humanos, salían a explorar la colina o a correr, como aquel día, aprendían técnicas de combate o a usar armas, o fortalecían la sinergia del grupo con deportes de equipo. El método en sí no era lo importante, sino mantenerse activos y despiertos en una casa tan aislada de todo que a menudo alteraba su percepción del tiempo (y les aburría).
¿Y por qué entrenar y no cualquier otro pasatiempo? Detrás de tanto ejercicio había un motivo realmente simple: debían estar físicamente preparados para ese gran golpe final contra los Park (cuyo contexto y oportunidad todavía esperaban).
De saber lo cerca que estaban de enfrentarse a ellos, quizás hubiesen entrenado un poquitín más en serio.
Eso sí, para Kim Taehyung al menos, una carrera como aquella por el bosque ya le era suficiente para escupir el hígado por la boca de la fatiga. Se había quedado sin aliento en los primeros diez minutos de excursión; las siguientes dos horas no sabía ni cómo las había sobrevivido.
Tenía la papada peluda calada de saliva. La notaba toda mojada. Cosa que, en cierta medida, le animaba a seguir galopando pues el aire le refrescaba que daba gusto.
Se le habían escocido del roce los pliegues de piel entre las patas y el abdomen. Los ojillos amarillos le picaban como si el sudor fuese el ácido de un limón, pero se le iluminaron al reconocer, allá a los pies de la ladera, la figura de Nayeon.
Im Nayeon, sentada a la sombra de las encinas, era la agraciada línea de meta de los jilgueros. Aunque no siempre se la encontrarían inmóvil en aquel puesto. De vez en cuando, la muchacha se les unía durante algún entrenamiento y realizaba los ejercicios y estiramientos recomendados por su clínica (debido a su discapacidad, tenía que andar con mucho cuidado de no caer en el sedentarismo). Pero eso usualmente ocurría por las mañanas, no en las tardes como aquella, pegajosas de bochorno, en las que prefería no ser un perro maloliente.
Por lo general, Nayeon no se sentía demasiado cómoda en su cuerpo de lobo, mucho menos enfrente de otra gente. A la mente canina, menos racional y clemente, se le hacía difícil procesar y adaptarse a la movilidad limitada de sus patas traseras. No obstante, Moonbyul jamás perdería la fe en ella. La alfa había insistido en traer consigo la silla de ruedas hecha a medida para su cuerpo de lobo.
Dicho lo dicho, Nayeon no la había usado aún.
Por lo tanto, mientras los lobos salían a convertirse en aspersores de sudor, ella se encargaba de preparar algún platillo de frutas u otros bocadillos. Se aseaba tranquilamente, a su ritmo, disfrutando de la tan escasa como preciada intimidad en la ausencia de los demás. Cogía la merienda que ese día le apetecía y se encaminaba hacia el bosque plagado de sombras ideales para un reposo apacible. Y esperaba.
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EL OLOR DE LOS JILGUEROS
Фанфик+18 - BTS - OMEGAVERSE - KOOKMIN / NAMJIN / SOPE El origen del conflicto entre las opuestas manadas de Geum y Cheonsa se remonta a siglos atrás, pero las recientes heridas abiertas entre las familias líderes de ambos territorios tienen a todos sus h...