#44 parte 2

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Bien temprano en la mañana, antes incluso de que la conversación entre Dandelion y Quinque tuviera lugar, Jeon Jungkook también esperaba inquieto a que su llamada fuese atendida.

Kim Seokjin, a quien ni el apetito había logrado desvelar, se incorporó molesto y aturdido por la melodía lejana que, aunque estridente, no sonaba como la alarma de su reloj. Un bostezo sin pudores cortó la piel seca de sus labios y exhibió hasta su úvula. Se estiró remolón y se rascó la barbilla. Su cara la cruzaba una gran banda roja que encajaba a la perfección con la anchura del brazo de Namjoon.

-Te llaman... -le avisó el alfa. Y como Jin no respondió más que con un murmullo holgazán, Namjoon agarró la almohada cabecera y se la lanzó- Apágalo.

-Mm... Ya voy... -protestó Jin y no tuvo más remedio que levantarse.

La fastidiosa cancioncilla paró, así que Seokjin, bien contento, se volvió a sentar en la cama automáticamente. Mas ésta no tardó dos segundos en volver a sonar y, muy, muy a su pesar, el beta se puso de nuevo en pie. Rescató sus zapatillas de debajo de la cama y caminó lento como un perezoso hasta el comedor donde su teléfono sin apenas batería le reclamaba sepultado bajo las páginas abiertas de un libro de Namjoon. La melodía se detuvo por segunda vez pero, en esta ocasión, Jin estuvo a tiempo de leer la pantalla antes de que se apagase.

-Jungkookie... -suspiró el beta, frotándose los ojos lagañosos- Debes de tener mil y una preocupaciones...

Al menos se encontraba lo suficientemente bien como para llamar, o eso quiso pensar. Y es que, si seguía en cierta forma angustiado, era por el golpe en la cabeza del alfa que tanto Jeon Sungjin como Yugyeom le habían mencionado con la misma desazón.

El soldado Yugyeom había sido ingresado en el hospital inmediatamente después de su regreso a Geum la pasada tarde. Jin tan sólo había podido hablar brevemente con él y el conductor antes de que Namjoon y su secretario se hubiesen presentado en la sala de espera para ocuparse de "todo lo necesario". El correo de Min Yoongi ya le había llegado poco antes, durante su té de la merienda. Supuso que Jungkook, con todo el alboroto de la misión, no había tenido oportunidad de leerlo.

Seokjin despertó su voz con un vaso de agua y después salió de puntillas al rellano, entornando la puerta de entrada tras él. Entonces llamó de nuevo a su amigo y, tras asegurarse de que se encontraba bien y el golpe en la cabeza no le había dejado síntomas evidentes, charlaron un rato de las nuevas. Cuando las tumultuosas últimas horas fueron allanadas, a Jungkook aún le quedaba una espinilla de intranquilidad:

-¿No te parece una coincidencia poco probable? -sospechó el alfa suspicaz- Encontrarnos con Park Jinyoung Junior y todo su escuadrón en la casa de la señora Park Bom... No quiero ser quien le busque los tres pies al gato pero...

Seokjin meditó poco convencido.

-Según tengo entendido, les distéis caza rápido... -razonó el beta- Quizá Jinyoung Junior sabía que Park Gobum se refugiaba allí y él mismo acudió en busca de cobijo. Su padre acababa de ser asesinado y tal vez no quisiera sufrir la misma suerte. Una situación como esa también habría bastado para que el chico se emparanoiara hasta el punto de querer llevar su seguridad siempre con él.

Jungkook se lo pensó. En sus recuerdos, Jinyoung Junior no lucía asustado ni paranóico, más bien engreído, tal vez absurdamente confiado. Pero podía estar inventándoselo; sus memorias del día pasado estaban difusas.

-Eso puede ser cierto... Pero, ¿Y qué hay de su padre? -reflexionó escéptico- En su momento pensamos que pillarlo despierto había sido mala pata pero, en retrospectiva, Park Jinyoung también parecía estar esperándonos la noche que atacamos.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora