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Hay días que pasan inadvertidos, nacen vagos y contemplan apáticos cómo sus horas se escurren sin ningún evento notable. Eso sí, su falta de impulso no les quita su facilidad por drenar la energía de los humanos, despojándolos de cualquier gana de hacer nada productivo.

Para colmo de males, siempre van encapotados por unas nubes feas que anuncian lluvia, pero que como mucho chispean.

Porque esos días ni se molestan en teñir el firmamento con el rojo de los arreboles, el sol del mediodía o el añil vespertino. Su cielo parece una decalcomania de agua sucia y se mantiene perpetuamente idéntico, desinteresado en las venidas y retornos de las agujas del reloj.

Aquella mañana, o quizás ya tarde, la casa en la Plaza de los Jilgueros fue víctima de ese temporal descorazonador.

Min Yoongi remoloneaba en su cama, con los pies al resguardo de un cojín calentito. Se cubría con la mano el rostro, huyendo del molesto resol cuya luz gris creaba sombras difusas tras los escasos muebles de la habitación.

Un viento feroz se levantó y sacudió los árboles, silbando entre las grietas de la casa.

Yoongi llevaba cuatro días de silenciosa y aburrida soledad. Con un puchero, se preguntaba dónde estaba su amiga Sana y por cuánto tiempo más tendría que esperar a que volviera de su misión en el Frente.

Una lluvia liviana empezó a chocar contra el cristal de su ventana. El tiempo parecía traerle un mal augurio.

-Jin, creo que han matado a Minatozaki Sana. -confesó al teléfono, cuando su abandono había sido interrumpido por una llamada del beta.

-Eso me temo. -dijo Jin, tragando saliva- Envié a dos soldados tras ella, Doyeon y Yugyeom. Ella no volvió, y él acabó herido de gravedad. Es muy probable que Sana haya tenido la misma suerte.

Se instauró entre ellos un silencio llenado por el plic-plac de las gotas de lluvia.

-Lamento no haberte llamado antes. -se disculpó el beta- Mi agenda ha estado apretada.

-¿Sabemos quién ha sido? -preguntó Yoongi con sequedad.

-De eso tenemos que hablar. -Jin se aclaró la garganta- El soldado Yugyeom logró regresar a Geum por su propio pie. A pesar de estar gravemente herido y necesitar asistencia sanitaria urgente, insistió en hablar conmigo. Cuando fui a su encuentro, Yugy me confesó que los hombres del señor Park les habían descubierto y atacado.

¿Me sigues?

-Te sigo. -murmuró el omega.

-Bien. El caso es que cuando llegó a Geum, Yugy estaba fuera de sí, y causó una escenita frente a las oficinas que acabó en las notícias. Como Yugy pedía a gritos hablar conmigo y sólo conmigo la atención se volcó en mí.

Eso en cierta forma ha sido positivo porque me ha dado control para disfrazar nuestras acciones irregulares. He podido evadir dar detalles sobre la misión, ya sabes, qué hacían ambos soldados en Daia y tal...

Aunque no he podido evitar que la policía de Geum se implicase en el caso. En declaraciones posteriores, Yugy no pudo aportar mucho, sus recuerdos eran borrosos. Así que enviaron varias patrullas a la nave de reciclaje y la sangre encontrada corroboraba los asesinatos... Pero no encontraron ni un sólo cadáver. No tenemos el cuerpo de Doyeon; ni el de Minatozaki Sana.

-Típico del señor Park. -murmuró con negrura Yoongi, recordando sus amigos cuyas muertes se habían ocultado en accidentes dispersos- Tengo experiencia con eso.

Seokjin hizo ver que no escuchaba el comentario desalentador. Aunque podría parecer algo frío de su parte, tenía cosas de las que hablar y no se podía permitir entretenerse a dar consuelo.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora