#64

13 1 0
                                    

Jimin se había levantado para cerrar la ventana cuando abrieron la puerta del cuarto y la corriente tibia que se colaba por ella se envalentonó agitada. Si bien alcanzó a quejarse por la intrusión sin anuncio, a la vez que se retiraba los cabellos alborotados del rostro, fue llamado por una voz jadeante que le evaporó la sangre y la condensó toda sobre sus mejillas.

Alzando las cejas hasta estar a punto de abandonar su frente, tartamudeó de vuelta el nombre de aquel lobo que, aunque hubiera perdido el motivo con el paso de las semanas, jamás había dejado de mencionar en sus llantos secretos a la almohada.

"Tanto llorar y suplicar te ha servido de algo, humano", impresionado, junto al pálpito retumbante de su corazón, el lobo rosa le concedió a regañadientes un ápice de admiración, "El lobo de Geum ha regresado a por nosotros".

-Hola. -saludó Jungkook. Con las manos resbaladizas como mantequilla por los nervios, le costó un par de intentos dejar cerrada la puerta tras de sí.

A diferencia del lobo rosa y su perpetuo recelo, el exultante lobo negro arrastraba a su cuerpo bípedo como una montura desbocada para actuar la escena de un reencuentro perfecto. Sin embargo, a pesar de la ansiosa alegría, los escrúpulos de su razón humana le hacían incapaz de pretender que nada había pasado. Tenía un perdón y un puñado de explicaciones pendientes bailando entre cuántos besos quedaban en su boca para Jimin; pero le amedrentaba la incerteza de no saber si su amante aceptaría ninguno de esos tres.

Por suerte para Jungkook, Jimin se alegraba de verle tanto como él, y los errores cometidos le importaban mucho menos ahora que el alfa estaba en su presencia.

-Cumpliste tu misión. -dijo, con una sonrisa suave- Me mataste.

Las pupilas de Jungkook temblaron sobrecogidas por la culpa. Aquella afirmación que tanto le hubiese gustado poder negar, pesaba mucho más sobre los labios carnosos.

Insatisfecho en su confinamiento aturdido y titubeante, el lobo negro trató de escapar de aquel cuerpo exasperantemente indeciso y aullar en alto unas disculpas desesperadas. El alfa logró acallarle, mas no a tiempo de detener el brote de un par de atributos caninos. Por si su postura encogida y gestos nerviosos no lo demostraban suficiente, la cola de emociones indiscretas chivó el profundo desasosiego de su interior.

Echó las orejas hacia atrás, avergonzado.

Jimin rió, flojito y disimulado, llevándose una mano sobre la sonrisa. Los ojillos achinados delataron su enternecimiento. Al verlos, relajados y estrechos como trazos de tinta en una hermosa caligrafía, el lobo negro tragó saliva. El recipiente de su amor era sin duda el cuenco de almas más bello y resplandeciente, modelado por la misma diosa Luna, en el torno de las estrellas.

Jungkook se sorbió la nariz. Y Ahí estaba. Ahí estaba su vainilla.

Se arrojó a los brazos del omega, gritando con los iris cristalinos de pena:

-¡Lo siento mucho!

Jimin convirtió el arrebato del alfa en un abrazo fuerte, correspondiendo su agarre con vigor. Aunque lo sufrido no era poco, creyó que la herida hundida en su piel le dolía mucho más al alfa perpetrador que a él.

-Mi Jungkookie... -susurró dulcemente el omega.

En los cabellos negros de Jungkook anidaba abundante su perfume de alfa. Un olor fresco, como el rocío que refulge por la mañana en los pétalos del azahar. Mas, por primera vez, un lobo juró encontrarlo tan cálido y reconfortante que sus extremidades quisieron deshacerse en el anhelo de volverse uno con él. Obviamente, no lo lograron. Eran dos lobos diferentes, dos entidades separadas atadas a las leyes de la física, y la única manera de permanecer unidos sería, sencilla y complejamente, no alejarse jamás.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora