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Feliz Navidad y próspero año nuevo<3 Muchos ánimos en esta época intensa, mis preciosos regalitos<3

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Los chubascos como cortinas de frescura se cerraban y retiraban rápido con un gesto de brazo. Al amainar la lluvia, las temperaturas tibias se volvían cálidas bajo la gran luz. La hierba mojada resplandecía y los capullos de colores dejaban escapar sus tiernos pétalos uno a uno.

En el caldo de abundante agua y Sol, no sólo las hermosas florecillas prosperaban, sino las malas hierbas también crecían de lo lindo. Las grietas en el pavimento de la Plaza de los Jilgueros se llenaban de dientes de león y hierbajos enanos. Por la pared de la única casa habitada trepaba resucitada una hiedra aturquesada.

La casa en la Plaza de los Jilgueros ya no era aquella que había enfriado el alma solitaria de Minatozaki Sana, ni tampoco aquella que se había calentado como un hogar para la pareja rosa y negra. Aquellos días, la vida en la casa era mucho más impredecible y difícil de etiquetar.

Sólo una cosa permanecía inamovible de los días en que Jungkook y Jimin habían reinado aquella morada: el humor general dependía de un factor extremadamente volátil. El de la pequeña Riku.

Si la niña no dormía bien, nadie lo hacía. Tan sólo Min Yoongi parecía ser capaz de pegar ojo a través de berreos demoníacos y llantos. Pero, sinceramente, para él ninguna hora de sueño era suficiente, así que su don de poco desvelo de menos le servía.

Ciertamente, ahora que tantas camas se calentaban por la noche, el día se había vuelto mucho más ajetreado. Un cambio asumiblemente positivo por cualquier ignorante de buena fe. Aunque usualmente se agradeciera la compañía, incluso se hallara diversión en ella, ni uno solo de aquellos lobos estaba acostumbrado (ni tenía deseos de acostumbrarse) a compartir su espacio con otros. Nadie refugiado entre aquellas cuatro paredes escapaba a esas pequeñas mezquindades de la convivencia; así que el roce hacía cariño, sí, pero también suscitaba situaciones en que pequeños pleitos eran prácticamente imposibles de evitar.

Por su lado, ni Yoongi ni Seokjin hacían un esfuerzo por comunicarse con el resto a no ser que fuera explícitamente necesario, lo cual creaba algunos malentendidos tontos pero tediosos para los demás. Las razones no eran grandes enigmas: uno era arisco por naturaleza y el otro parecía resistirse a aceptar aquella nueva normalidad.

Tampoco era secreto el ceño que se fruncía cada vez que Jungkook y Jimin compartían una muestra de afecto en público; no sólo por la falta de pudor (que también) sino por la realidad alternativa en la que parecían estar viviendo, tan felices y joviales, algo desconsiderada con el calvario por el que estaban pasando los demás, sobre todo el resto de desterrados.

No se acababa ahí. Jimin aún tenía sus reservas en cuanto a Taehyung. No sabía del todo lo ocurrido pero la confianza quebrada flotaba entre las miodesopsias de su mirada aún incapaz de encontrarse con la del que había sido su mejor amigo desde la infancia. Puede que incluso le evitara adrede con tal de ahorrarse esa desagradable sensación de "¿Verdaderamente te conozco?", entre otros recelos. En todo caso, la confrontación no fue su fuerte. Por miedo a empeorar su relación en equilibrios se limitó a asegurarse de que nunca se quedaban ellos dos charlando a solas. Y ya.

Cada pareja de lobos en la casa tenía su cierto historial pero, fuera de lo personal, en un grupo tan heterogéneo de olores y bagajes, las disputas iban a surgir sin necesidad de justificarlas ni buscarlas. Sólo para ilustrar un ejemplo: una mañana tonta, Minatozaki Sana se enfadó de lo lindo con Taehyung porque éste había ocupado la lavadora dos lavados seguidos y ella se había quedado sin ropa de repuesto. Él le aconsejó de mala manera que se organizara mejor y ella le reprochó que no todos tenían un armario tan grandioso como él (utilizando, en esta contestación, algunas palabras insultantes como "pijo consentido"). A la hora de comer, Taehyung le devolvió las malas caras por haber cocinado unos fideos demasiado picantes. La loba entonces se quejó de su paladar infantil. Y yada, yada, yada. ¿Ese pleito? Multiplicado por los ocho lobos y medio que convivían en aquella residencia aislada de todo.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora