EL OLOR DE LOS JILGUEROS

#36

Disculpad el retraso, pero es que me dio por reescribir el capítulo por completo... Espero que os guste...

-Niru😬​

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Entre la escarpada sierra y la llana ciudad quedaba ese espacio estéril demasiado peñascoso como para reforestar o construir casas en él. Las matas verdes cubrían como alfombras de espinas el paraje rocoso y entre los árboles solitarios y enormes rocas a veces se veían madrigueras de conejos y serpientes. En aquel agreste lugar, con una central eléctrica a un lado y un camping al otro, se erguía un balneario que no se podía llamar humilde, pero que tampoco tenía demasiado encanto.

Se trataba de un edificio de malogrado racionalismo de imitación, y se integraba en el entorno igual que los postes de electricidad: en absoluto.

Daba la sensación de que, con el tiempo, el propietario había visto más rentable hacer negocio con el bar de las piscinas y los visitantes diarios a las termas naturales que arrendando sus habitaciones; y el deteriorado hotel quedaba como un dinerillo extra sin prioridad ni inversión.

La estancia allí apenas llegaba a las dos estrellas, tanto en comodidad como en tamaño como en limpieza. Las habitaciones carecían de buena iluminación o accesibilidad (el ascensor llevaba casi un lustro fuera de servicio) y algunas se encontraban en un estado tan deplorable que la recepcionista a menudo las marcaba como ocupadas para ahorrarse el bochorno frente a los clientes (y sus quejas). Aunque contaban con un aseo individual, éste apenas incluía váter y papel higiénico (siempre rollos empezados). Las duchas se encontraban en la zona comunitaria próxima a las piscinas y se compartían tanto con el resto de hospedados como con los clientes pasajeros. Algo no demasiado conveniente, ni mucho menos placentero.

Pero Park Hoseok y sus dos secuaces no iban a ser quisquillosos con su alojamiento de una sola noche. Tenían suficiente con la cama y el restringido desayuno que venía incluído.

El alfa estaba sentado en la terraza de la zona comunitaria y chasqueaba los dedos al ritmo de una canción en su cabeza. Como era febrero y no había muchos huéspedes a parte de ellos tres, Alexa y Lee Taeyong habían accedido a darle algo de espacio a su jefe mientras ellos invertían el tiempo de ocio en intensas partidas al billar.

Por fin tenían unos días libres tras la apretada agenda impuesta por el señor Park y se dirigían al pueblo natal de Hoseok para visitar a su familia. Desde que su padre biológico había cambiado repentinamente de parecer, le había reconocido como hijo e incluso le había ofrecido la herencia del liderazgo, la vida de Hoseok había dado un vuelco drástico que el bisoño lobo sólo podía sobrellevar pensando en el orgullo y bienestar que el nuevo título traería a su familia.

Aceptar el cambio había significado que las restricciones se atasen las unas a las otras como una cremallera alrededor de su cuello y de sus pies. Había demasiados riesgos en todos sus movimientos, desde los más atrevidos a los más naturales. No podía prometer su corazón como hacían los otros muchachos de su edad, ni ser vago ni caprichoso, debía machacar su novicia rebeldía, morderse la lengua al hablar con lobos importantes cuya opinión no compartiera y limitar todo aquello de lo que después se pudiese arrepentir (o peor aún, capaz de dañar su imagen). Sobre todo y más que nada, no debía pretender ser alguien más que el sucesor de su padre.

Era duro afrontar cada paso siendo consciente de cada pequeña repercusión posible. Apenas se acostumbraba a la pesada responsabilidad de que el futuro de una manada entera dependiera de él. Pero su sangre le había dado un destino y ya se había decidido a aceptarlo y avanzar con valentía, pues sabía que tarde o temprano su esfuerzo daría frutos, y no podía esperar a mimar a sus seres queridos en cuanto obtuviese poder y fortuna verdaderos.