Park Jimin extendió los brazos hasta provocar un chasquido en sus codos. Como el jersey que vestía era corto, se le subió y se le enfriaron los riñones.
Con los párpados aún pegados, se quedó estirado escuchando los pasitos traviesos de unos pajaritos cercanos. A menudo podían escucharse sus patitas de cuatro uñas merodeando por los huecos de las paredes o picoteando el vidrio de las ventanas.
Jimin era su audiencia ciega pues, por mucho que los oyera corretear y silbar, jamás los alcanzaba a ver.
Aquella vez, como de costumbre, en cuanto se movió para mirar hacia la ventana de donde provenía el revoltoso claqué, los picos y las patas desaparecieron de inmediato junto a sus ruiditos. Al captar de reojo movimiento en el interior, los pajaritos de la repisa habían alzado el vuelo asustados, permitiéndole divisar tan sólo la sombra de sus colas al despegar.
Decepcionado por la rapidez de sus alas que de nuevo no le permitía ver sus lindas plumas, Jimin se dio la vuelta e intentó dormir un rato más. Pero pronto el duro suelo ya no le fue tan confortable como en su reciente dormitar, y los huesos de la cadera empezaron a dolerle en cualquier posición que adoptase.
Nunca antes se hubiese imaginado a sí mismo desperdiciando las valiosas horas de un día en la pecaminosa pereza de una siesta. Pero ahora que tenía todo el tiempo del mundo y tan poco por hacer, a la que el sopor le pesaba en las ojeras buscaba un cojín y se tumbaba en el primer rincón que encontrase apetecible.
Estiró su jersey para cubrirse del frío y se incorporó, jugando con la lengua para deshacerse de la pastosidad en su boca. Una corriente de aire frotó sus mejillas hinchadas tras el largo sueño y le puso la piel de gallina. La puerta de la habitación de Sana seguía rota y astillada desde su forzada entrada y, como fastidio del karma, mientras estuviesen allí dentro nada les protegería del viento que se colaba por los pasillos.
A apenas medio metro de él, Jungkook también parecía haber sido víctima de las corrientes incordiantes. Estaba profundamente dormido, refugiado bajo la sábana a medio arrancar de la cama de Sana.
-Anda. -se enterneció Jimin en un susurro, rescatando un folio que se arrugaba entre los dedos inertes del alfa- ¿No te encargabas tú de acabar de ordenar?
El omega devolvió la hoja a su carpeta. Ya sólo quedaban unos pocos documentos por escanear y enviar, y después se acabaría su trabajo allí. Tal vez por eso llevaban un par de días en los que las siestas largas les sentaban tan bien. Porque el final de su excusa para estar juntos se acababa, y dormir era la mejor manera de no seguir avanzando.
-¿Qué hora debe ser ya...? -se preguntó aún somnoliento, girándose para ver el reloj digital sobre el escritorio de Sana.
"16:02 PM", anunciaba con sus líneas de leds rojos, "SÁBADO, 13, FEBRERO".
-Tampoco es tan tarde... -bostezó remolón.
Pero el frío se le había metido en el cuerpo y ya tenía la mente demasiado despierta como para volver a dormir. Entre los ronquidos de Jungkook se escuchó el estómago de Jimin rugir, y esa fue la señal determinante que le obligó a ponerse en pie.
Salió de la habitación con pies de plomo y anduvo silenciosamente hasta la cocina, donde mezcló un yogur natural con unas pocas pasas dulces. Se apoyó en la encimera de la cocina, con el pensamiento holgazán y la mirada perdida, y comió el yogur con una cuchara sopera.
-Ya estamos en Febrero... -rumió, fascinado por el paso del tiempo- Queda nada para primavera...
¿Qué haría él antes de que los pájaros hiciesen sus nidos? ¿Qué haría él con las horas que quedaban hasta el piar del primer polluelo? ¿Qué haría siquiera aquella tarde hasta la hora de irse a dormir? Y cuando tocase despertarse, ¿Qué haría al día siguiente? ¿Y al otro?

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EL OLOR DE LOS JILGUEROS
Fanfiction+18 - BTS - OMEGAVERSE - KOOKMIN / NAMJIN / SOPE El origen del conflicto entre las opuestas manadas de Geum y Cheonsa se remonta a siglos atrás, pero las recientes heridas abiertas entre las familias líderes de ambos territorios tienen a todos sus h...