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Jimin se pellizcaba la chichilla de la tripa. De puntillas y volteándose, se miraba de reojo en el espejo del cuarto de baño. Por detrás tenía otro mirón. Levantaba las cejas, a medias de una tarea de la que se había olvidado, tratando de captar algún cambio delatador en la complexión de su omega.

Jimin se giró de pronto hacia Jungkook y le recordó:

-¿Qué no ibas a por la crema?

Jungkook tartajeó pillado por sorpresa y vació de inmediato el tubo de pomada que tenía entre las manos, rebosando por todos lados la crema mentolada.

-Ala, no malgastes. -le regañó el omega, estremeciéndose bajo la caricia fría de la crema sobre su espalda.

Jungkook la restregó lentamente y a consciencia por sus hombros y brazos con la intención de aliviar los músculos resentidos. Embadurnó la piel marcada por los besos que él mismo había dado, por los mordiscos y arañazos de su desbocada pasión. Masajeó también sus glúteos, acariciando cuidadosa travesura la escocedura entre ellos.

-¡Ungh...! ¡Ahí no! Esta crema... -se quejó Jimin, impresionado por el extraño efecto calmante, pero también frío y cosquilleante, que erizaba su enrojecida piel.

-Cada gota de crema es una disculpita por dejarte hecho un cuadro~ -el alfa excusó el exceso, besuqueando su cuello. Nunca había sido el más brillante de la clase: entre beso y beso, se comió la pomada que él mismo acababa de esparcir- ¡Puej!

Jimin lo apartó, rodando los ojos, y regresó a su vis-à-vis con el espejo.

-Estoy hinchado. -concluyó después de tanta observación- ¿Tú me notas hinchado? Ven, toca.

El alfa, que se enjuagaba la boca bajo el grifo del lavamanos, se limpió los restos de crema sobre sus palmas y palpó el abdomen de su amante. Era suave y calentito. Mullido, si se puede decir. Se agachó un poco y pegó su mejilla. Eso no serviría de nada pero le apetecía.

Desprendido el lazo negro, correa de la muerte, que ahorcaba a Park Jimin cuando se encontraron por primera vez, el omega había mudado y dejado atrás su anterior carcasa esquelética, pálida y quebradiza. A medida que recuperaba su sonrisa, los mofletes se le habían llenado de carne y rubor. Si bien Jungkook se había enamorado de aquel lobo trágico de cuerpo pequeño y mirada vacía que un día fue, le encantaba ser testigo de diminutos pero innegables progresos como aquel; como aquella chicha que ahora cubría su barriga.

Hizo una pedorreta sobre ella. El rabo del lobo negro se escapó para menearse contento de un lado al otro.

-Así no resolveremos nada. -Jimin intentó despegarse- Ya, quita.

-No~ -lloriqueó el alfa, manoseándole la grasa blandita.

-¡Para que lo vas a chafar! -espetó. "¿Chafar a quién exactamente?", preguntaban los ojos refulgentes del alfa- ¡Oh...! ¡Me refiero a que si hay algo... Por supuesto... Eh...! -Jungkook se alejó sorprendido, su cola se había quedado tiesa. Jimin carraspeó- L-lo siento, no debería haberlo dicho así... -masculló abrumado.

Sin embargo, Jungkook mostró una sonrisa radiante de oreja a oreja.

-¿Tan claro lo ves? -murmuró emocionado, alargando los dedos para tocarle de nuevo el vientre.

Jimin se hizo a un lado antes de que llegasen a rozarle.

-¡N-no! No hay manera de saberlo. -sostuvo- ¡Me he equivocado! Y no me toquetees tanto, no me gusta.

Como si pudiera entender que era el protagonista de tanta alteración, el vientre del omega se encogió tratando de desaparecer junto a la inquietud que traía. Jimin gruñó y de pronto le dio por recoger su neceser y doblar las toallas del baño.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora