#5

38 4 3
                                    

Cuando Jungkook llamó desesperadamente a Jin por primera vez, el teléfono comunicó. Tras un par más de llamadas fallidas, Jungkook cargó el cuerpo del omega inconsciente y echó a andar, considerablemente enervado.

Tras casi cuarenta minutos de correr con el omega noqueado a su espalda por la carretera principal en dirección a los territorios Geum, el teléfono le había vibrado y por fin se había podido comunicar con su manada.

-Enseguida te envío ayuda. -había prometido Jin.

Jungkook gritó victorioso cuando reconoció la furgoneta que conducía a toda pastilla en su dirección. Al verlo a él, la furgoneta no redujo la velocidad, más bien aceleró, y frenó de golpe cuando por fin estaban lado a lado, haciendo que el chirrido de las ruedas resonara en la ladera desierta. La goma quemada apestó el asfalto, marcándolo con dos líneas negras.

Su primo y camarada Jeon Sungjin se bajó de la furgoneta, ventilando con la mano el fastidioso hedor a quemado. Dio la vuelta al vehículo y abrió las puertas traseras. La furgoneta era pequeña y gran parte del maletero estaba ocupado con cajas de herramientas y cuerdas. Aun así, el de por sí menudo cuerpo del omega no les dio problemas y encajó entre los trastos. Lo acomodaron en un tumulto de mantas, no sin antes amordazarlo y atarle las manos. Cerraron la puerta y la aseguraron con un candado.

Después se montaron ambos en el vehículo, que dio un giro brusco en forma de U y volvió a irse por donde había venido.

Cuando ya estaban cerca de la frontera entre territorios, Sungjin relajó su forma de conducir y miró a Jungkook por el retrovisor.

-¿Te parece esta una forma de volvernos a ver? –le retrajo, y le dio una palmada amistosa en el hombro.

Jungkook sonrió, tímido pero contento. Echaba de menos a sus camaradas. Con su primo Sungjin, otro alfa, no tenía nada que temer en cuanto a feromonas. Estiró los brazos y se crujió las muñecas, poniéndose cómodo.

Sungjin, quien trabajaba en una empresa de transportes, había sido contactado al acabar su turno por el mismísimo Kim Seokjin. Éste le había dado direcciones sobre ir a Daia, recoger a Jungkook y ocultar a un rehén de la manada Cheonsa. El alfa no comprendía por qué se lo habían pedido a él y no enviaban un coche oficial, pero como se trataba de su primo pequeño, obedeció las palabras del beta sin rechistar.

Jungkook sopló, soltando los nervios que la adrenalina le había creado, y se acabó una botella de agua que había encontrado en la guantera. Las extremidades le cosquilleaban adoloridas por los kilómetros andados.

-¿Qué hacías en Daia? –le preguntó Sungjin, a sabiendas de que su reservado primo le contaría lo mínimo posible.

-Estaba visitando a un amigo. –dijo Jungkook, sin atreverse a mentir del todo.

-Ya veo. –Sungjin se encogió de hombros, insatisfecho pero resignado.

-¿Cómo está Wonpil?

Sungjin no pudo evitar esbozar una sonrisa boba. La noticia de su enlace se había expandido como la pólvora. Se rascó la nuca, algo azorado, y sin apartar los ojos de la carretera dijo:

-Sinceramente, tengo ganas de que llegue el solsticio.

Jungkook no llegó a tiempo de controlarse una mueca de asco.. Al fin de cuentas, escuchar a un familiar hablar sobre su vida sexual no era precisamente agradable. Pero se alegró por la pareja. Su primo siempre había sido una persona sencilla, sin grandes ambiciones, que se unió a una empresa antes de siquiera acabar los estudios. Tras un par de relaciones fallidas se encontró con Wonpil y ahí se quedó. Claro que aún eran jóvenes, pero ambos tenían unos ojos que desprendían la comodidad de una familia bien asentada. Tenían ese aire adulto... Que Jungkook se negaba a compartir.

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora