En Daia no había pájaros cantores. De buena mañana sólo las palomas se atrevían a salir de sus nidos y merodear alrededor de las panaderías. Brillaba un sol blanco que poco abrazaba y la acera refulgía con finas capas de hielo. No había mucha gente paseando a esas horas pero aun así Jungkook ya no se fiaba de las calles. Los pelos en su nuca se mantenían erizados. No quería oler ni media feromona más en lo que quedaba de invierno. Cuando giraban una esquina y se topaban con algún viandante, el alfa lo esquivaba e invadía un poco el espacio de Tae. Taehyung lo miraba de reojo y le hacía hueco cada vez.
El viento estuvo de su parte y no se levantó hasta que decidió traerles consigo el aroma agradable de unas camelias a la entrada del hospital.
Entraron en el edificio abrillantado en lejía y un recepcionista beta salió de detrás de su escritorio para tomar sus datos y, ya de paso, sus chaquetas. Acompañó a Taehyung a la habitación de su amigo de la infancia y mientras Jungkook se quedó en la sala de espera totalmente desierta. Las sillas eran verdes. Rechinaban. Aparte de eso, sólo se escuchaba al recepcionista teclear en el ordenador. A Jungkook no le permitieron visitar al omega.
Se rascó los bolsillos buscando algo de calderilla para gastar en la máquina expendedora del hospital. Un café y un Kinder Bueno.
Dos pisos sobre su cabeza, Jimin se había despertado. Estaba conectado a unas máquinas ruidosas que le ayudaban a respirar y una intravenosa le dosificaba gotitas de un líquido transparente. Los puntos sobre su barriga estaban inflamados y púrpuras. La herida era corta y limpia, tal y como Jungkook había previsto, pero el puñal había alcanzado con puntería el ovario derecho, quedando irremediablemente dañado. Era pronto para saber si habría secuelas graves o no.
-Hola. -saludó Tae, abriendo la puerta blanca y colándose en la habitación con pies de plomo.
Los músculos agarrotados del omega no tardaron en fundirse en una sonrisa feliz.
Jimin estaba pálido y su pulso tembloroso sacudió sus labios blanquecinos. Tae se sentó a los pies de su cama y el omega se quitó por sí mismo la máscara de oxígeno.
-Hola, Tae. -su voz sonaba rasposa tras pasar la noche entubado.
-¿Cómo te encuentras?
-He estado mejor. -se las apañó para bromear.
Una fugaz mirada a los ojos de Taehyung le bastó para notar su inmensa preocupación. Con el dorso de la mano acarició el contorno de su rostro y le peinó hacia atrás un mechón azul rebelde.
El beta le agarró la mano y la presionó contra sus labios, posando un beso fraternal.
Le bisbiseó palabras con cautela. El doctor ya le había avisado de que, a pesar de que el omega aparentase estar estable, su mente y cuerpo estaban muy débiles. Había que tratarle con paciencia y cariño. Por suerte, tenía plenitud de ambos para él.
Los médicos habían intentado extraerle algo de información sobre el incidente, pero había sido en vano. Jimin tenía los recuerdos de la fatídica noche tan borrosos que al tratar de forzar las memorias había sufrido una bajada de tensión.
Taehyung ni siquiera había contemplado una identidad para los agresores más allá de Jungkook. Lo cual le llevó a su próxima preocupación. ¿Sabía Jimin quién era el alfa que le había socorrido?
-Oye... -dijo cuando pudo reunir el valor.
-Dime, Tae, ¿Qué tienes?
-Ayer, después de lo que pasó... ¿Recuerdas aquel chico?
-H-había muchos chicos. –tartamudeó agobiado.
Jimin hizo un último largo esfuerzo por recordar a sus atacantes. Taehyung se dio cuenta de la mala interpretación y se apresuró a redirigirlo.
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EL OLOR DE LOS JILGUEROS
Hayran Kurgu+18 - BTS - OMEGAVERSE - KOOKMIN / NAMJIN / SOPE El origen del conflicto entre las opuestas manadas de Geum y Cheonsa se remonta a siglos atrás, pero las recientes heridas abiertas entre las familias líderes de ambos territorios tienen a todos sus h...