#37

18 5 0
                                    


Kim Taehyung mojaba una magdalena en leche chocolatada. Con la mano libre aguantaba su teléfono, que retransmitía en directo las notícias desde Internet, y el beta las escuchaba con la misma carencia de entusiasmo que con la que lo haría un niño.

Una mujer trajeada y de expresión rígida narraba con estricta seriedad cómo el conflicto entre las manadas de Geum y Cheonsa había dejado de ser un secreto a voces para volverse oficial tras las últimas declaraciones de sus representantes. Con la reciente ruptura de unos pactos que el beta desconocía y los piques constantes entre las familias líderes, la mediación por parte de la Administración Estatal había dado un paso atrás aludiendo la autonomía de las manadas y la guerra se temía inminente.

Notificaciones de mensajes iban saltando en la pantalla y Taehyung las apartaba con el dedo sin leerlas. Sus amigos de Daia se preocupaban por él pero el beta no encontraba el ánimo para contestarles.

La presentadora le dio turno a un atribuido experto que habló más efectista sobre los últimos sucesos en torno al tema:

Que si descontento social, que si reyertas entre lobos, que si manifestaciones, que si amenazas indirectas, que si inflación de precios, que si...

Todo aquello se convirtió en humo al filtrarse por los oídos del beta. Los malos acaecimientos políticos enturbiaban su mente como niebla, mas no eran el objetivo de su abatido sopesar.

-Mi Jimin... -se afligió.

Una vocecilla escondida entre la calima llevaba días preguntándose si verdaderamente quería que su compañero Dandelion encontrase al desaparecido Park Jimin.

Cuando su amigo de la infancia descubriese el destino que Taehyung le había firmado, cuando supiese que al otro lado del apretón estaba la mano de su diabólico padre, ¿Podría perdonarle? ¿Podría comprender lo que le había llevado hasta tal extremo y encontrar siquiera una pizca de compasión para su alma?

Por supuesto que no.

A duras penas se convencía a sí mismo del acierto maquiavélico de sus propias decisiones, no era sensato ansiar la compasión y misericordia de Park Jimin. Él, un lobo en la cima de los suyos; desconocedor absoluto de las consecuencias de una alienación brutal capaz de llevarse por delante olores, nombres y culturas.

Esperar que Park Jimin entendiera las acciones de un huérfano de manada era como pedirle peras al olmo. Lo que Kim Taehyung más deseaba en la vida, su gente y su tierra, el mundo se lo había regalado al omega con su primer llanto. O bien seguía envidiando a su amigo eternamente o tan sólo podría obtener su parte al ruinoso precio de la traición.

Saturada del delicioso líquido marrón, la magdalena colapsó y se hundió hasta el fondo de la taza.

Pensándolo bien, el idilio de una amistad entre un líder y un sin sangre... Se quedaba en la candidez del pasado. Ellos ya no eran niños...

Ahora Taehyung debía velar por sí mismo pues nadie más lo haría por él. Para llegar a Saeda, la manada prometida, no debía entretenerse con la amistad ni el perdón de un camino que jamás andaría paralelo a él.

Taehyung arrugó los músculos de su cara con desazón. No podía deshacerse del cariño en sus recuerdos. Park Jimin, aún siendo el lobo más opuesto a él, le había hecho sentir el más igual...

A punto estuvo de soltar una lágrima cuando se dió cuenta de que, por más que amase a la futura Saeda, ya no era tan bella como solía serlo en su imaginación. ¿De verdad alcanzaría la felicidad allí? ¿O sería el final de sus días oscurecido por todo lo sacrificado? Cuando se levantase una mañana en su nueva casa llena de lobos azules, cuando el olor del hogar fuese el suyo, cuando abriese la ventana y viese campos y campos de verde libertad, ¿Sería feliz o se lo comerían los remordimientos? Cada nuevo brote de hierba, ¿Significaría un comienzo o estaría manchado de pasado?

EL OLOR DE LOS JILGUEROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora