Etna y el deseo

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AURORA

Nuestra llegada a Sicilia fue guiada por un mapa que Deméter nos dibujó. Según mis tíos debíamos hacer este viaje solos, por lo que ellos se quedaron a cargo de Eileifr.

Montamos nuestros caballos hasta lo que llaman el Volcán Etna, que había sido objeto de la disputa de Deméter y Hefesto en algún tiempo.

El viaje fue extraño, montamos a caballo entre nieve,

cabalgatas en un césped verde y entre rocas que parecían no tener fin

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cabalgatas en un césped verde y entre rocas que parecían no tener fin. Fue como pasar por todas las estaciones, lo que explicaba porque Deméter se había aferrado a Etna como suyo aunque la fragua de Hefesto un día se encontró dentro.

— ¿El viaje es más largo de lo esperaba o solo es mi ansiedad jugando una mala pasada? — le pregunté a mi esposo mientras descansamos sentados en una manta bajo un enorme almendro que nos cubría del intenso sol que nos cubría después de pasar por un helado bosque.

— Han sido tres días a caballo — responde mi agotado Dios quien no había podido conciliar el sueño desde nuestra partida.

— ¿crees que vale la pena todo lo que haremos Loki?

— le hará cariño, nos falta poco.

Luego de aquel descanso volvimos a montar por un par de horas hasta llegar a la entrada que nos había marcado Deméter. Como lo había predicho, fuimos recibidos por ninfa Etna, hija de Urano y Gea que vivía protegiendo aquel lugar.

La ninfa nos recibió de manera cordial advirtiéndonos que el siguiente tramo del camino lo deberíamos hacer a pie, nos deseo suerte. Era de noche, fuimos hasta un bosquejo hasta llegar a una cueva con una entrada muy pequeña, nos dimos las manos y entramos llenos de ilusión y miedo.

Una luz azulada se desprendía del agua, un agujero en el sueño rodeado por rocas con runas más antiguas que el universo rodeaba lo que llamaban pozo de los deseos.

Mi corazón se detuvo al divisar de manera tangible la posibilidad que recorrió mi mente por días, la tenue luz azul que dejaba mirar el rostro pálido y sucio de mi esposo que contenía las lágrimas igual de incrédulo que yo. No viviríamos en Asgard aun así le otorgariamos a aquellas maravillosas personas el regreso a su tierra.

— Hazlo por favor cariño — pidió con la voz ronca.

Solté su mano, me paré en una de las rocas con la mirada fija en el centro de las aguas cristalinas, dije una plegaria interna a Zeus, un agradecimiento a Deméter y mande un beso imaginario a la cabeza de mi hijo.

Mis manos temblaban, mis piernas las seguían mientras lágrimas ansiosas corrían por mis mejillas. Ser una diosa tuvo demasiados privilegios en mi vida, devastadores momentos también y dentro de todo aquello la posibilidad de darle hogar a un planeta entero jamás cruzó por mi mente. Desprendí de mi cuello el collar que había cargado por siglos, mire aquella moneda que había sido mi compañera en buenos y malos días. Cerré los ojos

Daylight  - Inspirada en Loki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora