↳;; ❝Volkacio AUs♡

Hold on✨

Donde Volkov y Horacio, ya como pareja, siguen luchando cada día contra sus demonios.

Basado en la canción "Hold on".

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—¿Me puedes explicar qué coño estás haciendo?

Volkov se sobresalta y abre los ojos al momento. Como un adolescente pillado por sus padres, esconde lo que le queda del cigarrillo que está fumando tras su cuerpo, pero es inútil. Horacio se aproxima a él con una expresión que indica que la situación no le está haciendo gracia, y Volkov frunce el ceño.

Lo que menos le apetece en este momento, después del día que ha tenido, es que Horacio se enfade con él.

—Tranquilo. Sólo estoy fumando —Horacio resopla y se cruza de brazos, frente a él. El ruso da las últimas caladas al cigarrillo, bajo la mirada de Horacio. Él prefiere no devolvérsela, por miedo a encontrarse algo que no le gustaría ver en sus ojos.

Como decepción, por ejemplo. La misma que destilan sus palabras cuando responde con un cortante:

—¿"Sólo"? Ah, bueno, entonces vale, entonces de puta madre —ironiza, sin acercarse ni un sólo paso más a él. Y Volkov, por algún motivo, casi preferiría que lo hiciera. Le daría más paz—. Porque que me prometieras que ibas a dejar de hacerlo... ya veo que te la suda completamente, ¿no?

Antes de responderle, apaga el cigarrillo, pisándolo.

—Ha sido un día... complicado, Horacio —sabe que en el punto en el que están cualquier cosa que diga empeorará el enfado de su pareja, pero necesita justificarse.

—¡Esa no es excusa! A ti- - A ti no te gusta que yo beba cuando tengo un mal día —replica, enfadado y gesticulando con las manos—. Yo también... me preocupo por ti, ruso.

—[✨] "Loving and fighting, accusing, denying

I can't imagine a world with you gone

The joy and the chaos, the demons we're made of

I'd be so lost if you left me alone"

("Amando y peleando, acusando, negando

No puedo imaginar un mundo sin ti

La alegría y el caos, los demonios de los que estamos hechos

Estaría muy perdido si me dejaras solo")

Volkov se frota los ojos con la mano derecha, y mira a cualquier lugar menos a Horacio, como si tratara de buscar una escapatoria.

—Horacio... no me apetece discutir —pide, como último recurso. Horacio niega con la cabeza y se muerde el interior de la mejilla. Tiene los ojos rojos, y Volkov sabe que está haciendo esfuerzos por no ponerse a llorar, porque discutir le afecta como a nadie. Sus traumas del pasado, sumados a su propia personalidad cariñosa, hacen que alzarle la voz a alguien que ama sea más doloroso que nada en el mundo.

—¿Y te crees que a mí sí? —pregunta, pero no grita. Tiene un nudo en la garganta que le aprieta hasta el punto en el que le duele incluso  hablar—. ¿Por qué no hablas conmigo y me cuentas lo que pasa en vez de...?

No acaba la pregunta, pero Volkov sabe que se refiere a fumar. Porque le prometió que no lo haría, al ver lo mucho que le preocupaba ese tema. Ambos le habían prometido al otro dejar todos los hábitos perjudiciales para su salud, por el miedo de que a la larga les pudiera afectar.

Iniciar una relación había sido... un descanso. Un descanso en sus vidas, en la rutina de ambos, donde el trabajo y el dolor les impedía ver nada más allá. Donde no había planes de futuro, tan sólo una constante supervivencia día a día de la que sólo eran conscientes mirando al techo antes de dormir.