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Aiyana.

Tengo casi dos semanas o mas no lo se ya que no veo a Adriano al parecer así es el, aparece y desaparece cuando se le da la gana.

Mis días han sido normales a excepción que hoy nos mandaron a estudiar para mañana un examen que tenemos de Derecho Constitucional y de verdad que estoy muy estresada porque a parte que son muchos apuntes los que tenemos, tengo que leer casi la mitad del libro de la asignatura.

Sin olvidar la maldita llamada de ese número desconocido, no se realmente quien sea, creo que ese número me llamo el día de mi cumpleaños ¿o no? Ni recuerdo porque estaba tan ebria que a duras penas podía estar de pie.

Tocan a mi puerta y voy de mala gana esa llamada sin duda alguna ha rebasado mi paciencia que no es mucha que digamos.

Cuando veo a ese hombre vestido de chandal gris, camisa y abrigo negro me quedo estática y las malditas cosas que siento en mi estomago cuando lo veo no paran de revolotear, recuerdo que se ha vuelto a desaparecer y tomo mi actitud seria, el parece darse cuenta porque oculta muy bien la sonrisa el condenado.

Lo hago pasar y me siento un poco incomoda que este aquí en mi departamento a estas horas de la madrugada, pero bueno no voy a desperdiciar la oportunidad de que me de trucos para poder pasar ese bendito examen, nos hemos tomado si quiera 3 tazas de café porque el sueño me vence más a mí que a él.

Mientras él me explica un poco me doy cuenta que tiene ojeras y que tiene como una salpicadura roja en el cuello, me tomo el atrevimiento y mi dedo pulgar hace contacto con su piel, sus hombros se tensan puedo sentirlo y la piel se le pone de gallina.

-¿Qué...que pasó?-tartamudea y me sorprende pues nunca le había pasado.

-Nada...solo que tienes como algo pegado-hablo y como no sale me levanto por toallitas húmedas, me siento nuevamente a lado de él y me inclino un poco y le logro quitar la mancha roja que tenía-ya está, era como una salpicadura roja nada más-hablo y mis ojos se encuentran con los suyos, esos ojos oscuros que me ponen nerviosa, no aguanto más y soy yo quien rompe el contacto-bueno sigamos-hablo tratando de retomar el estudio.

Tengo que aceptar que es muy bueno explicando porque hasta ahora todo lo que me ha dicho y me ha dado palabras claves me han servido.

La alarma de mi celular suena y es donde me doy cuenta que ya ha amanecido, me levanto a apagarla y él se estira en su silla.

-¿Qué te gusta de desayunar?-pregunto tímida no lo voy a negar.

-No, por mí no te preocupes, ya ahora bajo e iré a desayunar con Roth-habla y se levanta.

-¿Roth esta abajo?-pregunto y el asiente-¿desde que llegaste?-vuelvo a preguntar y vuelve asentir-¿Por qué no me has dicho? Pobre hombre ha de estar hambriento, dile que suba que prepararé una pancackes-hablo y el niega con la cabeza-no acepto un no por respuesta, me haz ayudado a estudiar y por obra tuya y del universo me he memorizado todo así que no, se quedan a comer y dile que suba-hablo y no me refuta más.

Me gusta la cocina, así que preparo unos pancackes con café, escucho la puerta sonar y me asomo; veo que Adriano se adelanta, este no me ve y susurra algo.

-Cuando ella salga y yo carraspee agachas la cabeza, no quiero que la veas con esa ropa pequeña ¿entendido? No quiero que se vaya a sentir incomoda-el señor Roth asiente y es donde me doy cuenta que de verdad no he tomado en cuenta mi vestimenta.

Por los Dioses del Olimpo con esta blusa se me notan los pezones y este short ni se diga, parece cachetero. Termino de inmediato el desayuno y por obligación tengo que pasar al frente de ellos para llegar hasta mi habitación, como puedo coloco los platos en la mesa.

El jefe supremo de la mafia ItalianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora