50. SOY UN HOMBRE COMPLETO.

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Aiyana

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Aiyana.

Siento como todo se me contrae. Los dolores cada vez son más intensos y siento que voy a fallecer como Adriano no venga rápido.

No se qué es peor, si haber seguido estando en el shock o que Adriano se haya ido a no se dónde mierda.

-¡¿Dónde MIERDA ESTÁ TU JEFE?!-le grito a Fabrizzio quien golpeo en el pecho mientras las contracciones cada vez vienen más fuertes. Intenta tomarme de las manos pero niego y lo sigo golpeando.

-Ya viene-quiere calmarme pero no basta-hagamos lo que hicimos en años pasados Aiyana, calmémonos...inhalemos y ex...-le doy una cachetada que lo deja quieto y callado.

No estoy para esas mierdas.

-Como a ti no te va a salir un niño por la vagina pues te da igual y no sientes el dolor que sentimos las mujeres-tiro mi cabeza hacia atrás y suelto todo el aire cuando baja la intensidad del dolor.

La doctora viene y me vuelve a revisar.

-Ya estás dilatada, vamos a pasar a la sala de...-niego y grito cuando otra contracción viene más fuerte que la anterior.

-Mientras no venga mi esposo no voy a parir-hablo entre los dientes y ella mira a Fabrizzio quien busca que me ayude a entrar en razón.

-Chiquita tienes que...-vuelvo a cachetearlo.

-Dame tu celular ¡ahora!-chillo y marco su número, contesta al primer timbre.

-Ya voy...-se calla cuando otro grito seguramente le perforó el oído.

-¡NO VOY A PARIR SIN TI!-grito tanto como puedo-¡cómo no llegues a tiempo lo vas a lamentar Adriano Ferrara!-escucho algo pero cuelgo.

Si aprecia su vida, estará aquí en 5 minutos.

Otra contracción viene y está vez mis piernas se debilitan.

-No podemos perder más tiempo, la llevaremos a la sala de partos ahora ¡y te dejas de niñerías Aiyana que para eso soy tu doctora de cabecera! -no dice nada más y vienen unos enfermeros por mi.

El pasillo es largo y en todo el trayecto no dejo de quejarme, llego a un punto en donde me quiebro a llorar.

Yo solo quiero que Adriano esté en el parto de nuestra hija Elena.

-¡Aquí estoy!-escucho los gritos detrás de mí y volteo a ver. Miro como Adriano viene corriendo hacia mi mientras se pone una camisa en lo que recorre a zancadas el pasillo.

Llega exhausto y besa mi frente.

-Vamos nena-nos vamos directo a la sala de partos, no suelta mi mano en ningún momento. Lo detienen antes de entrar a la sala y le piden que se ponga un traje especial para poder entrar.

Me colocan en una camilla y la doctora me indica que me pondrá la epidural, deja mi espalda al descubierto y siento como si me estuvieron arrancando algún órgano al momento de ponerme esa mierda en la espalda baja. Uno de los enfermeros me ayuda a recostarme mientras terminan de preparar todo para el parto.

El jefe supremo de la mafia ItalianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora