ÉIRE
Pasamos toda la mañana al galope. Sin detenernos. Tan solo avanzando hacia el comienzo de Gregdow, y al alcanzarlo nos encaminamos hacia el noroeste. Justo donde se empezaban a vislumbrar las grandes montañas, ciénagas y marismas. El camino hacia Iriam y sus poblados.
Esta vez, no me molesté en ocultarnos por los caminos más recónditos; en cambio, decidí tomar el camino central, donde viajaban los comerciantes, los nobles y la realeza. Dentro de poco debíamos hacer una parada para almorzar, pero decidí que la retrasaría todo lo que pudiese. El viaje hacia Güíjar era corto: tan solo un día sin detenernos. Así que si nos deteníamos para comer extenderíamos ese tiempo unas horas más.
—Está todo demasiado silencioso, ¿verdad? Dime que no soy el único que lo nota —me dijo Audry, ralentizando el paso de su yegua.
Y era cierto. Todo estaba demasiado silencioso. Había viajado por Gregdow ya varias veces, pero esta era la única vez que el silencio era tan apabullante. Tan terrorífico. Porque aquello significaba lo que ya todos nos temíamos: que los monstruos habían empezado a salir del bosque.
—Debemos darnos prisa, Éire. Quizá un mercenario ya ha acabado con las manadas. —Asha nos alcanzó. Sus palabras pesadas, como si hubiese tenido que sacarlas a duras penas.
Yo les miré.
—Tranquilos. Lo tengo todo pensado, ¿de acuerdo? —No esperé a qué respondieran, cuando asentí en dirección a la elaboradora —. ¿Dónde está?
—Está a buen recaudo en una carreta junto con varios guardias. No te preocupes por él.
Audry tragó saliva duramente, tirando de las riendas de su caballo para poder girar en la vereda.
—¿Por qué viene con nosotros? —Arrugó su nariz, evitando mi mirada —. No creo… que sea una buena idea llevarle a una guerra. Si su cuerpo se pierde, cualquier posibilidad de revivirlo será deshecha.
—Confía en mí, ¿está bien? Hemos recorrido tantas veces este bosque, y en todas hemos salido con vida. Si hay alguna forma de revivirlo, estará aquí. —Aún así, ni siquiera yo podía jurar que el plan fuese infalible —. Créeme, si alguien quiere llevarse esa carreta, tendrá que pasar por encima de mi cadáver.
Y estaba siendo sincera. No dejaría que después de meses de desesperación, tratando de mantenerlo intacto para encontrar una forma de devolverle la vida, simplemente viniese alguien y se lo llevara. No permitiría aquello bajo ningún concepto.
Aquel cuerpo era mi último resquicio de esperanza. Aquel cuerpo y… este ejército que me seguía.
Que me seguiría hasta mi venganza.
Pero no solo hasta el corazón de Iriam. No. Hasta muchos más lugares. Porque tenía muchos planes. Muchos más que pensar tan solo en una guerra con mi hermana.Al fin y al cabo, ya había averiguado que eso era imposible. Sin los nobles, no tendría esa corona, y los nobles ya me habían dejado bastante claro que me preferían muerta. Justo como el padre de la mujer que me acompañaba.
Y los súbditos de mi hermana… estaban a sus pies. La adoraban. Así que sabía que aunque alcanzase esa corona en una guerra digna y siendo legítima heredera, no me duraría mucho más que pocos días.
Así que tenía otras ideas. Ideas que, probablemente, surtirían más efecto.
Por lo tanto, no nos detuvimos hasta alcanzar un poblado aheriano. Uno que estaba cerca de Güíjar, pero aún así no lo suficiente como para hacer a mis hombres cabalgar aún más.Avanzamos con nuestros caballos durante dos horas más, hasta que el sol estuvo lo suficientemente bajo como para anunciar que sino almorzábamos pronto lo único que nos quedaría sería la cena.
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Reino de mentiras y oscuridad
Fantasy•Segundo y tercer libro de la trilogía Nargrave. Éire Güillemort Gwen había huido de Aherian tras aquella traición con Keelan, Audry y su nueva criatura acompañándola en su viaje para reclamar aquella corona. Gregdow seguía siendo tan oscuro como s...