ÉIRE
Miré la vorágine de colores que se estampaba en el cielo. El tono malva más suave, el anaranjado más vivo y el azul más celeste. Apenas había nubes que tapasen las líneas que se trazaban en el cielo secuenciando distintos colores en el horizonte.
Yo estaba sentada sobre la tierra, con los rayos de sol palpando mi rostro y calentando mis labios. La nieve hoy se había derretido y solo quedaba un templado día de víspera. El albor del día que tanto había esperado, con el que tanto había soñado tras mi largo recorrido por Nargrave y, sin embargo, sentía que dejaba tantas cosas atrás; tantos cabos sueltos que me gustaría haber atado y tantas conversaciones que dejé a medias o ni comencé.
La carta que escribí dirigida a Ashania el día de su muerte estaba entre mis dedos. Había volcado todo pensamiento precipitado en aquel momento en ella y nunca había sido capaz de leerla tras dejar la pluma en su tintero. Aún así, una vocecita dentro de mi murmuraba que debía permitirme una despedida antes de acabar el año.
Así que repasé con mis dedos el grueso papel mal cortado, la tinta seca pero corrida por las lágrimas y la caligrafía descuidada y fea. El sol marcaba el negro de la tinta, de cada palabra, con aún más fuerza. Y yo lo permitía, porque quería leer cuidadosamente cada letra, regocijarme en mi dolor.
Querida Ashania:
No, esta carta no tiene más destinatario que yo misma. No hay un "querida Ashania", aunque sé que así debería comenzar una carta para ti. Te gustaría que me dirigiese a ti de esa forma, lo sé. Aunque ya no podré confirmarlo. Nunca fue mi intención que esto acabase así.
Creo que debo reafirmarlo.
Me salvaste, me hiciste darme cuenta del valor de nuestro pueblo y del de las criaturas razha. Me has enseñado muchas de las cosas que ahora sé y, siendo sincera, tú serías mucho mejor reina que yo. Tú me encontraste y me ayudaste a levantar a nuestra gente: este movimiento empezó por ti, no por mí.
Y siento haberle hecho eso a Cade. Sé que, de todo, es lo mas imperdonable. Eras una madre ejemplar, la misma que a mí me gustaría haber tenido y le he arruinado eso a Cade. De hecho, se lo he quitado todo. Pero este propósito, estas personas, este plan... significan mucho para mí. Incluso más que tú, Asha.
Me gustaría decir que lo lamento, pero estaría mintiendo. Lo único que lamento es no haberte dado una oportunidad. Lo único que lamento es no admitir que sí, te consideré mi amiga, pero algo más.
Entre nosotras siempre pudo haber algo más y si esto no hubiese ocurrido... quizás hubiese llegado a amarte, Ashania Minceust. Jugaré cada noche a las cartas yo sola, porque es un juego que no puede perderse. Solo en tu honor.
Hay tantos "¿y si?" en nuestra historia. Como: ¿y si Keelan no hubiera estado? ¿Y si me hubiera permitido caer en la tentación? ¿Y si todo no fuese tan difícil? ¿Y si fuese otro momento, otra ocasión? ¿Y si fuésemos otras personas?
Siento haber dejado que eso me parara, pero decir ahora esto es egoísta. He sido tu verdugo y me avergüenzo de ello, pero era necesario. Ojalá, allá donde estés, me odies tanto como yo lo hago.
Te veré tras mi muerte, que ojalá sea pronto.
La hechicera de las bestias
Éire Güillemort Gwen. No. Solo Éire.
—¿Qué ocurre? —me preguntó Audry, acercándose desde la lejanía a mi posición en aquella llanura. Le había dicho que me encontrase aquí cuando el sol ascendiese por el este.
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Reino de mentiras y oscuridad
Fantasy•Segundo y tercer libro de la trilogía Nargrave. Éire Güillemort Gwen había huido de Aherian tras aquella traición con Keelan, Audry y su nueva criatura acompañándola en su viaje para reclamar aquella corona. Gregdow seguía siendo tan oscuro como s...