ÉIRE
—Así que veo que los rumores son ciertos: pretendes invadir Iriam por culpa de tu corazón roto. —Nyliss retorció una de las hebras de su cabello —. Sorprendente, qué duda cabe.
Ladeé la cabeza, observando como la enjuta mujer se servía un trago de vino. Ella no se había sentado a mi lado, ni tampoco había hecho el amago de ofrecerme un sorbo de mi propia jarra. En su lugar, se había dedicado a deambular en círculos por mi tienda, ojeando rápidamente cada cosa que encontraba y esmerándose en hacer que el silencio se alargase todo lo posible.
Aparentemente, Nyliss era tan amable como la recordaba.
—¿Eso dicen los rumores? —inquirí, apoyando mi barbilla sobre mi mano cerrada, mientras la seguía con la mirada. Ella no era verdaderamente mi prima; al menos, no cercana. No sabía exactamente qué parentesco compartíamos, pero nuestro vínculo por sangre era más bien pequeño. Quizá una prima lejana, muy lejana.
Nyliss y yo siempre habíamos tenido una buena relación. Era la única persona del reino que me gustaba, y también la única a la que Idelia le tenía permitido venir a visitarme a palacio. Ambas queríamos formar parte del ejército desde muy jóvenes y fue gracias a su madre que aprendimos a utilizar algunas armas.
De cualquier forma, si mi memoria no me fallaba, no la veía desde la víspera del último día del pasado año, justamente cuando ella me confesó que por fin iba a hacer las pruebas para formar parte del ejército de Helisea. Nunca supe si lo había conseguido, pero me alegré por ella aquel día.
Aunque no pudiésemos cumplir aquel sueño juntas.
—Sí, eso dicen. Aunque no te avergüences por ello, yo creo que tiene su mérito. —Se dejó caer en una silla frente a mí —. Cualquier otra persona estaría lamentándose entre dulces y pañuelos.
—Mm, es muy interesante tu opinión, sí. —Amplié mi sonrisa socarrona—. Pero ante tu visita me surge una duda que me gustaría que resolvieras, Nyliss.
Ella elevó su vaso en mi dirección, como si brindase por mí.
—Adelante.
—¿Qué coño haces aquí? —farfullé.
La mujer de ojos brillantes torció los labios, tratando de parecer ofendida; sin embargo, distaba mucho de ello mientras mojaba sus labios con el alcohol.
—Bueno, pasaba por allí y venía de por allá. —Se encogió de hombros —. No sé, lo normal.
Arrugué el ceño ante su humor. Inevitablemente, me incliné hacia ella.
—¿Por qué no pruebas a ser un poco más concreta?
Por la forma en la que tragó saliva duramente, no estuve segura de si estaba lista para escuchar una respuesta sincera. Entonces, me sujetó la mirada y me pareció ver como sus ojos chisporroteaban. Fueron como fuegos artificiales de color marfil danzando sobre su iris plomizo.
—Hay monstruos que han empezado a salir del mar. Mucha gente ha tenido que huir de Asolium e instalarse en la capital porque las criaturas razha están tomando las ciudades.
Solté un bufido.
—¿Para eso has venido hasta aquí, Nyliss? No entiendo qué pretendes que haga.
Sus facciones se fruncieron, casi como si le desconcertase mi respuesta.
—Se supone que eres la última razha que queda, Éire. Es obvio qué es lo que quiero que hagas —masculló atropelladamente, como si tuviese que escupir las palabras antes de que se engarzasen en su organismo.
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Reino de mentiras y oscuridad
Fantasy•Segundo y tercer libro de la trilogía Nargrave. Éire Güillemort Gwen había huido de Aherian tras aquella traición con Keelan, Audry y su nueva criatura acompañándola en su viaje para reclamar aquella corona. Gregdow seguía siendo tan oscuro como s...