CAPÍTULO XXXV

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ÉIRE

«Cuando ocurrió la caída de Gregdow, Gianna Ragnac, reina de hechiceros y bestias, la última Ragnac de toda una dinastía de reyes y guerreros, era la única de su linaje que iba a unirse a un rey humano: Symond Gragbeam de Zabia, un rey inteligente y audaz, que había conseguido colmar de oro a su reino. Según algunos rumores, esto fue gracias a sus trueques con piratas que desembarcaban en tierras desconocidas y ricas. Solo Symond creyó aquellas ridículas historietas, y por ese mismo salto de fe se convirtió en el rey más rico de Nargrave. Al menos, esto se decía, aunque nada asegura que haya nada más allá de los mares de Vignís salvo agua, y que estos hechos no sean más que mitos.

La supuesta historia de amor entre ambos soberanos no era más que una sospecha por el país, pero muchos aún afirman que el matrimonio se hubiese dado si Rauthier Güillemort no hubiese intervenido.

De Rauthier decían que no poseía cordura —aunque quienes lo hacían solían acabar sin lengua—, ya que contaba con más de una ejecución sin precedentes, era dueño de varias casas de placer para deshonra de su legado, y no consideraba a ninguna mujer para ser su reina. Su majestad solo mantenía esporádicas relaciones con su larga, larga lista de amantes.

Aunque, si nos adentrábamos algo más en la historia de su corte, solo una entre tantas había sido nombrada oficialmente como la amante del rey: Idelia Gwen de Gregdow, quien no poseía más mérito que ser hermana de Serill Gwen, quien en aquel entonces era protectora del reino de los hechiceros y parte del séquito de la reina Gianna. Sin embargo, con el paso de los años, Idelia se labró un nombre por sí misma, derrocando en lo que serían los años siguientes al que había sido su amante con ayuda de Symond Gragbeam.

Además, más de una fuente fiable confirmó haber encontrado monstruos de más de cincuenta varas de altura y hechos de hierro y fuego en los calabozos del rey iriamno. No se conocían sus nombres, pero desde aquel momento se les nombraron "los monstruos del rey". Muchas malas lenguas comentaban que aquellos monstruos eran ni más ni menos el comienzo de un ejército que quería formar, y que quizá el rey estudiaba y capturaba a hechiceros de la casa razha para que creasen más y más; ya que aquellas criaturas no habían sido creadas por ningún hechicero conocido, no estaban registradas ni habían sido vistas más que en el reino de las montañas.

La guerra de los seis reinos comenzó en el año 200, cuando la reina Gianna supuestamente rompió el tratado que impedía que sus monstruos cruzaran las fronteras, al dejar que sus bestias pisaran suelo norteño; y Rauthier, en lugar de dialogar y escuchar concienzudamente a sus consejeros, quienes le aseguraban que ningún monstruo había llegado a dañar a nadie, llamó a sus portaestandartes y juró que Gregdow caería junto con todo el linaje mágico bajo la sombra de su enorme espada de acero.

En ese entonces, la reina de Draba era una joven y enfermiza mujer llamada Mary Ann Cassbeil, y estaba comprometida con el viejo señor del Monte Jesvish, Kiryan Visseyn. Los registros son contradictorios, pero la mayoría afirma que el señor de Jesvish quiso ayudar a Rauthier Güillemort con su conquista de Gregdow, pero Mary Ann se negó porque —según fuentes desconocidas— mantenía una relación cercana con la reina de los hechiceros y las bestias razha. Finalmente, Mary Ann desobedeció a su esposo y envió tropas a Symond Gragbeam para que ayudase a su fiel amiga.

En Helisea, por el contrario, los magísteres cuentan que los señores de Cristalia, la princesa de Asolium, el Conde Fazus que por aquel entonces acababa de llegar a la treintena y hacía poco se había desposado con Aelis de Cristalia, se llevaron hasta altas horas de la madrugada junto con el rey heliseo y su reina para decidir qué hacer en mitad de aquella guerra. Finalmente, decidieron que no iban a posicionarse de ningún lado.

Algunos registros dictan que Rauthier le ofreció al rey heliseo la mano de su primogénita a cambio de apoyo en su conquista, pero Cystenin de Helisea se negó, ya que Rauthier Güillemort no estaba casado ni se sabía de ninguna mujer que esperase un hijo en su vientre, por lo que no deshonraría su honor tomando de segunda mujer a una bastarda.

Reino de mentiras y oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora