ÉIRE
Parpadeé, notando algo húmedo contra mi frente sudorosa. De nuevo, aquella noche, había vuelto a perderme en el mundo de las pesadillas. Con mi madre muerta entre mis brazos y aquel hombre de barba pelirroja rugiéndome que era un monstruo.
Pero yo no lo era. Yo no lo era.
Abrí ligeramente los ojos, intentando tragar saliva con dificultad. Notaba algo de sangre en mi paladar y como mi cuerpo sin fuerzas se estiraba sobre una superficie cómoda. Parpadeé un par de veces y en cuanto enfoqué mi visión vi a Asha frente a mí, sosteniendo un paño mojado en agua sobre mi frente y dedicándome una débil sonrisa.
Cade, quien se asomaba por su hombro, me dedicó una enorme sonrisa al ver que había despertado. Y, de nuevo, como aquel día en el claro, dio algunos aplausos y soltó unas risitas mientras alternaba su mirada entre su madre y yo.
Entonces, noté como las almohadas que se apilaban tras de mí hacían leves movimientos. Arriba, abajo, arriba y abajo, determiné rápidamente. Y aquello…Aquello solo se debía a una cosa: estábamos en movimiento.
Arrugué el ceño e intente incorporarme, pero Asha apenas me dejó erguirme ligeramente mientras me chistaba y me mantenía con una mano sobre mi hombro en mi posición.
—¿Qué…? ¿Dónde estamos, Asha? ¿Dónde están los demás? — Giré mi cabeza levemente, intentando averiguar si aquello era el carruaje de Evelyn y Asterin, pero eso no podía ser porque ese carruaje no tenía el suficiente espacio como para mantenerme tendida en una superficie acolchada. Y, en cuanto vi las paredes de madera con clavos de latón, la larga superficie en la que varios cuerpos se tendían y escuché el restallar de un látigo sobre unos caballos, supe donde estábamos: en el carro de Asha, de camino a Iriam.
—Estamos en mi carro, vamos hacia la capital. Llevas inconsciente unos dos días, así que nos quedan apenas otros para llegar si no hacemos ninguna parada. — Ella pasó su mano por mi rostro y lo despejó de las hebras de mi cabello que se pegaban a el por el sudor.
Tragué saliva y me dejé caer de nuevo contra las almohadas. Nos quedaban dos días…Dos días para llegar a la capital.
Al menos, al girarme, había visto la cabellera obsidiana de Keelan y el cuerpo de Audry, así que sabía que ellos estaban aquí, que ellos estaban conmigo, y por eso mismo el peso de mi pecho se alivianó brevemente.
—¿Qué les pasa? ¿Cómo…? ¿Cómo están? — le pregunté, soltando algunas toses que Asha calmó con unos sorbos de agua de su cantimplora. Supe de inmediato que no era solo agua por el punto amargo del líquido, y porque no era ligera sino más bien densa; sin embargo, me la bebí de un trago y preferí no preguntar.
La mujer tragó saliva y evitó durante un instante el contacto visual.
—Están vivos. Por poco, pero lo están. — Aquello me sirvió lo suficiente como para poder cerrar levemente los ojos —. Aún así, ellos necesitan más descanso que tú, así que no sabemos con certeza cuando despertarán.
—¿Y la princesa y su madre? ¿Dónde están? — pregunté, interesándome por el bienestar de aquellas mujeres. Aún así, Asha negó con su cabeza, dejando que sus pequeñas trenzas se movieran ligeramente, esta vez atrapadas por unas sedas escarlatas.
—No tenemos ni idea. Cade las buscó por la zona de las habitaciones, pero ya no había nadie.
El niño, justo a mi lado, asintió muy seguro. Yo le dediqué un esbozo de sonrisa y él se acercó imperceptiblemente a mí.
Entonces, se inclinó hacia mi oído y musitó — : Están vivas. Confía.
Asentí en su dirección, y preferí pensar que tenía razón. No había arriesgado la vida de mis compañeros para nada al intentar salvar a la princesa. Prefería pensar que aquello no había sido en vano.
ESTÁS LEYENDO
Reino de mentiras y oscuridad
Fantasy•Segundo y tercer libro de la trilogía Nargrave. Éire Güillemort Gwen había huido de Aherian tras aquella traición con Keelan, Audry y su nueva criatura acompañándola en su viaje para reclamar aquella corona. Gregdow seguía siendo tan oscuro como s...