Alerta ⚠️ Contenido sexual explícito.
ÉIRE
—¡Júrame que eso no es cierto! — repliqué entre carcajadas. Sonoras carcajadas que me hacían retorcer, mientras intentaba no escupir aquel sorbo de chocolate de la jarra que compartía con Keelan.
La ventana estaba cerrada, pero el frío de la habitación era algo muy presente, casi palpable, que nos abrazaba con sus puntiagudos carámbanos y nosotros intentábamos disuadir con una enorme manta hecha a mano con ovillos de lana.
—¡Te lo juro! Tuve que hacerme pasar por juglar una vez para conseguir encontrar a la persona que buscaba. Fue en una taberna justo al lado de las cordilleras iriamnas, donde todos hablaban un idioma que yo no conocía y se reían de mi voz abiertamente mientras tocaba un ukelele.
—Es que es un ukelele, Keelan. — Tuve que pausar mis palabras para tragar a duras penas aquel trago de chocolate —. Creo que es más que obvio porqué se reían. Dime, por favor, que llevabas pantalones ajustados.
Él arqueó una ceja.
—Los más ajustados que verás en tu vida. Y finos. Aún recuerdo el frío que pasé. Aunque casi me obligan a ponerme un vestido. Pero, como puedes adivinar, no soy yo mucho de acabar muerto por hipotermia.
Solté otra risotada, apoyándome contra el frío cristal de la ventana, que parecía tan limpio como el resto de la casa. Extrañamente limpio para tener solo tres criadas — más bien dos, ya que eran las únicas que pululaban por la casa al completo — y tantas habitaciones.
—¿Y así atrajiste la atención de una persona? A ver, entiendo el motivo. Pero no entiendo porqué haría algo más que reírse de ti.
El príncipe fingió parecer ofendido, mientras le daba un bocado a uno de los sándwiches que habíamos bajado a buscar después de que la cena pasó y llegó la madrugada. Para nuestra sorpresa, cuando bajamos, nadie pareció estar en el comedor, así que nosotros buscamos comida para cenar por nuestra cuenta en la habitación.
Y aunque ambos nos moríamos de sueño, aún seguíamos manteniéndonos despiertos, bebiendo de nuestra tercera jarra de chocolate y dándole bocados esporádicos a los trozos de pechuga y a los enormes sándwiches que Clarén había apilado en una bandeja.
—Pues sí, lo atraje. Al fin y al cabo, era mi trabajo. — Se encogió de hombros, indiferente, aunque su rostro pareció oscurecerse por un momento.
—¿Por qué lo querían muerto?
—Normalmente, solía ser por tres motivos principales: poder, venganza o amor — respondió, dándole otro bocado aquel sándwich, aún sin devolverme la mirada. Y es que, tal vez, no teníamos que haber sacado este tema de conversación.
—¿Amor? — pregunté yo, confundida.
—La gente, cuando está enamorada, hace cosas desesperadas. Cosas que no haría en otro momento. Pero la mayoría cae en la tentación y acaban buscando una forma de acabar con quien no los amaba, o con quien se interpone en el camino de su final feliz. — Tragó duramente —. De cualquier forma, ahora que lo veo todo con más perspectiva, al final todo solía ser por venganza, por muchos motivos que tuviese esa persona para tomarla.
Puse mi mano sobre la suya, y estaba tan gélida como solía estarlo en el trayecto de Thart a Sindorya, cosa que me tensó durante un instante. Aún así, la sostuve sobre la de él, y entonces fue cuando él elevó de nuevo su mirada hacia mí.
—Bueno, eso es pasado. Todos cambiamos, y tú lo has hecho. Ahora, Keelan Gragbeam, te espera un futuro brillante. Y no sé si me estoy pasando de la raya al decir esto, pero creo que tus padres y Ellie estarían muy orgullosos de ti.
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Reino de mentiras y oscuridad
Fantasy•Segundo y tercer libro de la trilogía Nargrave. Éire Güillemort Gwen había huido de Aherian tras aquella traición con Keelan, Audry y su nueva criatura acompañándola en su viaje para reclamar aquella corona. Gregdow seguía siendo tan oscuro como s...