Lara tiene 19 años y hace 10 que se mudó a Barcelona. Cuando llegó con su padre recién divorciado, se instalaron en la ciudad en un pequeño piso en el centro y su vida cambió por completo. Pasó de vivir con sus dos padres y su hermano en Galicia, a...
El coche aparcó delante de mi casa y Pedri bajó antes que yo para abrirme la puerta. Cogí la mano que me tendió y salí del coche.
- Gracias -sonreí - Te acompaño
Caminamos hasta el portal mientras el chofer esperaba a Pedri. Insistió en acompañarme hasta la puerta de casa, así que entramos y subimos en el ascensor.
Me mordí el labio nerviosa mientras el ascensor subía hasta el tercer piso. Miré de reojo a Pedri, que estaba serio con la mirada fija en la puerta del ascensor. Giró la cabeza y me pilló mirándolo, haciendo que volviese mi vista al suelo. Escuché su leve risa.
El ascensor por fin se abrió. Salí antes que Pedri y me puse de espaldas a mi puerta para despedirme de él.
- Me lo he pasado muy bien -dije - Yo también, me alegro mucho de que hayas venido - Gracias por invitarme - Gracias a ti por venir
Una sonrisa adornó su rostro y se acercó para dejar un beso en mi mejilla. Lo vi entrar de nuevo en el ascensor y me quedé ahí de pie hasta ver que las puertas se cerraban, pero antes de que eso pasase Pedri salió rápido, agarrando mis mejillas mientras me besaba y mi espalda chocaba contra la puerta.
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Su lengua entró con cuidado en mi boca y jugó con la mía con dulzura, era adorable hasta besando. Empujó mi cuerpo contra la puerta y una de sus manos bajó a mi cintura apretándola contra él. Le seguí el beso sintiendo un montón de mariposas en el estómago.
Cuando nos separamos sus labios estaban rojos e hinchados. Me miró a los ojos con una amplia sonrisa y acarició mi mejilla.
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- A la tercera va a la vencida -susurró- mañana nos vemos
Me mordí el labio inferior sonriendo y dejó un pequeño beso en mis labios antes de ahora si bajar por el ascensor. Justo antes de que me girase para abrir la puerta, esta se abrió y mi padre me miró frotándose los ojos.
- ¿Que pasa? -preguntó somnoliento- he oído un golpe - Nada papá, venga a dormir
Entramos los dos en casa y volvió a la cama después de darme las buenas noches. Fui hasta mi habitación sonriendo y me saqué el vestido, colgándolo con el máximo cuidado en una percha. Había sido una noche muy especial y la había acabado de la mejor de las maneras.
