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Olivia estaba limpiado la habitación donde dormía ella con Charles era un completo desastre, llevaban tres días sin recoger nada y el piloto había ido por la compras del super.

Entró al walk-in closet para levantar las camisas y los zapatos de Charles, iba con la canasta de ropa sucia y al llegar al área de los zapatos gritó y dejó caer la cesta con la ropa.

—¡Charlesito!, ¡¿que hiciste?! — gritó entrando en pánico.

Se incó en el piso y el pequeño perrito le ladraba, los converse de Charles estaban todos mordidos, los blancos y negros estaban todos horribles tenía varios de los mismos y todos estaban así, el piloto amaba esos tenis.

Olivia se empezó a desesperar, su novio literal la mataría. Muchas veces, mejor dicho todos los días le decía que no dejara entrar al perro a la habitación mucho menos al closet pero ella no hacía caso, según su perro era tranquilo y fue todo lo contrario, hizo un desastre.

—Perro malo, perro malo — quiso pegarle pero no lo hizo —Ay no, no puedo pegarte Bob, pero por tu culpa puedo terminar soltera.

Olivia se había enamorado de ese chihuahua que su madre tenía en su casa en Los Ángeles, no pudo contenerse y se lo trajo a Mónaco pero el piloto no estaba contento ya que esos perritos eran algo desastrosos.

Y el perro se llamaba Bob, ella le decía Charlesito de cariño y eso más disgustaba a Charles.
Sacó al perro del closet y levantó todos los tenis para ponerlos en el pequeño sofá, caminaba de un lado a otro sin saber que hacer.

—¿Qué mierda haré? — pasó su mano por su cabello —Charles va a terminar conmigo y luego me matará, ama más a estos tenis que a mi — se quejó dramáticamente.

Eran cuatro pares de tenis, no le daría tiempo comprarlos y el se daría cuenta que son nuevos, no los lavaba por que según el se veían cool.
Metió los pares de tenis a una bolsa negra y la amarró con cinta, hizo espacio entre su ropa y ahí escondió la bolsa.

Salió del closet y cargó al perro para bajar a la primera planta y sacarlo al jardín, cerró la puerta y Bob ladraba. Charles muchas veces quiso llevar a regalar ese perro por que siempre le escondía y mordía los calcetines o se orinaba en sus plantas pero nunca lo hizo por Liv, ella adoraba a ese cachorro.

Los nervios se aumentaban cada vez más en la monegasca y trataba de respirar tranquila, Charles no saldría ese día y encargaría los tenis por línea ya vería después que decirle pero no le diría que fue Bob.

—¡Cariño, ya llegué! — anunció Charles y ella saltó en su lugar, corrió a la cocina y trató de sonreírle —¿Qué pasa?, ¿por qué estás tan pálida?, y estás sudando.

Ella frunció su ceño y se hizo la confundia.

—No pasa nada amor, estaba terminando de recoger la habitación por eso sudo.

Charles asintió no muy convencido y sacó las cosas de las bolsas para desinfectarlas y lavar las frutas, ella sacó unos tazones para lavar las frutas ahí.

—Y Bob, ¿dónde está? — le preguntó y ella se tensó al instante —Fue un milagro que no salió corriendo cuando llegué.

Aclaró su garganta.

—No sé donde está creo que en jardín, lo bañaré.

Olivia tenía que tener de buenas al piloto para que no se exaltara o se enojara con ella.

—Voy a preparar una ensalada y pasta — le dijo mirándola —¿Quieres algo en específico?.

—Yo haré el almuerzo amor, tu ve a descansar o a jugar — se acercó a el —Haré un poco de lasaña, ve a tu cuarto de videojuegos.

One shots | Charles Leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora