Capítulo 18

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Evan

Estaba en la cafetería, ya sentando, esperando a Fred y Billy. Ellos, tenían una clase, en la que el profesor no terminaba cuando tocaba la campana del almuerzo, se quedaba, al menos, cinco minutos más hablando.

Por lo tanto, era yo y "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde" de Robert Louis Stevenson.

-¡Oh, por Dios!- escuché cerca de mí y levanté la cabeza, viendo a una chica mirándome sorprendida. Se sentó frente a mí y sonrió- ¿Por dónde vas?- preguntó sonriendo.

-¿Eh?- solté muy confundido.

Era rubia, con ojos marrones y, al parecer, una actitud bastante segura. Ariel, la reconocí ahora sí, la famosa Ariel que ama los musicales.

-El libro, ¿por dónde vas?- estaba tan entusiasmada, que sonreí.

-Ah... Eh...- pensé un segundo- Terminando el capítulo 7- dije finalmente.

Golpeteó la mesa, exaltada y sonrió aún más.

-Ya casi llegas al final- exclamó- Wow.. estás en el capítulo de las ventanas, muy revelador, ¿no?- siguió.

-Aterrador, diría yo- corregí soltando una risa- Pero, si también- asentí.

-Que pedazo de libro- aseguró- Uno de mis favoritos, lo terminé hace poco como por décima vez y...- se detuvo un segundo- Lo siento, ¿cómo te llamas?

-Evan- contesté.

-Ariel- sonrió y siguió- Siempre encuentro algo distinto- continuó- Pero... es tan interesante: la moral, el bien y el mal, como en realidad nunca sabemos que significa, ¿existe el "bien mayor"? ¿Se justifica para hacer algo malo?- habló completamente sumida en el tema- No te pido tu opinión aún, pero ¿te está gustando, Evan?- preguntó.

-Si, definitivamente- asentí sonriendo- Me gusta encontrar la historia oculta detrás de los libros y a los escritores también- agregué- A Stevenson, su niñera, le leía cuentos de terror y tenía pesadillas sobre eso. Así que... imagino porque le interesa tanto- seguí.

-Wow... No sabía eso- respondió sorprendida- Tendré que investigarlo.

-¿Hola?- la voz de Billy completamente confundido, se hizo presente cerca de la mesa junto con Fred, que tenía la misma expresión de duda, al ver a Ariel aquí.

-Ya me iba- se levantó de la mesa- Búscame cuando lo termines, si tienes ganas de hablar- agregó antes de irse- Adiós- me saludó a mí y a los chicos.

-Adiós- contesté. Mis amigos no se movían y los miré sin entender- ¿Qué?

-¿Qué hacía Ariel aquí?- preguntó Fred y ambos se sentaron frente a mí.

-Vio que estaba leyendo un libro que le gusta y empezó a hablarme- expliqué con simpleza.

-Estaba coqueteando contigo- aseguró Billy, muy serio.

-¿Qué? No, claro que no- negué- Solo hablamos del libro- volví a aclarar.

-¿Hablarle de libros a un lector no es coquetearle?

📖📖📖

Antes de irme de la escuela, tenía que hacer algo más, buscar algo, algo que necesitaba.

Fui hasta la biblioteca, en el primer piso y entré. Me encantaba abrir la puerta y que me invada el olor a libros viejos y nuevos. Era amplia, grande y con muchísima luz. Tenía grandes ventanas y pasillos clasificados. El piso era de alfombra y había varias mesas color blanco con sillas, cada tanto.

Fui hasta el último estante de la izquierda, hasta el fondo y me puse de puntas de pie, para alcanzar el ante último estante. Toqué y no pude agarrarlo, así que, intenté otra vez. Nada.

-¿Qué?- susurré para mí mismo.

Fui hasta el escritorio principal con rapidez.

-Hey, Elaine- llamé la atención de la bibliotecaria que estaba de espaldas.

Una profesora de literatura jubilada de la escuela que empezó a encargarse de la biblioteca.

Sonrió al verme.

-Hola, Evan, ¿cómo estás?

-¿Dónde esta "La sociedad de los poetas muertos"?- pregunté, ignorando todo lo demás. Estaba empezando a desesperarme.

-Oh...- pensó un segundo- Ah si, se lo llevaron ayer- aclaró.

-¿Qué?- exclamé asustado.

-Me sorprendí bastante, ¿sabes?- siguió- Siempre te lo llevas tu y...

-¿Cómo que se lo llevaron?- me estaba faltando el aire.

Necesitaba ese libro otra vez. Lo había leído hacía tan poco, pero necesitaba un poco más, un poco más de las palabras del Profesor Keating.

-Lo siento, Evan- dijo sincera- Seguro lo traerán pronto.

-Pero, ¿cómo es que...?

Nadie sabía que ese libro estaba aquí, podía jurarlo. Estaba tan frustrado. El libro estaba básicamente escondido y pocos saben que siquiera existe.

Un segundo...

Sonreí.

-¿Todo bien?- me preguntó la bibliotecaria.

-Si... Si- asentí moviendo la cabeza- Vendré después. Gracias.

Salí de ahí, casi tambaleándome, al comprender y sin parar de sonreír.

Agatha se llevó el libro.

Cartas de amor a escritores 📖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora