Capítulo 122

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Penny

Entré a "Libros acaramelados" y ese aroma maravilloso de siempre, me invadió. Definitivamente, es mi olor favorito.

Pasé por las estanterías, hasta el final de la librería, a las cajas del fondo. No había nadie, por suerte, así que, fui directo a la chica que me atendía siempre. Al notarme, sacó la vista de la computadora y me miró con una sonrisa.

-Hola, ¿puedo ayudarte?- preguntó con amabilidad, como era de costumbre.

-Vine a devolver este- le extendí "Mujercitas", con algo de tristeza al tener que dejarlo.

Me pareció un libro extraordinario de principio a fin. Jamás creí que un libro, pudiera generarme semejantes sentimientos, que el pensamiento de soltarlo o dejar de leerlo, me diera escalofríos de abstinencia. He molestado a cada persona de mi vida hablando de este libro, a Evan más que nada.

Y algo que me pareció extremadamente dulce y que... me hacía amarlo más, era que estuve como diez minutos seguidos hablando del tema y sentí que era demasiado. Me había callado a mi misma, diciendo que estaba hablando mucho y que me debería callar, y literalmente, me dijo que le encantaba escucharme. Así que, seguí y seguí.

Ese "te amo" en la biblioteca, había sido tan genuino y tan inesperado, que no puedo parar de recordarlo con una sonrisa.

-Por supuesto- la chica lo agarró- ¿Te gustó?- preguntó, mientras escribía en la computadora.

-Me encantó- pocas palabras para semejante cosa, pero muy acertadas también.

-Me alegro- sonrió y la saludé, dándome vuelta- Adiós, Penny- volví a girar, confundida, pero ella no estaba detrás del escritorio.

Pensé un segundo, que seguramente, vengo demasiado aquí y ya tiene el nombre de mi tarjeta impregnado en su mente, más la cantidad de libros que he retirado. Además, de que dejarle una caja de libros a un chico llamado Poe, para que pregunte por Agatha, es bastante raro como para no recordarlo.

Seguí caminado y ví entre las estanterías a la última persona que me hubiera imaginado encontrarme.

-¿Gabe?- me acerqué a él y levantó la cabeza al escucharme- ¿Qué haces aquí?- solté una risa.

-Devolviéndo algo y llevándome algo- contestó sonriendo mostrándome un libro en cada mano.

-¿"El resplandor"?- agarré el libro de Stephen King, mirando la portada e increíblemente confundida- ¿Lo leíste?

-Hey, no soy lector, pero... leo, a veces- contestó- Ví la película y... no sé me dió curiosidad lo que dijo la Señorita Evergreen, lo de que todas las ramas del arte tienen un significado distinto- asentí, recordando como se lo había dicho específicamente a él.

-Perfecto- me ponía contenta que estuviera probando diferentes cosas- Y...- ví el otro libro- ¿"El elemento: descubrir tu pasión lo cambia todo"?- cada vez estaba más perdida.

-Ah... Si- respondió algo avergonzado y suspiró antes de hablar otra vez- No sé que quiero hacer, absolutamente nada. No tengo la más remota idea- aclaró- Y me he sentido así desde principio de año, pero no le quise dar importancia. La Señorita Arnold, no paraba de llamarme a su oficina y... terminé diciéndole, que si no me apasionaba nada, prefería no ir a la universidad- explicó.

-Wow...- dije sorprendida- No sabía, creí que te gustaba mucho el teatro.

-Me gusta, pero no para estudiarlo profesionalmente- respondió- Me había recomendado este libro, pero ni siquiera me atrevía a leerlo- entendía perfectamente su situación- Así que, el trato conmigo mismo ahora es... universidad comunitaria hasta que encuentre lo que me apasiona.

Sonreí.

-Me parece bien- aseguré- Y no te preocupes, lo encontrás, yo estaba igual que tu, no mucho tiempo atrás- seguí- Sé que eres capaz de mucho.

-Gracias, Penny- me sonrió él también y siguió su camino hasta la caja, despidiéndose.

Fui hasta la parte de cafetería y me pedí un caramel macchiato, como siempre, para me senté en el sillón, tranquila.

Edgar, apareció saltado a mi lado y ronroneando al instante. Me reí, acariciándolo, era el gatito más lindo del mundo.

-Voy a preguntarte algo ridículo, Edgar- le hablé- Pero, ¿eres Edgar Allan Poe? ¿Acaso reencarnó en un gato?- me miró con esos grandes ojos verdes y soltó un maullido suavemente- Ya lo sé, ya lo sé- negué con la cabeza- Déjeme dudar, Señor Edgar Allan Poe.

Cartas de amor a escritores 📖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora