Me acomodo junto a ella en la cama, pero mirando en sentido contrario. No debo verla; debo tratar, por el momento, de olvidar que tengo a una hermosa mujer en mi misma cama y sin ropa interior. Río sin gracia al darme cuenta de la tontería que mi mente está haciendo. Estoy pensando en no pensar en algo y, por lógica, lo estoy pensando. No me entiendo. Aprieto con fuerza los ojos y ahora me obligo a contar ovejas, imaginando que saltan una pequeña cerca: patético.
Logro dormir un rato hasta que siento el movimiento de su cuerpo a mi lado y su brazo se posa sobre mi pecho. Parece que no he dormido más que un par de horas, pues sigo teniendo mucho sueño. Entreabro los ojos y, tras un rato, mi vista por fin se acostumbra a la oscuridad y puedo apreciar mejor sus rasgos. Tiene las pestañas largas y un rostro inocente. Me habría gustado tocar su rostro, pero temo que eso la despertaría, así que solo acaricio sus brazos hasta que finalmente vuelvo a quedarme dormido.
Ya es de día. Un pequeño movimiento se origina en la parte de abajo de la cama y siento cómo un cuerpo asciende hasta ubicarse a mi lado. Me niego a abrir los ojos o mostrar indicios de que estoy despierto. Puedo sentir que Isabella me está mirando, pero no sé qué es lo que puede estar pasando por su cabeza. Creí que a estas alturas ya habría enloquecido y gritado cualquier cantidad de cosas, tratando de escapar de aquí, pero nada.
Para mi sorpresa, siento sus dedos recorrer mi rostro de forma suave, para posteriormente enredarlos en mi cabello. Ella está demasiado cerca de mí de manera voluntaria, y no lo puedo entender. La curiosidad me gana, así que abro lentamente los ojos para encontrarme con los suyos de frente. El movimiento de su mano se congela y hasta creo que contiene la respiración por un instante.
Me regala una hermosa sonrisa y de pronto, estoy seguro de que me agrada la idea de que sus ojos verdes sean lo primero que vea en las mañanas.
—Buen día, esposa mía —digo tanteando terreno.
—Tienes una linda voz —me dice con voz suave—. Buen día, marido con quien sueño.
Sonrío al creer entender lo que eso significa. Esa es la explicación de por qué está tan cerca de mí y hasta me toca. Una parte de mí sabe que debería aclararle las cosas de una vez, pero también está gritando a mi oído aquella otra parte que me dice que sería un grandísimo idiota si no le saco el mejor partido posible a este momento.
¿Haré el problema más grande? Indudablemente, pero ¿qué hombre con sangre en el cuerpo puede obrar de manera centrada cuando frente a él tiene a una hermosa mujer con el rostro sonrojado y la tela de su pijama marca tan bien todas las curvas de su cuerpo?
—¿Soy un sueño? ¿Estás segura? —pregunto ganando nuevamente una sonrisa de su parte. ¿Cómo llegó ella a esa conclusión?
Sus dedos vuelven a acariciar mi cabello y luego bajan a mi rostro para delinear mi mandíbula, hasta llegar a mis labios. Me parece demasiado entretenido lo que está haciendo como para contenerme, así que muerdo suavemente su dedo y lo retira con expresión extrañada.
—Creo que deberías aprovechar para besarme antes de que te despiertes —le digo, ahora completamente decidido a disfrutar esta experiencia. Posiblemente no pueda acercarme a ella en condiciones tan amigables por un buen tiempo.
Acerca su rostro al mío y nuestros labios se encuentran por primera vez en un beso real, uno suave y tentador que estoy seguro disfrutamos los dos. Sus manos terminan apoyadas en mi pecho mientras mi brazo rodea su estrecha cintura y la acerco, eliminando casi por completo el espacio entre nuestros cuerpos.
—¿Sigo pareciéndote un sueño? —susurro a escaso espacio de sus labios.
—¿Qué otra cosa podrías ser?
Sonrío completamente extasiado del nivel de inocencia que tiene esta mujer, pues evidentemente por su mente no ha cruzado ninguna de las cosas malas que pasan en el mundo y de las cuales puede ser víctima cualquier persona.
—Voy a tener que sacarte esa idea absurda de la cabeza —susurro a su oído y paso a morder suavemente el lóbulo de su oreja.
La escucho reír a la vez que siento cómo se eriza por mi toque. Su piel es un manjar total para mis manos y mis propios labios. Su cuerpo es tan reactivo a mí que no creo haber estado tan motivado antes para generar sensaciones en mi amante. Lamo, beso y succiono sin restricción alguna la piel de su cuello a la vez que me permite deleitarme con los pequeños sonidos contenidos que logran escapar de sus labios.
Sus manos vuelven a buscar mi cabello para enredar sus dedos en él. Hala ligeramente de mi cabello, indicándome lo que quiere que haga, así que muy obediente echo mi cabeza hacia atrás, y recibo nuevamente el contacto de sus labios, pero ahora con una intensidad muy superior a la anterior. Ese beso representa el momento en que creo que más he estado en sincronía con alguien; nuestros movimientos se sintieron como una coreografía perfecta que no necesitó ensayo, y si en ese momento aún quedaba algún tipo de restricción en mi mente, ese beso húmedo y tibio logró borrarlo.
Aunque han pasado muchos años desde la primera vez que tuve sexo, nunca me he sentido tan completo como en este momento, y eso que aún no hemos llegado realmente a ese punto. Mis manos exploran cada rincón de su cuerpo, presionando su piel y memorizando cada curva, hasta que no queda un solo espacio sin conquistar.
—Parece que nos irá muy bien —digo mientras me alejo de sus labios para permitirnos recobrar el aliento y tratar inutilmente de controlar la tensión desmedida y casi dolorosa que tiene ya mi miembro, atrapado en mis boxer.
Beso nuevamente su cuello ubicándome sobre ella. La observo con intensidad y no logro encontrar una sola cosa que físicamente cambiara en ella. Sus manos exploran mi torso y luego mi espalda, generándo pequeños corrientazos que recorren mi columna con cada toque. Todo se siente perfecto, pero luego algo cambia en su semblante.
—¿Qué pasa? —pregunto sin entender en que momento pudo haber el espacio para que algo cambiara.
—Pensamientos pesimistas que no deberían estar aquí, así que sácalos de mi cabeza.
No se que tipo de pensamientos pudieron ser esos, pero no tiene que repetir esa petición, así que sonrío antes de contestar.
—Tus deseos son órdenes.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...