12. PRIMERA CONVERSACIÓN COMO MARIDO Y MUJER

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—No soy tu amo, soy tu esposo —contesto manteniendo el tono y mostrándole también mi anillo.

Sonríe de manera sarcástica.

—Diferimos en el concepto de lo que es un esposo, en lo que debería ser un matrimonio —me muestra la sortija en su dedo —si esto sucedió de verdad, no creo que signifique para ti lo mismo que significa para mí.

Estaba listo para preguntar cuando suena una notificación en mi celular.

—El video acaba de llegar —le digo de inmediato y me paro para ir a la habitación —vamos para que lo veamos.

—¿Por qué en la habitación? —pregunta nerviosa de volver a estar ahí conmigo.

—El único televisor de esta casa está ahí, así que lo transmitiré desde mi celular, para que lo podamos ver cómodamente —luego le sonrío coquetamente —claro que si lo que quieres es que lo veamos los dos muy juntitos desde mi celular, no seré yo quien se oponga.

Se levanta de esa silla y pasa por mi lado aun con algo de nervios, pero decidida y se sienta en dónde parece, ya es su lado de la cama. Entro detrás de ella y demoro unos dos minutos en encontrar el control remoto e iniciar a reproducir el video. Todo comienza con Isabella subiendo las escaleras y robando las miradas de todos en el lugar. Realmente estaba hermosa.

El video duró una hora y cuarto. Isabella estaba seria, aunque durante varias partes del video intervine para indicarle quién era mi abuelo y el resto de mi familia.

—Hicieron una bonita edición, supieron elegir lo más representativo tanto de la ceremonia, como de la recepción —rompo el silencio casi sepulcral que nos rodeaba.

Las lágrimas siguen fluyendo mientras veo como aprieta sus labios hasta dejarlos casi en una línea.

—Llegué en un coche tirado por caballos, mi vestido era blanco y hermoso, la boda y la recepción fue de ensueño, todo lo que una chica puede desear para su boda, ¿no?

Me mira con esos ojos grandes y expresivos y debí repetirme mentalmente una y otra vez que debo aparentar seriedad y serenidad ante ella, debo aparentar tener el control de todo y que nada me afecta.

—Eso supongo —respondo levantando ligeramente los hombros, pues los hombres no es que soñemos con algo tan específico para eso, creo que lo principal es que la novia llegue y tengamos licor para la celebración.

—Eres despreciable —me mira ahora con menos miedo y más resentimiento —me robaste la ilusión, el momento mágico que se suponía debía ser mi boda —ríe de manera sarcástica y el volumen de su voz aumenta cada vez más —no la pude organizar, no disfruté elegir mi vestido de novia, no me entregó mi hermano, no recibí la bendición de mi madre antes de salir de la casa, no te conozco.

Hace una pausa para la cual veo como su pecho sube y baja de manera agitada un par de veces, antes de seguir hablando, pero ahora con la voz más apagada.

—No te amo y aun así me estás exigiendo un hijo. Me estás exigiendo intimidad y que yo cumpla socialmente como la esposa ideal.

Siento el nudo formarse en la base de mi estómago y subir hasta mi garganta prácticamente estrangulándome. Me estoy dando cuenta, que para Isabella, realmente el matrimonio era un paso importante que quería dar. Ella no es como la mayoría de mujeres que conozco, las cuales están conformes con solo convivir. Mi esposa es en definitiva un hermoso diamante, mi diamante, el cual debo saber como pulirlo para no estropearlo.

Pienso en Roberto y sus palabras y no estoy seguro ahora de si hice lo que tenía que hacer, solo sé, que ya está hecho y debo continuar. Pienso por unos segundos mis palabras para no empeorarlo todo e iniciar por fin a pulir mi diamante.

—Prometo no forzarte a estar íntimamente conmigo, ese no es mi estilo —me acomodo mejor a su lado en la cama para poder mirarla más cómodamente —hace un momento simplemente se me salieron las cosas de control. Te elegí porque creo que tienes algo que me gusta y no es solo tu físico, el cual por cierto me fascina.

Ella toma una de las almohadas de la cama y la pone sobre su regalo como si eso pudiera funcionar de barrera entre nosotros. Tal vez no debí haber dicho eso último, pero quiero que le quede claro que físicamente me atrae y que no tocarla representa para mí un gran esfuerzo.

—Conozcámonos y tratemos de hacernos una buena convivencia Isabella, lo único que no me puedes pedir es tu libertad, de resto, lo que quieras —me mira dudosa, no sabe como actuar —Estamos de luna de miel, elige a dónde quieres que viajemos, que quieres que hagamos.

—Todo menos mi libertad, ¿verdad? —confirmo sus palabras con un movimiento de cabeza —quiero mi celular.

Ahora es mi turno de mirarla con dudas, pero no me puedo retractar a mi palabra.

—No creo que exista ya, pero saldremos ahora mismo a comprarte otro —el valor del celular es lo que menos me preocupa, pero no quiero que llame a la policía o le cuenta a alguien que está aquí de manera forzada —nuestro matrimonio salió hoy en la portada de varias grandes revistar de farándula, así que en este momento tu rostro ya está asociado al mío, Isabella.

—¿Por qué me comentas eso? —dice frunciendo el ceño.

—Este matrimonio fue público, miraste el video, fueron muchos los invitados y nadie te vio forzada ni pidiendo ayuda, incluso hasta sonreíste en muchas tomas, no quiero que se te ocurra decirle a alguien, menos a la policía, si lo haces, solo creerán que te arrepentiste y créeme cuando te digo que la policía no te salvará de mí —nuevamente serio la miro —¿Quedó claro?

Estoy de mal genio conmigo mismo, trato de suavizar las cosas y avanzo medio paso, pero luego surge algo que hace que retroceda dos y ella no pueda dejar de temerme.

—Muy claro —responde nuevamente agachando la cabeza y clavando su mirada en la almohada que aún abraza.

—Tenemos que comprar tambien tu ropa, todo a tu gusto. Compraremos todo lo que necesites, no dudes en decir que es lo que quieres y necesitas, no se mucho de artículos femeninos, no sabría adivinar todas tus necesidades.


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