48. CONOZCO ESE ANILLO

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No sentí nada raro en la forma en que Sebastián miró a Isabella, ni en el tipo de interacción que tuvieron, pero ese anillo gigante en la mano derecha de Sebastián sigue causándome malestar. Así que, mientras Isabella descansa, tomo mi celular y le escribo a Christian para que tenga listas las imágenes mejoradas que pudo sacar del video, de modo que pueda revisarlas mañana. Ese es uno de los temas que quiero resolver a primera hora.

No entiendo en qué momento se torció mi amistad con Sebastián. Simplemente, un día dejó de ser el chico alegre y despreocupado para convertirse en alguien casi amargado y taciturno. Si Sebastián está detrás de lo que pasó con Catalina y Juliana, dejará de importarme que sea mi primo y tendré que tomar medidas para cobrarle públicamente la afrenta.

Vuelvo a dejar el celular de lado y observo a Isabella dormir. Nunca me había apegado tanto a una mujer, así que este momento casi mágico que estamos viviendo me llena de temor a la vez que lo disfruto. Este no es el momento para que algún listillo nos quiera meter en una guerra con las mafias.

Nosotros no fabricamos nada ilícito, solo transportamos sus materiales e incluso productos terminados de un punto a otro. El abuelo nos contó alguna vez que él nunca quiso esto, pero, a medida que la compañía crecía, diferentes grupos lo presionaban para que hiciera el transporte bajo la amenaza inicial de quemar las empresas y luego a la familia entera. Por eso nos hicimos fuertes, nos hicimos a un nombre. Seguimos transportando, pero ahora no bajo amenaza, sino por un precio. Somos los "socios" que mejor se mueven por el país e incluso en algunos países.

Trato de analizar la situación de los faltantes con cabeza fría. Evidentemente, el producto fue cargado en nuestros vehículos, el encargado del embarque siguió el procedimiento y los vehículos cumplieron la ruta según lo esperado, llegando a la siguiente bodega, donde al descargar ya teníamos el faltante. No se me ocurre nada, así que prácticamente me estoy mentalizando en que hay que pagar ese cargamento para evitar esa masacre.

En este momento envidio a Noah, quien está lejos de todo esto. Tiene un trabajo normal y, según supe hoy, mujer y una hija. Sonrío con algo de amargura al pensar que, incluso sin proponérselo, me lleva nuevamente la delantera. Él tiene mujer y ya tiene una hija, mientras que yo tuve que hacer lo indecible para casarme. Hasta sin proponérselo es el heredero perfecto que siempre quiso el abuelo.

Pensando en eso, me alcanza el sueño. Despierto como siempre unos minutos antes de que suene la alarma, así que la desactivo y salgo a trotar y hacer algo más de ejercicio. Eso me ayuda a despejar un poco la mente, así que cuando vuelvo a la habitación, ya tengo en mente un par de cosas.

Realmente no tengo afán de que Isabella inicie a trabajar, pero es tan terca que sigue insistiendo en ese tema. Logro convencerla de que si trabajamos los dos en este momento, no podríamos dedicar tiempo a buscar el apartamento y decorarlo.

—Bien —cede por fin—. Tienes razón. Además, eso me dará una excusa para hostigar a mi hermana hasta que me perdone. Haré que me acompañe a buscar y, cuando tengamos varios lugares bonitos en la lista de elegibles —me abraza—, vamos tú y yo a escoger.

—¿Nada que te quiere hablar? —Niega con la cabeza.

—Incluso mamá ya habló con ella. He decidido aparecerme en el hospital hasta que se canse de verme y me perdone.

No tengo hermanos, así que no comprendo del todo ese pensamiento, pues mi primer impulso es decirle que si no le quiere hablar, que no le ruegue; al fin de cuentas, Isabella no la necesita para vivir. Bueno, no es que no lo haya dicho; sí alcancé a insinuar algo y su mirada me frenó en seco, advirtiéndome que yo no quería seguir por ese camino. No es que le tenga miedo a mi esposa ni nada por el estilo, pero no quiero quedar sin sexo más del tiempo estrictamente necesario, por eso estoy haciendo ejercicio de más.

—Y si busco el espacio y voy contigo al hospital —trato de ayudar.

Estoy corto de tiempo, pero ese problema lo ocasioné yo, así que creo que es lo justo.

—No te preocupes, en su mente la culpable soy yo, no tú.

Parto entonces para la oficina. Participo en un par de reuniones importantes y, al salir del salón de conferencias, me encuentro con un Christian con cara de angustia.

—Vamos a la oficina —le digo, sabiendo perfectamente que lo que va a decirme no es algo que quiero que alguien más escuche.

Cierra la puerta tras de sí una vez que entramos y se queda de pie hasta que le indico que se siente.

—¿Qué pasó con las imágenes que te pedí del video? —pregunto, serio, al saber que el problema es por ahí.

—La información no está, señor —dice, extremadamente nervioso—. Esta mañana, cuando llegué, revisé la carpeta con todo el trabajo que tenía hecho y estaba en blanco.

Me inclino hacia el frente, seguro de que mi expresión facial no es la más amigable.

—¿Cómo dices? —Lo amenazo con el tono.

—Analicé y limpié el video al otro día de que usted me lo entregó. Borraron todo dos días después y no generaron alertas. Faltan dos minutos de grabación en las cintas de seguridad de esa noche; sabían qué hacer y qué buscaban.

Es indignante. Esto no debería estar pasando. Tengo ganas de golpear al imbécil frente a mí, desquitarme y tal vez eso habría hecho si hubiera llegado con las manos completamente vacías.

—Solo sobrevivió esto que alcancé a imprimir y que había guardado en este sobre —con mano temblorosa me entrega un sobre de manila café, del cual extraigo la imagen perfecta y ampliada de la mano y el anillo.

—Sal de aquí y no te quiero ver hasta que averigües cómo pudo desaparecer esos dos minutos de grabación y si eso ha pasado antes. Si faltan más minutos, quiero saberlo.

—Sí, señor —el hombrecillo sale a paso apresurado y cierra nuevamente la puerta.

Sostengo la fotografía en mis manos y no necesito apreciarla mucho más para tener la certeza de que he visto ese anillo antes.

—Definitivamente, ella sí es una buena elección —esas fueron las palabras que Sebastián dijo a mi oído ayer.

¿Qué quiso decir con eso? ¿Sebastián representa un peligro para Isabella? ¿Tanto desea ser el líder?

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora