25. NO CAER RENDIDA A SUS PIES

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No estoy segura de cuántos dormimos, pero al abrir los ojos, me siento extraña al encontrarme desnuda en la cama y, obviamente, algo cohibida al darme cuenta de que Alexander también lo está. Su brazo descansa sobre mi cadera, así que trato de salir de la cama lo más suavemente posible para dirigirme al baño. Sin embargo, no soy lo suficientemente sutil, pues su brazo ajusta el agarre y me pega a su cuerpo.


—No soy un osito de peluche, ¿lo sabías? —digo en broma al hombre que, según veo, no quiere salir de esa cama y tampoco dejarme salir.

—Claro que lo sé —responde, manteniendo los ojos cerrados—. Sería enfermo hacer lo que hicimos anoche y esta mañana a un osito.

Río por la ocurrencia.

—Debo ir al baño, de verdad me urge —digo nuevamente, tratando de levantar su brazo sin mucho éxito hasta que su celular empieza a sonar.

—Te salvó la campana, pero luego vuelves a la cama, tengo sueño —dice por fin, liberándome y abriendo los ojos para buscar su celular en la mesa de noche.

Salgo corriendo para el baño y cierro la puerta con rapidez. Realmente necesitaba entrar y, tras hacer lo que tenía que hacer, me paro frente al espejo y observo mi cuerpo con detenimiento por un momento. Paso con suavidad mis manos por mis senos para, posteriormente, deslizarla por mi vientre hasta rozar mi sexo. Sonrío tontamente al recordar todo lo que sucedió hace unas pocas horas y lo mucho que lo disfruté.

Sacudo la cabeza y me obligo a volver a centrarme. Es verdad que lo disfruté mucho, pero no puedo simplemente caer rendida a sus encantos como una polilla hacia el fuego. Ese hombre no es bueno, así por momentos quiera creer lo contrario.

Abro la puerta del baño y lo alcanzo a ver a lo lejos, hablando en el balcón con cara de mal genio por su celular. No sé qué pasa, pero su gesticulación es diferente a la que usa conmigo. Claro que también puede ser efecto de la distancia y del hecho de que sigue sin una sola prenda puesta y eso puede estar afectando mi concentración. Busco en el suelo mi camiseta del día anterior, pero aparece primero la suya, así que no lo dudo y me la pongo de una.

Es una camisa que, indudablemente, me queda grande. Es ancha y larga, cómoda para lo que quiero. Camino hacia Alexander y alcanzo a escuchar que está hablando de un dinero que, en apariencia, hace rato le deben y debe hacer efectivo el cobro. Le entrego una fruta y me siento a mirar la playa y el mar mientras me como la mía y él termina su llamada.
El volumen de su voz y su tono baja apenas llego junto a él.

—Creí que habías pedido un mes completo de vacaciones —digo una vez termina la llamada.

—Así es, pero tal parece que de vez en cuando seremos interrumpidos —muerde su manzana y mira muy animado hacia la playa—. ¿Hoy sí tienes ganas de meter los pies en la arena? ¿O nos seguimos quedando aquí? —dice regalándome una sonrisa acompañada de una mirada muy sugestiva.

Río por lo atrevido de este hombre.

—Hoy sí salimos, así que debemos ponernos algo de ropa —respondo animada y poniendo todo mi empeño en mantener mi mirada en su rostro y no en aquella otra parte de su anatomía, la cual exhibe con una naturalidad que me aterra.

Estoy segura de que está disfrutando ver mis expresiones. Siento que sabe lo que estoy pensando en este momento y por eso su sonrisa.

—Necesito un vestido de baño y otras cosas —digo recordando que, al no saber que habría una playa en mi futuro inmediato, no compré uno en el centro comercial—. Alistaré la ropa para vestirme.

Paso por su lado y me atrapa, acercándome a su cuerpo y hablando muy quedo a mi oído.

—Te queda muy bien mi camisa, no imaginas las ganas que tengo de quitártela.

Miro su rostro y siento un movimiento leve en su parte baja que roza contra mi cuerpo, así que le doy un par de palmadas en los brazos, cual si fuera un niño pequeño, y me alejo de él.

—Compórtate, no somos conejos.
Entro a la habitación, escuchando su risa de fondo, y me pregunto si estaría mal volverlo a hacer. El sexo se siente bien, pero no sé si debería ponerle un límite a este hombre para que no se acostumbre a que sea siempre cuando él quiera. Lo malo es que, apenas me besa, todo en mí se activa y lo deseo también.


Mientras alisto la ropa, Alexander pasa al baño. Estoy en eso cuando miro mi celular sobre la mesa de noche y dudo sobre qué hacer con respecto a mi familia. Mis hermanos me han escrito para saber cómo estoy y si es verdad lo que les ha dicho mamá. No sé qué contestarles; menos aún me he animado a llamar a mamá, pero quiero saber cómo está.

Soy una cobarde, pues al final me decido a dejarle un mensaje de voz diciéndole que la quiero mucho, que estoy bien y que quiero saber cómo está. Cuando termino el mensaje, levanto la vista y veo a Alexander parado en el marco de la puerta del baño, observándome. 


Indudablemente, escuchó el mensaje.

—Me encargaré de que tu relación con ella vuelva a estar bien —me dice, serio, acercándose a mí—. Por el momento, sé que tú vivías con ella y eras la única que la cuidaba, así que he conseguido una enfermera para que la acompañe y cuide.

Lo miro con asombro ante lo que estoy escuchando. Así sea verdad, no creo que ella aceptara una cosa así.

—¿Ella aceptó que alguien la cuidara?

—Fue difícil para Roberto lograr eso, pero sí —responde, dirigiéndose al armario y empezando a vestirse—. Tu mamá es muy terca, no le gusta recibir ayuda.

Eso es verdad. Ella no quiere dejar de sentirse fuerte. Tras la muerte de papá, quedó con una pensión mínima, así que fue muy difícil para ella sacar adelante a tres hijos pequeños. Trabajó muy duro para ayudarse con los gastos de la casa hasta que todos crecimos lo suficiente para empezar a ayudar. Afortunadamente, mi padre nos dejó casa propia y no tuvimos que sufrir por pagar arriendo.

—Tu amigo logró una hazaña haciendo que ella aceptara. Ahora espero que quiera hablar conmigo y me devuelva el mensaje en buenos términos.



NOTA DE AUTOR

Pregunta seria chic@s, ¿Qué le responderían a Isabella? ¿Es sano o no es sano tener relaciones sexuales tan seguido? ¿Debe o no debe ponerle un tatequieto de vez en cuando a Alexander?

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora