17. ¿A DÓNDE IR DE LUNA DE MIEL?

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Estos días han sido extraños y agitados, pero los estoy disfrutando. Soy un hombre de veintiocho años, pero desde hace dos días siento que he regresado como diez años en el tiempo y puede que más. Me masturbo a escondidas en un baño, me cuelo en los vestidores de las tiendas, robo besos y estoy detrás de una mujer en busca de su afecto. Así de loco está todo.

Puede que ella crea que soy un patán y tiene razón, pero no existe para mí otra forma de tratarla y mantener su respeto de paso. Hace un momento se ofendió por el pequeño juego de miradas con la chica de la tienda y realmente me sorprendió eso; se sintió como si de verdad le importara y me gustó esa sensación de ser cuidado. Su reacción ha sido algo infantil, pero eso no elimina lo bonito del gesto. Por eso, muy a mi manera, debí mostrarle una parte de mi personalidad que necesito le quede muy clara.

Me comprometí a respetar esta "relación" y eso trato de hacer, pero no por eso voy a dejar que mi bello diamante se me salga de las manos. Necesitaba encontrar la forma de mantenerla en cintura y creo que la forma más fácil, y la cual estoy disfrutando, es por medio del acercamiento físico. Su inexperiencia es tan palpable que me divierte y excita por partes iguales.

Cuando sale del vestidor, está tan roja que la dependienta le pregunta si está bien. Pago todo y le pido a alguien que guarde todo en el vehículo. Isabella me mira con incredulidad cuando le entrego el montón de bolsas a uno de mis hombres.

—¿De verdad nos siguen?

—Así es —respondo tranquilo—, es por seguridad de los dos. Ya te acostumbrarás.

Ella mira al hombre alejarse con todas las bolsas.

—No me había dado cuenta de que fueran tantas cosas —creo que está tratando de recordar todo lo que pidió, así que le cuento que agregué unas cuantas prendas de más.

Pasamos por el equipo celular, el calzado y, por último, la ropa.

—Son demasiadas cosas —dice Isabella, mirando nuevamente la cantidad de bolsas—. Todo eso debió costarte un ojo de la cara.

Sonrío ante esas palabras, pues considero que las cosas que ella eligió fueron muy pocas, así que me vi en la obligación de incluir algunas otras por debajo de cuerda, y obviamente algunas que yo consideré se le deben ver muy bien.

—Conmigo no tienes por qué preocuparte por dinero. Ese será siempre el menor de nuestros problemas. Recuerda que te prometí lo que quisieras —tal parece que ella no dimensiona aún mi poder.

La experiencia de compras con Isabella está resultando diferente a las que he tenido con otras mujeres. Está adquiriendo en su mayoría prendas prácticas y cómodas, las cuales, aunque se le ven muy bien, carecen del glamour con el que estoy acostumbrado a ver en una mujer. Así que, por el momento, no la voy a presionar, pero esta jornada debemos repetirla en un futuro cercano.

Es raro que no me pregunte cómo le quedan las prendas y que hasta el momento no haya incluido accesorios como joyas, relojes, bolsos, correas y todo eso que le llama tanto la atención a las mujeres.

—¿Podemos dejar así por hoy? Estoy cansada y tengo sed —la miro sorprendido de tener a una mujer que le dice no a las compras para ella.

—Claro, me haría bien una gaseosa —respondo secundando su idea.

—Sí, con mucho hielo —continúa hablando—. Estoy realmente cansada.

Vamos hasta la plazoleta de comidas, compramos las gaseosas en un local cualquiera y caminamos hasta las mesas.

—Nunca habría imaginado mi primer día de luna de miel en un centro comercial y tomando gaseosa en la plazoleta —río un poco por la situación.

—Yo menos —responde ella, nuevamente tentándome con la forma de sus labios en la pajilla de la bebida.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora