Hoy sentí temor real por primera vez. Digamos que crecí sabiendo la posibilidad de un secuestro o simplemente ser asesinado por algún idiota con ganas de poder o venganza, pero nunca tuve que preocuparme realmente por proteger a alguien más. Mi abuelo sabe defenderse, mis tíos y primos también, pero Isabella es otra historia, y lo que pasó ni siquiera debí considerarlo un peligro real, solo una situación a la cual debía darle manejo.
¿El abuelo y papá pasaron por lo mismo cuando encontraron a mi madre y a mi abuela? Creo que ahora entiendo por qué el abuelo dijo que una relación y un hijo me ayudarían a ser más aplomado, a pensar mejor las cosas antes de actuar. Si quiero el bienestar de Isabella y de nuestros futuros hijos, necesito ser más cuidadoso, más listo. Hoy ni Richard ni Liam llegaron a ese lugar buscándonos, solo fue un evento que yo debí haber imaginado.
—El mundo es complicado, en especial el mío, Isabella, pero te prometo que te cuidaré, seré mucho más cuidadoso de ahora en adelante.
Sé que debo estar haciendo que se cuestione algunas cosas, debe estar tratando de descifrar el significado de mis palabras, las cuales acabo de pronunciar cual si fuera una especie de brujo de esos que en las películas hablan con acertijos que son comprendidos con el pasar del tiempo. Soy un egoísta, un maldito egoísta pues no me arrepiento de tenerla a mi lado aunque sé el peligro al cual la expongo.
—Dame fuerza, Isabella —digo halando su labio inferior y pegando sus caderas a mí para posteriormente alzarla y que sus piernas rodeen mi cadera—. Nadie volverá a hacerte sentir incómoda como hoy con Liam, te lo prometo —beso sus labios mientras la llevo hacia la cama—, que me volveré más fuerte y todos lo pensarán dos veces antes de meterse con nosotros.
La urgencia de sentirla me corroe, necesito su cuerpo y validar que está bien para hacerme sentir tranquilo. Esta noche, en especial, necesito motivación y la mejor que encuentro está en sus gritos de placer, en aquella piel aterciopelada que se eriza con mi tacto y que toma una hermosa coloración rosa al ejercer más presión de la debida. Tengo hambre, tengo sed de ella y temo que hoy la dulzura ni la mesura son mis guías en esta cama.
La hago mía cuantas veces mi propio organismo me deja, aun cuando sé que ella está cansada, aun cuando sé que se extraña por mi motivación excesiva esta noche, pero no me importa pues mi alma necesita de forma consciente esta recarga con la suya. La escucho gemir, la escucho gritar mi nombre una última vez estando acostada boca abajo mientras cubro su hermosa piel con la mía y me permito sin tapujos, sin restricciones que ella escuche todo lo que quiero expresar en la intensidad del momento.
Caemos rendidos uno en brazos del otro, pero aun así, mi conciencia se niega a apagarse y dejarme descansar. Mi Isabella descansa plácidamente y aunque aquí van a ser las cinco de la mañana, salgo de la cama y tomo mi celular para organizar un par de asuntos.
—Qué sorpresa —contesta la voz al otro lado de la línea—. Creí que no sabría de ti en un par de semanas más, ¿problemas en el paraíso? —dice mi primo Sebastián.
Mi mirada en este momento debe ser muy hostil, pero afortunadamente él no la puede ver en este momento.
—Nada de eso, primo, se llama responsabilidad, al fin de cuentas tendré que dirigir este negocio pronto, no lo puedo simplemente abandonar —el silencio de fondo me confirma cuánto le duelen mis palabras, así que acabo de causar el efecto deseado.
—¿A qué debo el honor de tu llamada? —masculla por fin.
—Necesito ayuda con algo, hay que cobrar una deuda a un "colaborador" colombiano y necesito que envíes un mensaje claro sobre las consecuencias.
Sebastián no es bueno en materia administrativa, pero sí lo es haciendo que la gente lo respete, y aunque no me agrade admitirlo y normalmente trate de frenarlo, en este momento él tiene lo que a mí me hace falta.
—¿Por qué me necesitas? Normalmente para eso tienes a Roberto y tu séquito —pregunta curioso.
—Necesito que mandemos el mensaje como familia, que se den cuenta de que tenemos peso y muchos ojos sobre ellos y no será el mismo mensaje si solo está Roberto como emisario, así que necesito que te apersones. ¿Lo harás?
—Un mensaje como familia recordándoles que somos fuertes, claro que sí —habla entusiasmado Sebastián—. Fuera de eso me deberás un favor que podré cobrar en algún momento.
—Bien, Roberto te dará los detalles y espero tu informe de la situación, no te contengas —cuelgo la llamada.
Siempre los negocios que me había asignado el abuelo los había manejado solo, sin apoyo de mis primos, pero lo que acaba de pasar me ha hecho reflexionar. Mis habilidades no son las mismas que las de mis primos y no puedo garantizar la seguridad de Isabella si no me hago fuerte, así que me tragaré parte de mi orgullo por ella a fin de perseguir un objetivo mayor.
No puedo creer que le deberé un favor a Sebastián, precisamente a él.
Vuelvo a la cama y por fin puedo descansar un rato. Isabella no está a mi lado cuando vuelvo a abrir los ojos y solo me tranquilizo cuando escucho el sonido de la ducha. Un baño, también necesito uno, y dicen que se ahorra agua cuando uno se baña en pareja. Hay que pensar en el planeta y en los recursos que se les dejarán a las futuras generaciones, ¿verdad?
Tal vez no ahorramos mucha agua, debo admitirlo, pero fue un muy buen baño. Pensé en actividades para realizar sin mucha probabilidad de encontrarnos gente indeseable en el trayecto, así que en el resto de nuestro tiempo aquí, fuimos de excursión en kayak por cuevas marinas, buceamos y fuimos de fiestas en cruceros desde el atardecer y, obviamente, volvimos a repetir la competencia de castillos de arena, aunque el resultado para mí no fue muy diferente al de la vez anterior.
Mañana debemos regresar a Nueva York y con ello afrontar ahora sí la realidad.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...