84. RESCATE

15 3 2
                                    

Lo único que se escucha es el sonido de los sapos y, quizás, de grillos, junto con el de otros animales pequeños que no sé identificar. Richard tiene una mano levantada, pero cuando la baje, todos ingresaremos a esa casa tratando de tomarlos a todos desprevenidos. El viento helado golpea mi rostro, pero estoy muy lejos de sentirme fresco. El momento decisivo está tan cerca que lo único en que puedo pensar es en llegar hasta esa puerta metálica y liberar a mi mujer.

—Calvin —alguien llama desde dentro de la casa, a quien supongo es el muerto que quedó sobre la hierba.

La puerta se abre y sale otro muchacho, igual de joven que el anterior, pero con la cara llena de piercings y vaya a saber uno dónde más. Un pequeño sonido de sorpresa escapa de sus labios al encontrarse cara a cara con Richard, quien, sin demora, lo golpea en el vientre, haciéndolo doblarse y expulsar todo el aire, evitando que grite y alerte a los demás. Al segundo siguiente, un gancho en el rostro lo tumba al suelo.

—Aún no lo maten. Ámarrenlo y ahora lo entramos.

Suerte. La suerte está con Richard. No puedo pensar en nada más. Estoy mirando la maldita puerta abierta y, por la hora, no creo que más de dos personas estuvieran despiertas. Entramos de manera silenciosa y, para cuando uno a uno abren los ojos, ya hay un arma apuntando a sus cabezas.

Miro a todos lados, pero solo falta la chica, así que me desplazo hacia el fondo, donde se supone está la puerta metálica, la cual encuentro entreabierta.

—Todo esto es tu culpa, maldita —escucho la voz de una mujer adentro—. ¿Qué tienes de diferente a las otras? Se suponía que solo eras un trabajo más. Pero yo no voy a morir aquí, ni mi novio tampoco, así que ven aquí.

Con cuidado, me asomo y encuentro a una mujer de unos treinta años, con cabello castaño y rostro magullado, halando a Isabella del brazo para obligarla a salir del rincón de la cama en que estaba encogida. En medio de lágrimas, Isabella mira hacia mí y su rostro muestra tal sorpresa que la mujer, por reflejo, mira hacia mí también. Antes de que ella reaccione, levanto el arma y disparo. El sonido parece amplificarse en medio del silencio de la noche y, poco después, es acompañado por el grito de dolor que emite la mujer.

Fausto entra detrás mío y va hacia la mujer, esquivando el charco de sangre que se está formando en el piso, y toma el arma que ella acaba de soltar. Mientras eso pasa, yo voy hacia Isabella y la beso y abrazo con desesperación. Miro rápidamente el lugar y me doy cuenta de que el desgraciado pensaba tenerla mucho tiempo aquí.

—¿Te tocaron? ¿Te lastimaron? ¿Te hicieron algo? —hago que me mire mientras responde.

—Solo ella me golpeó una vez, cuando me negué a seguirla al sótano del edificio —observo su rostro y efectivamente tiene el labio lastimado—. Aquel hombre dijo que me necesitaba viva y sana.

Ya no me siento mal por haberle disparado a una mujer.

No quiero que vea lo que sea que Richard tiene planeado con estos hombres, simplemente no quiero que tenga detalles de nada, así que trato de sacarla tan rápido como puedo de aquí. No me agrada que Isabella me viera usando un arma, pero no podía permitir que aquella mujer tuviera tiempo de reaccionar y la lastimara; preferí dispararle. Afortunadamente, no fue una herida fatal e Isabella alcanzó a darse cuenta de eso.

—¿Tienes listo un lugar seguro para llevarla? —pregunta Richard al verme pasar.

—Al mismo lugar en que Sebastián escondió a mi tía —respondo seguro—. La dejaré y vuelvo.

—No, no me dejes.

La voz de Isabella sale casi en un susurro mientras mira con ojos desorbitados a los hombres arrodillados y con las manos detrás de la cabeza. Aunque muy posiblemente lo que más le impactó fue el chico muerto adornando la entrada.

La ignoro y la obligo a caminar para salir de la casa.

—Lo siento, amor, pero todo termina esta noche, te lo prometo —digo mientras caminamos.

Tiembla como una hoja mientras caminamos, así que la tomo por la cintura, pegándola a mi cuerpo para que pueda tener apoyo al caminar el tramo necesario hasta llegar al vehículo. Una vez adentro y solos en la parte de atrás del vehículo, se deshace en llanto. Trato de reconfortarla, de hacerle entender que el peligro ya pasó.

—No me dejes sola esta noche —suplica.

Siento que el alma se me parte, pero tengo que hacerlo. No estaría enviando el mensaje correcto si no termino las cosas o si espero mucho tiempo para hacerlo.

—Prometo volver a ti tan pronto como pueda. Necesito garantizar que nadie más se vuelva a acercar a nosotros.

No está convencida de mis palabras; necesita mucho más y la entiendo. Pero en este momento su mente no está para ser receptiva a todo lo que yo argumente, así que solo la abrazo hasta que por fin se queda dormida. Su cuerpo se relaja contra el mío y su respiración se vuelve más suave, aunque de vez en cuando pequeños suspiros escapan de su pecho como consecuencia de tanto que ha llorado.

Tomo el celular y le marco a Richard.

—Debo dejarla en un lugar seguro, pero igual quiero a Antony, me lo prometiste.

—No te preocupes, cumplo siempre mi palabra. En lo que respecta a los Williams, aquí nada ha pasado. Tu esposa sigue encerrada detrás de esa puerta metálica. Tras el ataque simultáneo a sus fábricas, pensarán en ti y vendrán corriendo a este lugar para poder lastimarla y enviarte evidencias de eso.

—¿Estás seguro de que no saben nada del rescate?

—¿Por qué crees que solo permití matar al centinela? Tendrá que contactarse con alguno de los que están aquí para preguntar por la situación y le pasaré el celular a cualquiera de ellos. Es un alivio que no te cargaras a la chica, pues lo más seguro es que también quieran hablar con ella.

—Uno de esos hombres es el novio, podría ser un dato importante para disuadirla a cooperar —le digo al recordar lo que escuché.

—Buen dato. Ahora necesito que te prepares para las llamadas que vas a empezar a recibir. Actúa enfadado y amenaza con más atentados si no te devuelven a tu esposa.

—¿Y si amenazan mis bodegas o mis fábricas nuevamente?

—No seas cobarde, Alexander. Estoy seguro de que tienes pólizas de seguro para la mercancía y los daños. En cuanto a las personas, debes tener seguridad extra de las autoridades por haber puesto la denuncia. Eso les hará todo un poco más difícil para acercarse en horario de entrada y salida de personal.

—Tiene razón, pero no me tranquiliza del todo.

—Ni debes estar tranquilo, tienes mucha gente dependiendo de ti. Ni tú ni yo nos podemos dar el lujo de relajarnos; debemos planear hasta el detalle más mínimo. Ahora te encontrarás con Michel y necesito que te vean haciendo algo. Necesito que vayas por mi botín antes de que lo cambien de lugar.

ADICTA A SUS BESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora