—No puedo negar que tienes ingenio —dice Richard, tras colgar la última llamada recibida—. Ese rumor que hiciste correr realmente nos está facilitando el trabajo. Todos están desesperados por encontrar las malditas caletas de los Williams.
—No las van a encontrar, yo inventé eso.
El hombre me mira con rostro escéptico y luego se ríe.
—Yo no estaría tan seguro. Prefiero apostar que eres una especie de vidente y no sabes usar tus poderes.
Miro con extrañeza al hombre, quien intercambia miradas con Michael, su hombre de confianza, que por fin nos está acompañando.
—Varios informantes nos han confirmado que, por primera vez en su vida, los Williams les pagaron sus nóminas en efectivo y eso, amigo mío, es lo que le dio peso a tu rumor.
Las palabras de Michael me sorprenden, pues no esperaba que eso realmente pasara.
—No han pagado sus nóminas oficiales, pero las nóminas ocultas están todas al día. Es de dominio público que el gobierno tiene congeladas sus cuentas.
En la última hora ese hombre ha estado recibiendo una llamada tras otra, así que parece que se ha puesto al día en muy poco tiempo sobre el estado de la ciudad.
—Estas son las zonas de los Williams —extiende un mapa de la ciudad y les habla a sus hombres—. El equipo de reconocimiento debe instalarse en estos puntos y esperar nuestra señal para apoderarse de ellos. Mientras tanto, cada uno ya tiene los datos básicos, pero si ven algo nuevo, algo que Michael y yo debamos saber, nos llaman de inmediato.
—¿Y si no son cooperativos? —pregunta un chico con aspecto de pandillero de barrio.
—Entonces los invitas a cenar y les haces el amor. ¿Tú qué crees? Les buscamos reemplazo. Recuerden —sube un poco el tono de voz— sobrevivir depende de que estemos coordinados. No los quiero actuando antes de tiempo. No solo pueden morir ustedes, sino que harán morir a sus compañeros si nos descubren.
Unos veinte hombres responden enérgicamente que sí y salen del lugar, mientras yo me quedo observando el mapa. Trato de ocupar mi mente en algo, si no los nervios me van a ganar y no puedo permitir que eso suceda.
—¿Qué es esta otra marca? —pregunto curioso por un punto marcado en verde.
—Eso, mi amigo, espero que sea un botín extra. Mi conclusión de la ubicación de las caletas. Una vez que rescatemos a tu mujer y, obviamente, eliminemos a los Williams, iremos por ese dinero. Lo cual me recuerda que necesito a tu genio tecnológico. Sebastián dice que es muy bueno, así que cuando entremos ahí, necesito que elimine todo el contenido de esas cámaras o se traiga los discos duros para no dejar evidencias.
Ahora no sé si yo lo estoy usando a él o él me está usando a mí, pues parece que mi situación es algo que sucedió solo para su beneficio.
—Tus hombres tomaron rumbo a los puntos de distribución, pero, ¿y los de fabricación? Si piensas llenar el vacío que dejarán los Williams, también tienes que hacer algo con el personal en esos puntos.
El hombre me mira con suficiencia, casi como si yo acabara de decir una tontería.
—Deja que yo me preocupe por eso.
Por el momento la conversación queda ahí y no tengo otra opción más que sentarme a esperar. Nunca el tiempo me había parecido tan lento. Estoy en aquella bodega y observo a los hombres que quedan, entre ellos los míos, pues por el momento deben considerarse parte del grupo de Richard para que se integren a la estrategia que él armó.
Mi teléfono finalmente suena con un número desconocido en la pantalla y, ante la orden de Richard, todos hacen absoluto silencio.
—Hola, Alexander, tengo algo tuyo y quiero saber si lo quieres de regreso en una sola pieza —reconozco con facilidad la voz de Antony.
—Déjame hablar con ella —respondo de inmediato—. Mataron a su escolta, necesito saber que está bien, que sigue con vida.
—Tendrás que confiar en mi palabra. Te devolveré a tu esposa sin un solo rasguño y resistiré la tentación de tocarla. Debo admitir que tienes buen gusto. Es linda, tiene la apariencia que una esposa debe tener...
Interrumpo su discurso para seguir las recomendaciones que me dio Richard. No puedo dejarme enfurecer, no puedo caer en su juego. Debo aprovecharme de su edad e inexperiencia.
—No nos digamos tonterías, sabes que no confío en ti, así que hagamos las cosas más fáciles y rápidas para los dos. Si me demuestras que mi mujer sigue con vida, yo seré mucho más cooperativo.
Por unos segundos no se escucha nada al otro lado de la línea. Temí que no hubiera funcionado y que el chico estuviera tan enojado por mi forma de hablarle que hubiera decidido desquitarse con Isabella, pero finalmente vuelve a hablar.
—Bien, espera pronto mi próxima llamada —corta la comunicación.
—Lo hiciste bien —dice Richard—. Ahora el hombre no sabe realmente lo desesperado que estás y eso es bueno. El chico hizo la llamada sin "papito" al lado, no están juntos. Michael —mira hacia el mencionado—, averigua dónde está el padre. Seguramente en algún evento político del que no podía escapar.
—¿Cómo sabes que el chico estaba solo?
—Cometió un error típico de novato y aunque se las quiere dar de malo, la realidad es que aún tiene ese sentimiento de incomodidad que generan algunas acciones al inicio. Espero traigas un buen chaleco puesto y elijas el arma que quieras, porque tal y como miro a ese chico, tiene muchas ganas de demostrarle a papito que puede.
—¿Crees que su padre no autorizó la llamada?
—Estoy seguro de eso.
Una hora después vuelve a sonar mi teléfono y en esta oportunidad lo primero que escucho es la voz de Isabella, dejándome escuchar su desesperación. No puedo hablar con ella, pues Antony recupera el celular e inicia con sus exigencias. Dice que no liberará a Isabella hasta que hayamos realizado para ellos, mínimo, tres embarques grandes para el extranjero y transportado materia prima para procesamiento de coca dentro del país.
—Estás loco, es imposible transportar esas cantidades sin ser detectados —digo, escandalizado ante las cifras que me da.
Richard me hace gestos para que trate de alargar la llamada un poco más, así que eso hago.
—Eso exige mucha más infraestructura, más personal que, según entiendo, no me vas a facilitar.
Escucho al chico reír de fondo a la par que Richard me enseña su pulgar arriba para indicarme que ya tiene el lugar.
—Es momento de que le demuestres a tu esposa cuánto la amas —dice el idiota.
—Eso haré.
No puedo evitar pensar en cuánto disfrutaré golpearlo.
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ADICTA A SUS BESOS
RomanceUna mañana, Isabella se despierta en la cama de un desconocido, sin recordar cómo llegó ahí. El hombre a su lado, Alexander, resulta ser un atractivo heredero de una familia poderosa, pero también con un lado oscuro: su abuelo le ha legado un negoci...